El futuro del sistema de pensiones, y por ende del sistema de bienestar español, va ocupando poco a poco un lugar central en el debate social. Comienza a haber un cierto consenso en que, de seguir en la actual dirección, en menos de dos décadas el sistema vigente no se podrá mantener. En donde no existe consenso, ni casi propuestas, es en lo que respecta a las alternativas que existen.
En La revolución de las canas, editorial Gestión 2000, Antonio Huertas, presidente de Mapfre e Iñaki Ortega, director de Deusto Business School, describen a cuatro manos las tendencias que van a marcar las próximas décadas en materia de demografía, empleo, y la evolución de las ciudades o la vivienda. Frente a las visiones catastrofistas que alertan sobre el colapso del estado de bienestar español en las próximas décadas, Huertas y Ortega lanzan una visión optimista del futuro.
Un optimismo que no parte del buenismo, sino que se apoya en datos científicos, médicos y económicos. Y, a la vez, un optimismo que no se presenta como un camino de rosas. Los autores alertan de los retos que tenemos ante nosotros como sociedad para hacer frente a los cambios que se avecinan. Una serie de decisiones que deberán ser tomadas a nivel personal, desde el mundo de la empresa y desde las decisiones políticas. Repasamos con ambos las claves de esta fórmula que nos llevará a una nueva Era.
¿Cómo surge la idea de escribir este el libro?
Antonio Huertas (A.H.) Llevamos trabajando una temporada juntos desde Mapfre y Deusto Business School. Comenzamos hablando sobre pensiones pero continuamos con temáticas que están convergiendo en nuestra sociedad como la movilidad, el desarrollo urbano y, por supuesto, el tema de esta nueva economía que está transformando el mundo. Empezamos a escribir algún estudio conjunto y a partir de ahí surgió la posibilidad de hacer algo centrado en los efectos de la longevidad.
Primero trabajamos desde la parte académica, luego desde la parte de estudios de Mapfre. De ahí pusimos en marcha una serie de simposios y tras todo esto teníamos gran parte del trabajo hecho.
Iñaki Ortega (I.O.) Antonio es un presidente atípico. Por inquieto, por las muchas inquietudes intelectuales que tiene. Eso le acerca mucho a la academia, a la Universidad. Tiene intereses muy alineados con su actividad que no es otra que asegurar a personas para que tengan mejor vida. El otro vector es que Deusto es una Universidad muy pegada al mundo de los negocios. Llevábamos tiempo investigando sobre las generaciones y la diversidad en la empresa. Ahí confluimos un directivo con inquietudes académicas y una Universidad con inquietudes empresariales.
Durante mucho tiempo el foco ha estado en la relación de las empresas con los jóvenes, sobre todo desde la llegada de la digitalización. Una de las veces que coincidimos vimos la importancia que estaba tomando la relación de las personas de avanzada edad con la empresa y allí empezó todo. Gracias a todo ese corpus de conocimiento que conseguimos antes de escribir el libro nos dimos cuenta de que casi estaba hecho.
Frente a una visión catastrofista generalizada en el libro lanzan un mensaje relativamente optimista, ¿cuáles son los principales factores que les hacen serlo?
A.H. Partimos de la realidad actual analizando las tendencias que vienen tanto desde el punto de vista social como desde el científico. Primero intentamos entender las circunstancias que van a rodear a las personas y a la sociedad en las próximas décadas. La visión de hoy día tiene un sesgo enorme. No podemos analizar el futuro basándonos en la situación actual. La propia realidad nos limita. Salimos de una crisis económica enorme, hay una visión muy catastrofista sobre el sistema de bienestar y su sostenibilidad futura.
Si nos enfocamos en los aspectos positivos, la cosa cambia. El ser humano está a punto de traspasar barreras en cuanto a curación de enfermedades antes incurables, en la posibilidad de alargar la vida de forma natural… Hoy ya sabemos que la mitad de las niñas nacidas en Europa vivirán más de 100 años. Vamos a tener la población más vieja del mundo, en el continente más envejecido del mundo. En 2050 un 40% de la población tendrá más de 65 años. Si lo miramos con el sesgo de hoy puede parecer un problema, pero si lo miramos con los datos del mañana es una gran oportunidad.
Ahora, tenemos que prepararnos tanto desde lo público como desde lo privado. Si somos capaces de trabajar desde ya podemos ser optimistas. Lo que no podemos hacer como sociedad es procastinar y esperar a tomar las decisiones cuando los problemas ya los tengas encima. Esto supone, sobre todo, un cambio de mentalidad. Los jóvenes son la fuerza, la potencia, la creatividad… Pero van a ser menos.
Cuando la vida media de las personas eran setenta y pocos años era normal jubilarse a los 65. Un periodo al que llamamos “el retiro”. Una expresión que parece que te aparta de la vida. Ahora vamos a vivir 25-30 años más de esos 65. Esto lo cambia todo. Vamos a ver cómo la tercera edad tal y como la conocemos hoy se transforma en una cuarta e incluso en una quinta.
I.O. El libro no es optimista porque nosotros seamos unos optimistas compulsivos. Después de analizar unos datos. El aumento de bienestar, la mejora de la calidad de vida… Esos datos analizados en frío son muy positivos. Nos empeñamos en retorcerlos para que sean negativos.
¿Por qué va a ser malo vivir más años? ¿Por qué es malo vivir en un país que tiene la mejor esperanza de vida de occidente? ¿Por qué es malo tener la dieta que tenemos? ¿Por qué es malo tener el sistema de salud que tenemos? ¿Por qué es malo tener gente con experiencia acumulada? ¿Por qué es malo que los mayores emprendan? ¿Por qué es malo que la tecnología vaya a hacer más fácil la vida a los mayores? ¿Por qué es malo que el turismo cada vez sea más barato? ¿Por qué es malo que los mayores vayan a ser protagonistas? Si todo esto no es malo, el futuro no tiene por qué ser malo.
Lo que decimos es que el futuro va a ser bueno siempre que como individuo tomes las decisiones personales adecuadas, la empresa tome las decisiones adecuadas y el estado tome las decisiones adecuadas. Tenemos ante nosotros una gran oportunidad, pero va ligada a una gran responsabilidad.
El futuro va a ser bueno siempre que como individuo tomes las decisiones personales adecuadas, la empresa tome las decisiones adecuadas y el estado tome las decisiones adecuadas
En lo que respecta a las etapas vitales parece que tenemos unas ideas preestablecidas. Hay que estudiar en una época, trabajar en otra, retirarnos en otra… El libro invita a dejar de lado estos corsés, pero como sociedad, ¿quién tiene que tomar el timón a la hora de comunicar este cambio?
A.H. Es una tarea de todos. Este libro no quiere imponer ninguna doctrina, quiere abrir una reflexión. Los jóvenes y las personas de avanzada edad han sido los más golpeados por el paro. Esto tiene muchas razones. Entre ellas la rigidez de los sistemas laborales. Estos sistemas son muy necesarios. Hay que proteger al trabajador y las relaciones a largo plazo. No podemos renunciar a los derechos adquiridos durante 100 años. Pero, del mismo modo, hay que pensar que en la nueva sociedad los jóvenes ya no van a demandar este tipo de relación laboral tan perenne y estable.
El actual sistema para los nuevos perfiles se convierte en un corsé que desincentiva. Con los mayores pasa lo mismo. Hemos desarrollado mucha aversión al riesgo, al autoempleo… Porque el sistema era blanco o negro. ¿Por qué no puede haber un sistema mixto en el que yo pueda compatibilizar colaborar con una empresa, conseguir que mi empresa me financie un proyecto de autoempleo con mis propias capacidades? Tenemos que buscar vías para fomentar esta flexibilidad pero hay que inculcarlo desde la adolescencia, en los centro de enseñanza. Hay que trasladar tanto a los mayores del futuro como a los más jóvenes que el mundo puede ser diferente y que ahí hay realidades muy aprovechables.
I.O. Hay que atreverse a decir la verdad. Nosotros ponemos un ejemplo de unos raíles. Antes te montabas en un tren y si habías estudiado, habías trabajado, habías aprendido idiomas... Te subías al tren y te llevaba. De repente, el tren se para y no hay vías. Esa forma de entender la economía y los ciclos vitales está muerta. No podemos pensar que vamos a estar toda la vida en la misma empresa. No podemos creer que nos vamos a jubilar con 61 o 62 años que es la edad actual en España de jubilación. ¿25 años sin trabajar? ¿Con buena salud? Es muy difícil. A esa edad tenemos una gran oportunidad para poder hacer cosas estupendas, para poder vivir bien, para sentirnos bien.
Los datos médicos y científicos nos dicen que los lugares donde la gente vive mejor es gente que trabaja, que se siente útil, que está socializado, que tiene un propósito de vida… Siempre ha habido gente mayor. La esperanza de vida es una media. Antes no se moría todo el mundo a los 60. La gente que llegaba a los 80 muchas veces seguían estando activos. Se sentían útiles intelectualmente. Esto es muy importante para seguir sintiéndose vivos. Ahora esto no llega a una minoría, llega a una mayoría. Tu deadline ya no son 63 años. Esto lo cambia todo. Ahora hay que pensar en estudiar hasta los 70, en trabajar hasta los 70, en ahorrar hasta los 70.
Pese a ser optimista, el libro lanza una serie de alertas: Habrá que ahorrar más, habrá que trabajar más. Esto es un cambio muy profundo.
I.O. Como dice el dicho africano: Al niño le educa toda la tribu. Esto no va de que la responsabilidad la tengo solo yo, o solo la empresa o el estado. La tenemos todos. Hay que hacerse un planteamiento vital respecto a la realidad actual. El modelo de estudio una carrera y trabajo en una empresa ya no vale. Vamos a trabajar en 6 ó 7 empresas. Todas las proyecciones nos dicen que la pensión pública va a ser un 30% o un 40% de nuestro último sueldo. Vamos a tener que complementar esa prestación de alguna manera: o trabajando más o ahorrando más.
Las empresas tienen que saber que el sistema de bienestar con un porcentaje muy grande de personas en edad avanzada o lo pagan vía impuestos o participan desde ya como en otras partes del mundo en el ahorro de las personas y ser corresponsables. Vamos a ahorrar juntos. Vamos a dar incentivos de ahorro, te voy a ayudar a que ahorres. El Estado, que lo pongo el tercero, no el primero, tendrá que tomar decisiones para que se puedan seguir pagando pensiones: se tendrá que retrasar la jubilación, no tendrá que estar vinculada con el coste de la vida. Tendrá que informar a los ciudadanos en todo momento de cuánto se va a cobrar. Porque esa información hace que las personas tomen decisiones. No somos menores, tenemos que ser adultos y nos tienen que tratar como adultos.
El libro se refiere a la 'gig economy', una situación laboral en la que en lugar de depender de una empresa trabajaremos para distintos clientes, de distintas maneras. ¿Está la sociedad preparada para este cambio de paradigma? ¿Hemos desarrollado aversión ante la incertidumbre?
A. H. La incertidumbre viene sobre todo de la parte económica. Cuando hacemos encuestas vemos que mayoritariamente estamos preocupados por nuestra pensión o jubilación. Si ese miedo desapareciera, la gente llegaría con toda tranquilidad a esa edad y estaría dispuesta a hacer otro tipo de actividades. Tenemos que tener claro que el sistema actual es un sistema de bienestar fantástico, que hay que proteger, pero no va a poder mantenerse en las mismas condiciones que tenemos ahora.
Si queremos tener algo parecido en el futuro tenemos que apuntalar el sistema actual. Establecer mecanismos adicionales que pasan por favorecer la flexibilidad laboral y por alargar la vida profesional voluntaria de las personas. Hay que favorecer que la iniciativa privada colabore con la pública para complementar los ingresos futuros de nuestros mayores. Esto va a ayudar a que la gente en el futuro no tenga que estar pensando en qué va a tener que reducir de su vida cuando llegue a determinada edad. Si tenemos asegurada la estabilidad económica futura, aunque los ingresos se reduzcan, podremos dedicarnos a otras actividades productivas. Y no tienen que ser trabajos en precario.
Estamos hablando de aprovechar las capacidades intelectuales de los mayores. En las empresas nos estamos esforzando porque los mayores y los jóvenes convivan gracias al aprendizaje tradicional y al no tradicional. En la sociedad tiene que pasar lo mismo: crear lugares colaborativos donde jóvenes y mayores aprendan los unos de los otros.
I.O. Venimos de unas generaciones que desde el periodo de guerras han vivido con viento a favor. Ahora el viento viene en rachas. Esto lo explica muy bien la teoría de las aguas tranquilas. Es como ir en barco e intentar navegar por aguas tranquilas en todo momento. Esto es un error. Hay que aprender a vivir en aguas turbulentas. La teoría de la ‘gig economy’ no es otra que ver que el sistema actual ya te permite adaptar tus momentos vitales al trabajo. Esto antes era imposible. Trabajabas o te pedías una excedencia o cuidabas a los niños o a los mayores o te jubilabas.
La 'gig economy' es una buena noticia porque además va acompañada de que el ocio cada vez es más barato. Con decisiones medianamente inteligentes puedes disfrutar del ocio, trabajar y si, además tomas decisiones inteligentes sobre tu ahorro, vas a poder vivir muy bien hasta que te mueras. Y esto vale tanto si eres un directivo como si eres una persona de baja cualificación. Ya hoy vemos gente con 60 ó 70 años dando clases, en consejos de administración, emprendiendo… Parece horrible que una personas con 60 años siga trabajando. A mi me parece más horrible que viva en malas condiciones porque no tiene una pensión suficiente. No hay nada de malo en trabajar unas horas para completar esa prestación.
Hay que favorecer que la iniciativa privada colabore con la pública para complementar los ingresos futuros de nuestros mayores.
¿Tiene sentido en este nuevo contexto la conceptualización actual del sistema educativo: escuela, instituto, Universidad…? ¿Existe una oportunidad para repensar la Universidad?
A. H. La Universidad puede ser un lugar de reencuentro para jóvenes y mayores. Tanto para aprender como para enseñar. No podemos pretender que la Universidad se convierta en un centro de formación solo para las personas de 20 años y que ahí van a adquirir los conocimientos que van a necesitar durante toda su vida. Eso es imposible. Tenemos que conseguir la manera de que la Universidad se rearme a la velocidad que cambian las cosas. Que actualice a sus propios profesionales para estar listos ante el nuevo contexto.
I.O. En el momento en el que las personas entiendan que vamos a vivir más años y que vamos a ser más productivas, vamos a entender que necesitaremos formarnos de forma continuada. Con lo rápido que va la economía es difícil no darse cuenta de que lo que aprendiste hace 30 años es complicado que te valga hoy.
¿Están las empresas preparadas para retener el talento senior? ¿Qué cambios tienen que hacer?
A. H. Los nuevos trabajadores ya no van a querer tener relaciones como las de ahora con sus empresas. Desde las empresas vamos a tener que convivir con plantillas que se renuevan más regularmente. Los trabajadores más formados y de más talento van a ser los que van a a elegir dónde quieren trabajar. Desde la empresa no vamos a poder retener a las personas que se jubilan con las mismas condiciones. Si se crearan marcos diferentes, más flexibles, estoy convencido de que las empresas estarían encantadas de recuperar ese talento de edad avanzada.
Las empresas tenemos que entender que vamos a tener la posibilidad de emplear a personas de avanzada edad más tiempo. Pero no con la mentalidad de ahora, ni con los tipos de contrato actuales. Probablemente esto será de manera distinta, con responsabilidades distintas, con más flexibilidad que la actual. Del mismo modo, tenemos que crear productos y servicios para ellos porque gran parte del consumo va a estar en sus manos.
I.O. Las personas, las empresas y el estado tienen que trabajar en esa dirección. A las empresas se les tiene que caer el velo respecto a los mayores. Las personas de avanzada edad son más resilientes, no se hunden a las primeras de cambio, tienen un capital relacional que no tienen los jóvenes, tienen conocimientos de los negocios… Del mismo modo, las personas mayores tienen que ser consecuentes con la situación actual y querer seguir trabajando.
En otras fórmulas, con otra flexibilidad… La vida va a ser más larga y va a haber que financiarla. El Estado tiene que facilitar nuevas relaciones laborales, permitir conciliar un contrato con la pensión, con el emprendimiento... Tiene que permitir formas de ahorro como las stock options que hoy en España están prohibidas. Un estado inteligente tiene que permitir a sus mayores seguir trabajando.
La economía está sostenida por mayores de 50 años y nos empeñamos en borrarlos, en decirles que se tienen que dedicar a descansar.
¿Es el emprendimiento senior una solución real para los profesionales de edades avanzadas?
A.H. Emprender no es una cuestión de jóvenes. Más de la mitad del emprendimiento se da a partir de en edades avanzadas. La calidad de vida de los que estamos en activo va a mejorar muchísimo. Vamos a llegar en muchas mejores condiciones a estas edades. A principio de siglo XX sólo uno de cada 10 superaban los 65 años. Hoy nueve de cada 10 pasan de los 65 años.
I.O. Hay que dar visibilidad a las personas mayores que tienen éxito. En la publicidad, por ejemplo: en España sólo el 11% de las personas que salen en los anuncios tienen más de 50 años. En cambio, su capacidad de compra es más de un 50% superior de la global. No se entiende esta diferencia. Hemos borrado del mapa a las canas y son la mayor fuerza de consumo.
Tenemos el estereotipo erróneo de que los emprendedores son jóvenes. El porcentaje de emprendedores mayores de 50 años es un 18%, los menores de 30 son un 11%. Pero no solo eso, el ratio de éxito de los mayores de 50 años es el triple que el de los menores de 30. Tenemos que poner el foco sobre esta realidad. La economía está sostenida por mayores de 50 años y nos empeñamos en borrarlos, en decirles que se tienen que dedicar a descansar.
Otro de los factores en los que el libro señala que habrá grandes cambios es en el concepto de vivienda
A.H. Vamos a ver cambios muy grandes en materia de vivienda. En lo que respecta a las personas de avanzada edad, lo que tradicionalmente se ha llamado asilo va a evolucionar a una serie de condominios comunes. Apartamentos más reducidos y adaptados a las necesidades de las personas de avanzada edad. Contarán con una serie de servicios básicos para este colectivo.
Esto abre un mundo de oportunidades. No como negocio aislado, sino una cadena de actividades que se conectan una detrás de otra que permitan a estas personas seguir siendo ciudadanos de primera en la sociedad de dentro de 20 ó 30 años. Hay que pensar en que todo va a ser más accesible, más fácil en materia de movilidad, de ocio… Todo esto va a hacer que surjan oportunidades y nuevas profesiones. Tenemos que ser capaces de crear ese marco en el que todas estas actividades se desarrollen.
I.O. El 90% de los jubilados españoles tiene una vivienda en propiedad. Ese es su patrimonio. Pero esas viviendas no están adaptadas a la longevidad, a la dependencia. No están en barrios que garanticen determinados servicios. Son casas en las que sobran metros, habitaciones... Habrá que hacer que tengan pasillos más anchos, leds en el suelo que sirvan como guías nocturnas. Adaptar estas casas a los servicios de atención telemática a los mayores.
Hay dos opciones: adaptar esas viviendas (lo que genera un importante negocio) o hacer líquidas esas viviendas y que las ocupe gente que no necesita adaptarlas. Las personas de avanzada edad podrán irse a vivir a un lugar donde haya gente con las mismas inquietudes o necesidades. Además, estas viviendas estarán totalmente adaptadas a su tipo de vida. Las residencias no tienen que ser vistas como lugares donde se espera a morir, sino como lugares donde la gente puede vivir mucho mejor que en sus casas. Es una tendencia ya en Europa. Esto es un reto como cambio de mentalidad pero también para la industria. La filosofía que ahora vemos en los coworkings se puede adaptar a este tipo de viviendas para personas de avanzada edad.
¿Cómo se ven a los 70 años?
A.H. Yo espero estar desarrollando actividades que me permitan seguir activo. Disfrutando seguramente algo más de la vida personal pero con la salud suficiente para colaborar en proyectos diferentes. Desde luego quiero sentirme útil. Me veo trabajando tres o cuatro horas al día durante tres semanas al mes y el resto del tiempo... A disfrutar.
I.O. Con 70 me veo muy parecido ahora. Dando clases, escribiendo… Con 80 me veo balanceando más mi vida personal, mi ocio... Pero trabajando. No me veo muy diferente a ahora.