“Duros, agresivos, con vocación de influir en la gestión y no tienen miedo de ir a los tribunales si no logran sus objetivos”. Así define un broker madrileño a Elliott, uno de los mayores fondos de inversión del mundo con una cartera de 35.000 millones de euros y también uno de los más activos... y temidos.
Solo en el último mes ha tomado posiciones en la alemana Bayer, ha intentado fusionar a la francesa Pernod Ricard, ha situado en Telecom Italia a un presidente de su confianza y ha desmentido los rumores de un inminente desembarco en la española Telefónica. En menos de tres semanas ha estado relacionado con cuatro de las empresas más grandes de Europa y emblemas de sus respectivos países, lo que da buena cuenta de su poderío global en el mundo de los negocios.
“Directos e intervencionistas”. Es la manera de operar de la compañía fundada por el estadounidense Paul Singer, que ha puesto en aprietos hasta el mismísimo Warren Buffett. El modus operandi del fondo activista más grande del mundo se caracteriza, según fuentes bursátiles consultadas por este diario, por fijarse un objetivo en una empresa que consideran que está cotizada por debajo de su valor real.
Uno de los acreedores de Argentina
Luego compran un paquete relevante, pero siempre minoritario, y se alían con otros socios para influir en la gestión y sacar adelante sus planes. Proyectos que siempre pasan por maximizar los beneficios, cambiar equipos directivos, reducir costes, soltar lastre y vender activos para llevar al máximo el valor de la compañía para los accionistas.
“Desde el punto de vista de los accionistas buscan, como cualquier otro fondo, maximizar la rentabilidad, pero desde una presión muy activa y directa sobre el management. Además utilizan todas las herramientas a su disposición para sacar adelante sus proyectos. De esta manera, cualquier desviación en lo que consideran un purísimo sentido de la gobernanza termina en los tribunales”, indica un inversor español con experiencia en mercados internacionales.
En España, por ejemplo, han tratado de financiar demandas por la caída del Banco Popular. A nivel mundial no se olvida la icónica imagen de un barco de guerra argentino detenido en el puerto de Ghana o el embargo al avión presidencial de este país activado por Elliott tras no llegar a un acuerdo con el gobierno argentino por el pago de la deuda del país suramericano.
El fondo rechazó durante 15 años un pacto con este Estado -llevándolo en muchas ocasiones a rozar la quiebra- porque los pagos acordados no cumplían con sus expectativas. Al final de la lucha y como contrapartida consiguió cuatro veces el valor de sus bonos.
Desinversiones y planes de ajuste
“En todas las empresas por las que pasan realizan planes de ajuste importantes, hacen mucho ruido mediático y realizan desinversiones que generan valor para el accionista, el problema es que esto muchas veces resta valor y genera un coste en el mediano y largo plazo”, indica otro analista del mercado internacional a este periódico. Buscan rentabilidad con cambios radicales, lo que suele intranquilizar a los gestores.
El caso de Telecom Italia es el más reciente. En las últimas semanas forzaron la salida del presidente ejecutivo Amos Genish y tras hacerse con el control del consejo situaron en su lugar a Luigi Gubitosi y todo ello pese a la oposición del mayor accionista Vivendi que tiene un 24% y que apoyaba al equipo gestor. Un movimiento que Elliott consiguió con solo el 8,9% del capital, pero con el apoyo del consejo.
Elliott forzó este cambio argumentando el desplome en bolsa de la compañía, el mismo que le permitió entrar en el capital, pero pocas cosas han cambiado. La cotización de la compañía sigue hundida por las luchas internas del consejo -Vivendi quiere cambiar nuevamente el máximo órgano de dirección- y un plan de desinversiones que debería comenzar a ejecutarse.
La situación de la teleco italiana es un buen ejemplo de que, a la larga, la irrupción de Elliott es negativa ya que su labor de desestabilización no siempre termina generando el beneficio deseado. Pero hay más. Con solo el 4,1% de la minera angloaustraliana BHP ha intentado presionar para fusionar sus oficinas de Sidney y Londres o con un paquete minoritario en Texas Oncor le ha hecho la vida imposible a Warren Buffett negándose a vender su participación y frenando el plan de rescate de la compañía.
ThyssenKrupp y Pernod Ricard
Elliott también logró que Klaus Kleinfeld fuera cesado como director de la metalúrgica Arconic y tras adquirir una participación de ThyssenKrupp, el conglomerado industrial alemán, puso en marcha una megafusión de sus activos siderúrgicos con Tata Steel. También ha presionado a Hyundai Motor de Corea del Sur para que abandonara un polémico plan de reestructuración.
Hace unos meses compró una participación de Waterstones, la cadena británica de librerías y hace una semana se conoció su interés por revolucionar Pernod Ricard, a la que ha exigido un nuevo plan para recuperar terreno en sus principales mercados. Incluso se ha especulado una venta que implique la salida del capital de la histórica familia Ricard y todo en medio del desconcierto del gobierno francés.
En Alemania, la primera economía de la Eurozona, acaba de entrar en Bayer, aunque todavía sin poder hablar con sus gestores para explicarle sus planes, según ha reconocido el entorno de Singer. En este país posee participaciones en la siderúrgica ThyssenKrupp, la empresa de servicios públicos Uniper y el fabricante de maquinaria de procesamiento de alimentos GEA Group. Ha impulsado cambios de estrategia en todas ellas.
Pero sus redes también llegan al deporte. En verano tomó el control del AC Milán en una operación que les retrata completamente. Elliott pasó a ser el nuevo dueño del histórico club de fútbol italiano tras ejecutar el embargo sobre las acciones del anterior propietario, el inversor chino Li Yonghong, quien no pudo pagar 32 millones de euros que el fondo le había prestado para reflotar al equipo. Paul Singer en estado puro.