Tener competencia es bueno. Incluso decir que es bueno se queda corto. De hecho, es imprescindible, si se desea que exista movimiento hacia el progreso y la diferenciación. Tener competencia supone que un tercero, al que llamamos cliente, valore qué opción prefiere y con libertad elija qué desea comprar o consumir.
La competencia hace que organizaciones, empresas y profesionales entiendan que, a mayor competencia, más competentes han de ser si quieren estar en primera línea de preferencia por clientes, consumidores y usuarios.
Parece que, por fin, Renfe tendrá competencia en España. Alegría, gozo y alboroto sentimos los clientes habituales del medio ferroviario: ahora Renfe tendrá un motivo para mejorar sus servicios y en definitiva su propuesta de valor. Mientras sea el único operador ferroviario, el cliente que no pueda considerar otros medios de transporte alternativos sabe que está a merced de lo que el único proveedor disponible quiera hacer. Si la inteligencia estratégica de la compañía lo permite, deberían empezar muy pronto a querer ser buenos de verdad en su actividad, porque el cliente tiene la capacidad de decidir qué empresas continúan y cuáles han de cerrar para siempre.
Leemos que la banca teme una guerra de hipotecas cuando funcione la nueva ley al respecto. Lo temen los bancos, no los clientes y usuarios. Los bancos temen una guerra de precios, pero lo que muchos temen es que quede en evidencia su falta de tacto y capacidad de relación con sus clientes. En toda categoría comercial existen opciones de un precio más alto y otras más bajo, opciones low cost y opciones Premium, que conviven porque son capaces de conectar con el cliente adecuado que valora su propuesta de valor. Con la banca ocurrirá lo mismo, en un momento en el que cada vez más usuarios valoran ya no la proximidad de las sucursales sino la facilidad de uso y capacidad de acción de la App para operar desde el móvil. Una buena propuesta de valor no teme la existencia de competencia, sino que la prefiere, para que el cliente pueda apreciar y valorar realmente lo que se le ofrece y seleccione la opción ganadora.
Muchas veces he compartido en ciertos foros que lo peor que le pudo pasar a El Corte Inglés, una marca que admiro y respeto profundamente, fue ganar en su momento el concurso por la compra de Galerías Preciados, su principal competidor directo. Tener un competidor directo te obliga a intentar ser mejor cada día, a hacer cosas diferentes, a proporcionar experiencias que faciliten que el cliente te seleccione y prefiera acudir siempre a ti. Eliminar del tablero de juego a Galerías Preciados supuso no tener un digno rival directo en su categoría, hasta que tiempo después aparecieron actores como Decathlon, Leroy Merlin o MediaMarkt, a los que se despreciaba en cierta manera por considerar que, al ser formatos diferentes para un público a priori diferente, iban a competir en otra dimensión… y la realidad comercial actual nos hace ver que han conseguido dominar sus respectivos nichos de consumo. La ausencia de competencia llevó a descuidar al gran almacén ser más competentes en su día a día. Hoy quieren cambiar eso, esta vez en una carrera contra el reloj que pretende recuperar el tiempo no aprovechado.
Ya nos lo decían hace muchos años en el anuncio del detergente: “Busque, compare y si encuentra otro mejor, cómprelo”. Solo los mediocres temen la competencia que hará evidente que no son competentes.