Vaya sorpresa la que han dado los peritos del Banco de España en su informe sobre el Banco Popular. Sus conclusiones son claras: hubo deficiencias contables en las cuentas de la ampliación de 2016 con Ángel Ron a la cabeza, pero lo que remató al Popular fue la falta de tiempo para tomar medidas y las filtraciones interesadas que motivaron una profunda retirada de los depósitos.
Santiago Ruíz-Clavijo y José Luis Calama emplean 439 páginas para insistir en que las cuentas de 2015 -empleadas para el folleto de la ampliación- no se ajustan al “marco contable”, en que el expresidente Ron, fue demasiado optimista en sus previsiones de negocio y en que también lo fue a la hora de valorar los activos dudosos y las provisiones que iban a necesitar para sus coberturas.
Reconocen que Ron y su equipo dejaron de provisionar más de 4.000 millones en adjudicados entre 2014 y 2015, ajuste que se hizo -prácticamente- íntegro en 2016. Insisten en la “debilidad” de los controles internos para detectar a tiempo tasaciones inmobiliarias “no acordes” con la política contable del banco. Incluso, que no todo el consejo estaba de acuerdo con que ampliar capital en 2.500 millones fuera la mejor idea.
El plan 2018
Todo esto provocó que tras las cuentas de 2016, con pérdidas de 3.485 millones de euros, hubiera que hacer todavía más ajustes para sanear el balance. ¿Conclusión? La ampliación de capital fue escasa y hubiera sido necesario que fuera superior, de unos 4.000 millones, en lugar de los 2.500 millones logrados (el máximo que les permitían los poderes delegados por la Junta).
¿Significa que Ron puede tener responsabilidad penal? No se mojan los peritos (tampoco es su función) y abren la puerta de par en par a que su defensa ataque los puntos más débiles del documento. El primero de ellos, que en 2016 había un plan de desinversiones de activos inmobiliarios gracias al proyecto ‘Sunrise’, de venta de participadas como Totalbank, Targobank, Wizink, e incluso se valoraba desprenderse de las joyas de la corona: Popular Banca Privada o el negocio de gestión con Allianz.
Todo ello debía permitir que en 2018 el capital exigido por el Banco Central Europeo se cumpliera, y eso no se pone en duda por los peritos. Creen que eran objetivos alcanzables, pero al Popular se le acababa el tiempo. El consejo había perdido el pulso de la compañía y la confianza del mercado, por lo que algunos consejeros decidieron que había que cambiar urgentemente.
La sucesión, un problema
“El proceso de sucesión responde a la división del Consejo de Administración en torno a la ampliación de capital, que aumentó con la no consecución de los objetivos previstos, lo que implicaba perder la confianza de los analistas en la acción y de las agencias de rating”. Se abría la puerta a que la entidad estuviera “muy expuesta en medios”, sin “tener en cuenta los riesgos que son comunes a estos procesos”.
Una nueva puerta abierta para la defensa de Ángel Ron, ya que un cambio de este tipo -explican- conlleva una ralentización en la toma de decisiones y la puesta en marcha de una nueva estrategia.
“El tiempo era muy limitado” para cumplir con la solvencia y, sin embargo, desde el 1 de diciembre de 2016 -cuando se inicia la sucesión de Ron- y hasta el 31 de mayo -ya con Emilio Saracho de presidente- no existe un nuevo plan de negocio. “Una carencia muy significativa”, indican los peritos.
Fueron unos meses convulsos en los que el Popular estaba cada vez más presente en los medios, y en los que algunos de sus accionistas no fueron todo lo leales que debieran. Hay quien apunta al papel del mexicano Ángel del Valle como uno de los muñidores de las turbulencias que vivió la entidad en los primeros meses del 2017.
Noticias infundadas
Comenzaron en esa época noticias “no siempre fundadas” sobre la situación del banco: venta de la entidad, declaraciones de funcionarios europeos hablando sobre medidas de “protección” si no podía venderse, fugas de depósitos que venían alentándose desde la prensa. En definitiva, un cóctel perfecto para que la confianza en Popular no pudiera recobrarse jamás.
Falta de tiempo, informaciones interesadas, falta de confianza en el mercado y retiradas de depósitos. Intensas, muy intensas, cada vez más intensas. Comenzaron en abril con la reformulación de cuentas y la junta de accionistas en la que Saracho dejó abiertos todos los escenarios: “ampliación o venta”, dijo. Sin embargo, tras estos episodios, el banco “controló la situación”.
Nuevamente las noticias pero, sobre todo, el hecho de que Bruselas reconociera que se trabajaba en medidas para “la resolución” del Popular, dieron la puntilla al banco. En los primeros cinco días de junio salieron 5.700 millones de euros de la entidad, fundamentalmente de pequeños ahorradores. Pero si se suma la cifra desde abril, asciende a 16.000 millones de euros. A partir de aquí el banco fue incapaz de contener la situación.
Sin ayudas públicas, con los mercados cerrados y con un banco al borde de la quiebra, las autoridades optan por resolver el Popular y vendérselo al Santaner por un euro “por las implicaciones sistémicas que tendría la liquidación del sexto banco español”. A partir de aquí se podría hablar del mecanismo de resolución, pero esa es otra historia.
Inversores fríos
Lo que está claro es que, en contra de lo que muchos esperaban, el informe sobre el Popular no es tan contundente como lo fuera el de Bankia. Se cuentan por decenas los fallos en el gobierno corporativo, existen deficiencias en las provisiones, se achacan problemas contables… Pero al mismo tiempo dejan entrever lo compleja que resulta la interpretación de las normas.
Si hay o no responsabilidad penal para Ron lo dirá el juez, pero desde luego su defensa tiene mimbres suficientes para tratar de exculparse. Otra cosa será lo que se pueda interpretar en términos de responsabilidad administrativa por parte de la CNMV o el propio Banco de España.
¿Será el informe definitivo? Parece que no. Los propios inspectores abren la puerta a modificaciones a medida que haya nuevas informaciones, y algunos accionistas institucionales preparan ya informes periciales que podrían ser todavía más contundentes. “Nos ha dejado un poco fríos”, dicen. Parece que no ha respondido a lo que esperaban.