El debate electoral tuvo unas perdedoras claras: las empresas. Se habló de empleo, pero sin mencionar a las empresas que generan puestos de trabajo. Como es habitual en este tipo de escenarios, en lugar de hablar sobre los retos de la economía real, las empresas se limitaron a ser una broma para las redes sociales y el punching ball de Pablo Iglesias, que sólo se interesa por las compañías si es para hablar de las puertas giratorias en las compañías eléctricas o para pedir “un gobierno que se enfrente” a ellas para bajar el recibo de la luz.
El líder de Podemos también atizó a los bancos, como de costumbre. Llegó a asegurar que “no pagan impuesto de sociedades” para, acto seguido, insistir en que habría que imponerles un recargo para que devuelvan los 60.000 millones de euros que costó el rescate. Una cifra que, por cierto, debería haber comprobado, dado que ahí se suman las aportaciones del erario público y del propio sector financiero.
Si bien es cierto que en la gran banca el tipo efectivo es del 2,8%, esto tiene una explicación. Dentro de los beneficios que incluye Hacienda, también se recogen resultados que ya han pagado impuestos en otras jurisdicciones. Por tanto, empresas muy internacionalizadas como la banca o las constructoras -con un tipo efectivo del 3,5%- aparecen como peores contribuidoras.
Los autónomos se salvaron por el empeño de Albert Rivera en dirigirse a ellos. “Los autónomos siempre pierden, vamos a ser el Gobierno de los autónomos”, aseguró. El candidato de Ciudadanos recordó algunas de sus propuestas, como la de alargar a 24 meses la tarifa plana para nuevos autónomos o la promesa de darles paro, como al resto de trabajadores. Rivera también insistió, ahora refiriéndose a todos los trabajadores, en su propuesta del contrato único y de hacer contratos fijos desde el primer día.
Aún así, no se habló de retos significativos para otro tipo de empresas pequeñas. Como la necesidad de desarrollar un marco para el fomento de las startups. Un marco que todos los partidos dicen querer, pero que ninguno ha terminado de poner en marcha. Concretamente, el PSOE se ha pasado su minilegislatura frustrando a quienes pensaban que por poner a un emprendedor como Francisco Polo implicaría algún cambio. No ha sido así.
Tampoco se habló del rol de las empresas digitales en la sociedad, ni para defender la necesidad de una política que obligue a que el mismo tipo de servicios tengan las mismas normas, ni para hablar de la necesidad de que compañías como Google, Amazon, Facebook o Apple, las llamadas GAFAs, empiecen a tributar en destino.
No apareció ninguna propuesta sobre el fomento de la FP Dual, aunque sí se mencionó de pasada la necesidad de realizar reformas educativas. Ajustar la educación a las nuevas necesidades empresariales y a la economía del conocimiento fue uno de los temas esenciales del debate económico organizado recientemente por EL ESPAÑOL.
Tampoco hubo espacio para que los líderes políticos explicaran sus recetas para sacar de la lista del paro a 3,2 millones de españoles. Apenas hubo una mención concreta de Casado, que se comprometió a “crear dos millones de puestos de trabajo en cuatro años, 500.000 al año”, con la “mayor revolución fiscal de la historia”.
El PP propone una rebaja fiscal de 16.000 millones de euros, una cantidad que, según él, se devolverá a los españoles mediante la supresión de Donaciones, Sucesiones, Patrimonio, Actos Jurídicos Documentados y la bajada del IRPF por debajo del 40% y del impuesto de Sociedades por debajo del 20%. Rivera también coincidió en la necesidad de bajar impuestos y presentó un frente único contra Sucesiones.
“200.000 eurazos”
Se mencionaron, aunque de pasada, las empresas públicas. “A los únicos a los que les ha ido bien es a los 500 enchufados de Sánchez en las empresas públicas. Ha puesto a su amigo al frente de Correos por 200.000 eurazos al año y no sabe pegar un sello”, señaló el político catalán. Se refería a Juan Manuel Serrano, quien fuera jefe de Gabinete de Pedro Sánchez y que cobra más que el doble que el presidente saliente: 191.000 euros al año.
No se habló de los retos de la movilidad, de electrificación, de robótica, de inteligencia artificial, de la fuga de empresas desde una Cataluña en llamas políticas o del cambio horario. Casado apenas se refirió de pasada a la situación del exceso de presentismo laboral.
En redes sociales, como mucho, se bromeaba sobre cómo la apelación a “silencio” de Albert Rivera recordaba a una campaña publicitaria de Fujitsu. O cómo el marco que tenía Rivera con la foto entre Sánchez y Torra era el Fiskbo de un euro de Ikea -fuentes oficiales de Ciudadanos confirmaron a EL ESPAÑOL que no lo era-.
Lamentablemente, a la hora de la verdad, para muchos políticos las empresas no son mucho más que eso: un arma arrojadiza o una broma.
El caso de Endesa
Uno de las pocas menciones al mundo de las empresas durante el debate se produjo cuando Pablo Casado, en respuesta a las afirmaciones de Pablo Iglesias sobre las cloacas del Estado, mencionaba otro caso de espionaje: el que supuestamente sufrió en 2007 Manuel Pizarro, entonces presidente de Endesa, a manos del CNI.
Pizarro llegó a denunciar entonces dos situaciones en las que se sintió espiado. En una de ellas, sus escoltas se enzarzaron con dos espías del CNI cerca de su domicilio, aunque los agentes encubiertos afirmaron que era “casualidad” y que estaban a otra cosa.
Endesa había denunciado poco antes que Pizarro había sido sometido a un seguimiento por parte de un coche camuflado en el que había dos guardias civiles. Esta situación se produjo en plena de guerra de opas por la compañía eléctrica.