¿Madrid Central sí o no? En la reciente campaña electoral demasiados políticos han segmentado al electorado en “colectivos”, afines o contrarios a sus mensajes, procurando aislarlos de los hechos objetivos, arrojados así a la manipulación y al frentismo. Enfrentar ciudadanos a favor o en contra de algo, para vencer en la balanza de los debates, está últimamente demasiado en boga para algunos partidos políticos. Esto interesa más que el examen desapasionado de las cosas, la búsqueda de alternativas, o qué decir del pacto o acuerdo.
El lúcido Antonio Escohotado, en el primer tomo de su monumental obra Los Enemigos del Comercio, describe al iranio Mani (216-277 d.C.) como el “disidente modélico” un “azote sempiterno para toda suerte de términos medios”. Sus seguidores, los maniqueos negaban que hubiera mezcla posible entre el bien y el mal.
La situación en la que se encuentra el actual debate sobre Madrid Central ofrece un escenario en el que bien podría haberse producido la resurrección de los “elegidos” de aquella secta (célibes y veganos para más señas), y por otro lado el advenimiento del Mal en la vida o las Tinieblas en las que se envuelven quienes no acepten que la Zona de Bajas Emisiones de la capital es el Reino de la Luz profetizado por los maniqueos.
La capital de España corre el riesgo de quedar atrapada en un bucle entre quienes sacralizan Madrid Central y excomulgan a cualquier conciudadano que no acepte su dogma y aquellos que disienten de los términos en los que se ha planteado interesadamente ese debate, con independencia de la intensidad y argumentos que expongan, pues los dogmáticos los convierten en anatema, anulando a quienes sostengan cualquier tipo de pensamiento crítico.
De un lamentable cerrojazo al estudio de alternativas no podrá salir una solución positiva para la ciudad. Hundir el pensamiento crítico frente al pensamiento único es un lujo que ni los ediles de Madrid, ni sus vecinos y comerciantes, se pueden permitir. Tampoco los taxistas.
Vaya por delante que, a los taxistas madrileños -como profesionales que prestan su servicio en el Área de Prestación Conjunta de Madrid (APC), con más de 3.000 kilómetros cuadrados e integrada por más de 40 municipios-, establecer un coto de 472 hectáreas con restricciones a la circulación de los vehículos privados en una zona de gran afluencia de público, a priori, les beneficia. Casi cualquier modelo de restricción de accesos de los vehículos particulares a determinadas vías o zonas de la capital implica, en una lectura egoísta y cortoplacista, más trabajo para los taxistas.
Sin embargo, al interés general y a un servicio como el taxi no le conviene, por el efecto expulsión, el aumento del tráfico en el perímetro de Madrid Central, ni en la M30 o las vías de acceso. Tampoco le interesa la congestión del centro vinculada a la caída que se ha producido en viajeros de la EMT, ni la falta de aparcamientos disuasorios en la periferia o la eliminación de plazas rotacionales a cambio de su ocupación masiva y privilegiada por vehículos de “sharing” o por carriles bici de escaso uso, mientras los destinados a bus-taxi son invadidos por terceros.
Un servicio público como el que prestan los más de 15.000 profesionales del taxi de Madrid debería estar por encima de los partidos políticos que en cada momento dirijan el consistorio y no dejarse tentar por esta división maniquea, y, mucho menos, prestarse a la manipulación. Algunos creemos que la mayoría del “colectivo” de taxistas, también como ciudadanos, votantes y vecinos que son, está a favor de participar, con pensamiento crítico, en la generación de soluciones más amplias que Madrid Central respecto a las políticas de calidad del aire y movilidad de toda la Comunidad de Madrid.
Parece obvio que ambas políticas deben plantearse con un objetivo común y compartido, considerando que las restricciones no son los únicos medios para cumplir los objetivos fijados por el Gobierno Central y la Unión Europea, cuyo Parlamento, por ejemplo, en clara apuesta a la electro-movilidad, va a elevar el objetivo de reducción de emisiones de CO2 al 20% en 2015 y 45% en 2030.
El hecho de cuestionar la idoneidad de Madrid Central, las nuevas medidas a adoptar y su eficacia, debe alejarse de la prisión mental del maniqueísmo y de soluciones dogmáticas. Es decir, superado este episodio, tendría que ser posible ofrecer alternativas, repensar para mejorar el preliminar que ha supuesto Madrid Central y alumbrar medidas con mayor base empírica que ideológica.
El sector del taxi necesita poder ofrecer más servicios y de mejor calidad y que la velocidad media suba en toda la zona del APC, mientras baja el nivel de emisiones y sube la calidad del aire. Para eso es y ha sido un sector comprometido con la renovación de flotas, poniendo su grano de arena para que se avance en la senda de movilidad sostenible y eficiente. Y, por encima de un coto privado, demanda la necesaria estabilidad de una regulación equilibrada frente a sus competidores.
A la mayor parte de los taxistas de Madrid les interesan soluciones o alternativas posibles y basadas en hechos y la experiencia, así que desde sus organizaciones representativas pedimos, por favor, que se abandonen dogmatismo y maniqueísmo y que las nuevas medidas a implantar participen del mayor compromiso posible de toda la ciudadanía para que todos nos sintamos orgullosos del Madrid futuro.
Emilio Domínguez del Valle. Abogado y Secretario General de la Federación Española del Taxi (FEDETAXI).