La avaricia, las prisas y sus constantes exigencias fueron las causas por las que Andrea Orcel no fichó como consejero delegado del Santander. Sus motivaciones estrictamente económicas acabaron rompiendo la confianza de Ana Botín, que decidió abortar la llegada del italiano a la entidad el pasado 15 de enero.
No sólo eso, es que Orcel grabó sus conversaciones con Ana Botín, según se desprende de un comunicado emitido por la entidad. El banco se ha enterado de estas prácticas de "dudosa calidad ética y moral para alguien que pretendía desempeñar el puesto de consejero delegado de Banco Santander" a través de la demanda que el banquero ha interpuesto contra la entidad cántabra por su frustrado fichaje.
Unos hechos que, a juicio del banco, "refuerzan que la decisión adoptada fue acertada".
Estas palabras llegan después de que Orcel haya filtrado los términos en los que ha interpuesto su demanda contra el Santander, y de que haya hecho públicos aspectos que debían quedar en el ámbito privado de la negociación con el banco. Sin embargo, el Santander cree que es "necesario matizar algunos aspectos", pese a que ya ha presentado todos sus argumentos en el juzgado.
No hay contrato, sólo oferta
Según explica el Santander, Orcel se equivoca cuando dice que tenía un contrato firmado, cuando no es así. Se trata sólo de una carta de oferta, en donde no existe compromiso ninguno de contratación. Tan sólo una propuesta que está condicionada a cumplir una serie de requisitos, y en la que el propio Orcel -según fuentes conocedoras- se comprometía a hacer "los mejores esfuerzos" para abaratar la factura de su llegada.
Las conversaciones con Orcel comenzaron tras una reunión con Ana Botín, y de que los disitintos órganos del Santander en materia de gobierno corporativo dieran su visto bueno. Sin embargo, y aunque no estaba cerrado, el banco decide hacer pública su llegada al banco. Un anuncio que se hace "a petición del propio Orcel y de UBS"; sin embargo, "ni ese nombramiento fue efectivo ni el contrato entre el banco y el Sr. Orcel quedó perfeccionado", según el comunicado.
¿Por qué no se puso en marcha la contratación? Básicamente, y según explica la entidad, porque todavía quedaba "pendiente de la negociación y acuerdo sobre uno de sus elementos esenciales (la retribución final a percibir por el Sr. Orcel como buyout)". Además, quedaba sujeto "al cumplimiento de una exigencia legal indeclinable como es su aprobación por la junta general de accionistas y del Banco Central Europeo".
Las negociaciones
A partir del 25 de septiembre, Orcel y el Santander "mantuvieron intensas negociaciones" para definir cuál iba a ser la cuantía del buyout (su indemnización por abandonar UBS). Una cantidad que estaba previsto que se abonara en acciones del Santander, y que se sujetaría a las "métricas de desempeño" acordadas y durante un período de siete años.
Según el relato del Santander, Orcel se comprometió a trabajar para que UBS abonara el 50% de esas indemnizaciones. "Incluso pidió a Banco Santander que le ayudara a redactar una carta que enviaría a UBS en la que sostenía que la entidad debía hacer todo lo posible para asumir la mitad de la retribución diferida".
Ahora bien, desde la entidad que preside Ana Botín dudan de que "llegara a enviar nunca esa carta, cuyo borrador sí le fue proporcionado por el banco".
No sólo eso, es que "lejos de realizar todo lo posible para que UBS le abonara una parte significativa de las retribuciones diferidas, en el transcurso de la negociación el Sr. Orcel rechazó destinar a reducir el importe del buyout los 13,7 millones de euros que UBS accedió a pagarle en concepto de retribución no sometida a diferimiento del bonus de 2018 y las retribuciones diferidas que le correspondían en ese momento".
Ana Botín 'se planta'
Por si fuera poco, según la versión del Santander, durante las negociaciones el banquero "incorporó la necesidad de compensar una nueva y supuesta pérdida retributiva por su salida de UBS derivada de la no percepción de dividendos e intereses por la retribución diferida, cuantificada inicialmente en un importe superior a los 3 millones de euros". Es decir, que la actitud de Orcel encareció su fichaje en 17 millones de euros.
Esas cantidades extraordinarias que Orcel pedía, se sumaban a los 35 millones que el Santander le iba a pagar en diferido, y la prima de fichaje ofertada. Es decir, convertían su llegada en una cuantía inasumible para el Santander.
Fue aquí cuando Ana Botín, según fuentes conocedoras, decide plantarse. Se replantea si merece o no la pena, y decide comunicar que cancela las negociaciones con el banquero italiano.