Transformar los peajes tradicionales en peajes contra la contaminación. Esa es la idea que han presentado los representantes del Área Metropolitana de Barcelona para intentar reducir la entrada de coches en Barcelona y, de esta forma, mejorar la calidad del aire de la Ciudad Condal.
La sombra de una sanción por parte de las autoridades comunitarias a Madrid y Barcelona por los elevados niveles de contaminación, está haciendo que durante las últimas semanas se pongan encima de la mesa distintas medidas disuasorias para sacar coches del centro de las ciudades.
Los responsables del Área Metropolitana de Barcelona han visto una oportunidad en el próximo fin de las concesiones que una serie de peajes cercanos a la Ciudad Condal previsto para septiembre de 2021.
En concreto se tratarían de los peajes gestionados por la Generalitat en Mollet del Vallès y el Maresme y el gestionado por el Ministerio de Fomento en Martorell. La propuesta inicial recogería la creación de una empresa pública que se dedicaría a gestionar tanto estos peajes como otros de nueva creación con los que pretendería reducir el número de vehículos que entraran en la ciudad.
Dependiendo del volumen de coches, del estado de la calidad del aire ese día y del tipo de vehículos (los no contaminantes no tendrían que pagar) la tarifa podría variar. Los ingresos conseguidos se destinarían para mejorar y mantener las infraestructuras, así como para dotar de más recursos al transporte público.
Este anuncio se suma al realizado por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en el que anunció que su equipo está estudiando poner en marcha un peaje para circular por determinadas zonas de Barcelona a partir de julio de 2020 con el objetivo de disminuir los niveles de contaminación en la ciudad.
Esta medida se activaría en el caso de que la denominada como Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de Barcelona, que estará operativa a partir del próximo mes de enero, no diera los resultados esperados.
Casos de éxito de los peajes urbanos
Europa cuenta con varias experiencias exitosas en la tarificación de accesos al centro de las ciudades. Las tasas para reducir la congestión y cumplir con objetivos medioambientales son una realidad desde hace años en ciudades como Londres, Milán o Estocolmo.
Aunque la aplicación de tasas es controvertida, al no ofrecer una alternativa gratuita para los ciudadanos, sus resultados son inmediatos. El tráfico reduce su congestión y la contaminación disminuye drásticamente en el corto plazo una vez se aplican este tipo de medidas.
Londres fue la pionera en este modelo. La capital británica cobra 14 euros al día a todo aquel que quiera circular por el centro de la ciudad que no sea residente. Las personas que viven en una casa dentro del perímetro limitado también tienen que pagar aunque cuentan con importantes descuentos hasta del 90%.
En el caso de Estocolmo, tras aplicar este tipo de restricciones al tráfico mediante el pago de un peaje, la ciudad sueca consiguió un descenso del 9% en las emisiones de óxido de nitrógeno y del 3% del CO2 en dos años y medio.
En otros casos de tasas a la congestión aplicadas fuera de Europa, la tarifa es variable a lo largo del día en función del tráfico medio registrado a esa hora en los meses precedentes. Este es el modelo adoptado por Electronic Road Pricing (ERP) introducido en Singapur, que ha logrado una mejor regulación del tráfico, mayor fluidez. En un año un la velocidad aumentó en las horas pico un 57% en vías rápidas y un 35% en otras vías lo que ha tenido como consecuencia una menor contaminación.