Arabia Saudí: más reacción por riesgo que por suministro
El ataque con drones a Arabia Saudí ha supuesto un impacto importante en la infraestructura petrolera del país, pero no debemos exagerar el impacto sobre el suministro.
Arabia Saudí es el país con mayor capacidad y producción excedentaria de la OPEP, más de 2 millones de barriles al día. La capacidad excedentaria de la OPEP supera los 3 millones de barriles al día. Es solo cuestión de tiempo que Aramco pueda restaurar la producción. Fuentes de Aramco confirman un impacto máximo del 5% de la producción mundial y que se restaurará parcialmente en una semana.
La influencia de la OPEP en el mercado del crudo es cada vez menor. La IEA ha bajado a 28,3 millones de barriles al día la necesidad de crudo proveniente de la OPEP en 2020, 1,4 millones menos de lo que el grupo de productores suministró en agosto 2019.
La posición económica de Arabia Saudí tampoco es de extremada debilidad. El PIB crece a un ritmo del 1,6% (primer trimestre de 2019), el gasto público cayó un 16% en el cuarto trimestre de 2018 y sube 1,5% en el primer trimestre, con el consumo aumentando un 4,8%. La bolsa de Arabia Saudí sí ha sufrido un shock lógico porque una importante parte de los sectores no petroleros en realidad dependen significativamente de Aramco.
Si miramos al riesgo global de suministro, es bajo. La OPEP, que ya llevó a cabo el mayor recorte de producción de su historia en 2017 y lo mantiene, ya se estaba planteando nuevos recortes de producción la semana pasada ante la caída de demanda y pérdidas de cuota de mercado. Incluso la propia OPEP revisó la demanda del crudo de sus socios a un máximo de 30,6 millones de barriles al día para 2019, un millón menos que en 2018, y sin expectativas de cambio para 2020.
¿Quién sale beneficiado? Estados Unidos es el gran beneficiario del cambio de patrón de crecimiento del sector de petróleo. Ya produce casi 12,5 millones de barriles al día y la IEA estima 13,3 millones de barriles al día en 2020, es decir, más que Arabia Saudí y Rusia, que se mantienen alrededor de los 10 millones de barriles al día.
Al contrario que Rusia o Arabia Saudí, Estados Unidos no decide políticamente su producción, sino que son miles de empresas privadas compitiendo, lo cual ha llevado al sector del petróleo no convencional a crecer muy por encima de las expectativas y ser capaz de mejorar su eficiencia hasta ser rentables a 40 dólares el barril, según Morgan Stanley, Rystad Energy y Forbes. La industria del petróleo es ya el 7,6% del PIB de Estados Unidos.
Tanto Estados Unidos como Rusia y otros países productores pueden suplir la producción perdida por el ataque, además de acudir a inventarios y capacidad excedentaria. Los inventarios mundiales se encuentran confortablemente en el rango medio de los últimos cinco años, según datos de la IEA publicados la semana pasada.
Por lo tanto, a pesar del impacto evidente y del riesgo geopolítico, la OPEP tiene cada vez menor influencia en el mercado de petróleo y el precio, como ha demostrado el error de su recorte de producción de hace dos años. Un recorte superior a 1,7 millones de barriles al día que solo ha acelerado la transición, la sustitución y la diversificación.
Y es que el error de la OPEP ha sido ignorar la tecnología y que la diversificación y sustitución son imparables. DNV GL estima que la demanda de petróleo alcanzará su cénit en tres años y que se estancará hasta 2030 para caer abruptamente después. Ninguna gran empresa petrolífera espera que la demanda crezca más allá de 2020, porque la eficiencia y los cambios de motor de crecimiento erosionan la demanda potencial.
Por lo tanto, EEUU ya está ganando la batalla a la OPEP, pero la madre de todas las batallas es la diversificación y sustitución. EEUU está cerca de la independencia energética porque gracias a la competencia y la no intervención, la combinación gas natural, renovables y petróleo es imparable.
Otros cortes de suministro en el pasado han generado impactos muy diferentes en el precio del petróleo, desde subidas exponenciales en la crisis del petróleo de 1973 hasta subidas muy pequeñas por ataques en Libia o Nigeria. Merece la pena resaltar el impacto cada vez menor de los cortes de producción no planificados sobre el precio del petróleo tras la revolución energética de EEUU. Desde entonces, cuando se han dado recortes agresivos, huracanes o riesgos geopolíticos incluyendo sanciones a Irán y Venezuela no se ha elevado el precio del petróleo más de un 12% durante uno o dos meses, según Mean Markets.
El recorte de producción de 2017, por ejemplo, generó solo una subida de 8% y el petróleo se ha mantenido por debajo de los 80 dólares el barril a pesar de sanciones a Irán, huracanes y otros riesgos geopolíticos, además del incuestionable deseo de los productores de la OPEP de conseguir un barril a 100 dólares.
Hablamos, por lo tanto, de un impacto que se puede absorber con relativa facilidad ante el exceso de capacidad y las alternativas existentes, pero que puede generar un aumento de precio relevante a corto plazo, sobre todo por las incertidumbres geopolíticas y el riesgo de que la tensión escale.
En La Madre de Todas las Batallas (Ediciones Deusto, con Diego Parrilla) explicamos hace años que el proceso de sustitución y diversificación acelera el cambio y reduce el impacto inflacionista. Si se generase un aumento de precio desproporcionado y prolongado por pánico, los mecanismos de transición y sustitución actuarían no solo rápidamente, sino que lo harían de manera permanente. Cada vez que se ha generado una subida desproporcionada del precio del petróleo, la respuesta de la tecnología y la diversificación ha sido más rápida y su efecto permanece durante décadas.