Mientras Europa mira con preocupación cómo evoluciona la economía, el Gobierno de Quim Torra prefiere seguir centrado en alentar la independencia, la insurrección al Supremo y el ‘asalto’ a la Constitución. Al contrario que el Ejecutivo de España o el resto de europeos, el catalán saca pecho de cómo están las cosas. Basta analizar lo que decía el propio Torra hace unas semanas en el Parlament: “La economía catalana va bien y a pesar de todos los incumplimientos del Estado es un país en marcha y a punto”.
Unas palabras que hicieron removerse en sus asientos a más de un empresario catalán. Parecen ser más conscientes de que un costipado (o un gripazo) de Europa acabará contagiando a España y, por tanto, a Cataluña. No sólo eso, es que saben (porque lo padecen) que las heridas provocadas por el 1-O todavía no se han cerrado, y que las consecuencias que tuvo para la economía catalana parecen ser irreparables dos años después.
Basta con fijarse en la evolución del PIB de Cataluña para darse cuenta. Hasta el mes de octubre de 2017 la región crecía más que la media de España. A partir de entonces la cosa cambia. Si en el tercer trimestre del 17 la economía catalana avanzaba un 3,4% frente al 2,9% de la española, en el cuarto la situación era del 2,9% para Cataluña frente al 3,1% a nivel nacional. Un cambio de tendencia que ha ido acentuándose con el paso de los meses.
Según los datos que proporciona la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), en el segundo trimestre de 2019 el PIB catalán crecía un 2,1% frente al 2,3% de la media del PIB del país. ¿Los motivos? Muchos y variados, pero sobre todo la incertidumbre que se abrió tras la ‘fugaz’ independencia declarada por el entonces presidente, Carles Puigdemont.
La economía catalana ha visto perder desde entonces a más de 5.500 empresas de la región, según datos del Colegio de Registradores. ¿Su destino? Madrid, en su mayor parte. Eso explica, en parte, el mayor crecimiento que ha tenido el PIB de la capital frente al catalán, algo que tampoco ocurría entre 2014 y 2017. Por si fuera poco, y según el BBVA Research, en estos dos años la economía catalana ha dejado de crear algo más de 30.000 puestos de trabajo.
Si se mira en términos de empleo, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), el principal impacto tuvo lugar en los primeros meses tras el 1-O, aunque luego fue recuperándose progresivamente. Ahora bien, uno de los primeros síntomas de que las cosas empeoran ya en Cataluña, es que en agosto las listas del paro se incrementaron en 12.500 personas.
Otro de los efectos que hubo sobre la economía catalana tras el 1-O es la espantada de la inversión extranjera. Según datos del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat), en el primer semestre del año ha caído un 16,8% respecto al 2018 y un 31 por ciento si nos fijamos con el ejercicio 2017. Es decir, que los extranjeros prefieren invertir su dinero en otras Comunidades Autónomas.
Madrid, beneficiada
En ese sentido Madrid ha sido la gran beneficiada. El 81% de la inversión extranjera en 2018 tuvo esa Comunidad como destino. Es cierto que el dato está muy hinchado por la venta de Abertis, aunque no debe olvidarse que el gestor de infraestructuras fue una de las muchas empresas que se marcharon de Cataluña tras el 1-O.
No sólo fue Abertis. También otras empresas señeras como Caixabank, Fundación Bancaria La Caixa, Naturgy, Amiral, Sabadell, Zurich, Allianz, etc. Buena parte de esas compañías eran entidades financieras y de seguros que buscaban seguir bajo el paraguas de Europa si las cosas empeoraban. Sobre todo después de comprobar cómo en cuestión de semanas se esfumaron 37.500 millones de euros en depósitos de las sucursales bancarias.
Según los datos del Banco de España las cosas no empezaron a recuperarse hasta el segundo trimestre de 2018. ¿Y qué ha pasado desde entonces? Pues que el dinero no ha vuelto todavía a Cataluña: sólo 20.000 millones han retornado hasta la región, lo que demuestra la desconfianza que existe en torno a la política que aplica el Gobierno de la Generalitat.
Es cierto que pese a estas cifras ‘macro’ Cataluña sigue siendo una economía con gran peso económica en España. Se mantiene como líder en aportación del PIB a la economía del país gracias a su fuerte tejido industrial, pero la actividad fabril empieza a resentirse (por los fríos vientos que vienen del exterior) y eso pasará factura.
Ahora bien, los datos son importantes, pero lo que realmente ha perdido cataluña es poder económico. ¿Qué se entiende por poder económico? Capacidad de influencia. Es decir, que en su economía haya centros de decisión de las empresas, algo que se fue perdiendo a medida que iban saliendo sedes sociales tras el 1-O.
Se trata de una preocupación que los propios empresarios catalanes trasladaron a Torra en la última reunión celebrada en Sitges por el Círculo de Economía. Allí su expresidente, Juan José Brugera, alertaba a Torra de que esa pérdida de poder “empezaba a notarse”, y que eso podía pasar factura en el futuro.
Un mensaje que trasladaba también al propio presidente de la Generalitat el nuevo responsable del Círculo, Javier Faus, hace tan sólo unos días. Instó a avanzar en la competitividad de la economía, y a abordar la redefinición del modelo territorial desde el diálogo y dando a Barcelona un gran peso como área metropolitana.
¿Qué dijo Torra? Hizo oídos sordos, como demuestra el hecho de que su Gobierno haya anunciado ya su intención de subir el IRPF en el tramo autonómico y también los impuestos medioambientales. Toda una declaración de intenciones en plena llegada de la recesión económica.
Torra tiene claro su objetivo, y no parece que éste case con el que tienen los empresarios. Ahora sólo queda esperar que la pérdida de poder económico no empieza a afectar también a su peso en el PIB del país. Sobre todo porque la gran locomotora, Barcelona, no parece que vaya a tener oportunidad de salir al rescate con un Gobierno como el de Colau que también tiene su propio proyecto.