“You say you think you got it all figured out, how hard times can fool you”. Steve Perry.
Los ciclos económicos existen. Eso no significa que haya que ignorarlos o considerarlos una fatalidad del destino. La razón por la que en el mundo hemos alcanzado un nivel de desarrollo impensable hace décadas, añadido a la mayor y más rápida reducción de la pobreza y mejora de las condiciones de vida de todos, es precisamente porque los agentes económicos se adaptan y el ingenio humano nos lleva a nuevos máximos de bienestar.
La economía no es una fatalidad y los cambios no son nada más que estupendas oportunidades para continuar avanzando.
Sin embargo, el pensamiento único socialista nos quiere vender dos falacias: que las recesiones y la desaceleración son una especie de OVNI externo que cae del cielo, que no se puede hacer nada para evitarlo, y que la inversión es una especie de donación. La idea de que la inversión es una generosa concesión del gobierno a los creadores de empleo, que reciben el supuesto privilegio de arriesgar sus ahorros y su trabajo y éstos deben aceptar los vaivenes políticos que decida alguien que nunca ha creado un puesto de trabajo ni una empresa.
No es una sorpresa que en un país como España se nos intente convencer de que los que deben pilotar nuestra economía deben ser personas que nunca han creado un empleo ni una empresa. Nos dice el presidente del Gobierno que “si la economía se enfría” -como si él y sus políticas no la pusieran en el congelador-, él y su gobierno estarán para ayudar a los más perjudicados.
La táctica de poner zancadillas y luego exigirnos que les agradezcamos que nos ofrecen la mano para levantarnos. “Me lo debéis todo”, como siempre dice el profesor Juan Manuel López-Zafra cuando se refiere a la “generosidad” del gobierno con el dinero de los demás.
No, la recesión no es inevitable ni viene sobrevenida ni la inversión es una concesión magnánima de los políticos a los creadores de empleo.
España puede afrontar la ralentización con las políticas adecuadas, y aprovechar el entorno global para mostrar que, ante la incertidumbre, el sitio donde invertir es España.
Es momento de mirar al futuro con optimismo y con ilusión porque tenemos todos los ingredientes para fortalecer la economía, haya o no recesión a corto plazo.
España puede beneficiarse de las cuatro tendencias más importantes de la economía global a largo plazo:
1.- La revolución tecnológica: atrayendo empresas con una fiscalidad adecuada para las actividades y, sobre todo, los emprendedores y empleados que reciben acciones como remuneración, y cercenando la burocracia.
2.- El aumento de la clase media a nivel global: En el rato en el que usted lea este artículo, habrán entrado en la clase media más de 5.000 personas en el mundo. Nuestro país ofrece bienes y servicios de máxima calidad para atender a esa demanda maravillosa.
3.- El reto demográfico: La longevidad no es un problema ni mucho menos una carga. Debemos estar muy orgullosos de ser un país que ofrece la mejor calidad de vida y una de las mayores esperanza de vida a los ciudadanos. Pero se deben poner en práctica políticas serias que favorezcan la natalidad, que eliminen la ridícula obsesión con el presentismo laboral y adopten las oportunidades que ofrece el teletrabajo, que no se hunda a impuestos a las familias.
4.- La descarbonización: Con una política energética que ponga la competitividad y la tecnología como pilares fundamentales y deje que nuestros líderes mundiales en cambio tecnológico sigan fortaleciéndose. Para que el proceso no suponga una carga de elefantes blancos innecesarios (planes E encubiertos como los que se han presentado recientemente) ni la caza de subvenciones, sino una oportunidad de convertir a España en un líder en competitividad y creación de empleo que atraiga, en vez de desplazar, industrias.
Todos estos factores los hemos detallado en esta columna en varias ocasiones, con propuestas.
La mejor política social es el empleo, la mejor manera de afrontar el reto tecnológico es atraer inversión y liderarlo, no intentar pararlo, y la mejor manera de enfrentarse a un entorno de desaceleración es que los que mejor han gestionado la crisis, empresas y familias, dispongan de más de su propio dinero.
Aumentar la renta disponible, facilitar y fortalecer la inversión bajando impuestos y reduciendo burocracia son factores esenciales para evitar caer en los errores de “los brotes verdes” y gastar “porque tenemos margen”.
Solo vamos a fortalecer la economía española atrayendo más, mayores y mejores empresas y con ello mayor empleo y bienestar. No existe el sector público sin un sector privado dinámico y fuerte, y si no nos damos cuenta de ello, en pocos años veremos que las empresas a las que atacan eligen otros lugares para invertir y que expoliar a los ciudadanos no genera bienestar sino empeoramiento.
No podemos ignorar el peligro. Nunca hemos vivido una época en la que el autodenominado progresismo haya sido más regresista. Están en contra de las tecnologías disruptivas, del cambio de patrón de crecimiento, de los creadores de empleo y de todo lo que parezca competencia y desarrollo, mientras se llaman a sí mismos anticapitalistas cuando son los más voraces depredadores del capital de los demás.
La clave de este periodo es simple y a la vez difícil: la política fiscal es el epicentro sobre el que se asientan los incentivos orientados al crecimiento y la prosperidad. Por ello, es más necesaria que nunca una revolución fiscal que ponga en valor el esfuerzo y trabajo de familias, trabajadores, empresarios y emprendedores. Para que sepan que cuando lleven a cabo su proyecto, el fruto de su esfuerzo y de su ahorro no va a ser confiscado.
El respeto absoluto a la propiedad privada y al esfuerzo de los creadores de riqueza, con un sector público sólido que da servicio, es la mejor manera de mejorar el bienestar de todos.
Nos enfrentamos a un periodo difícil pero no podemos caer en el victimismo. España puede revertir esta situación de deterioro por goteo y acabar con el rentismo de los que ponen escollos al crecimiento y luego se presentan como salvadores. Lo primero es aprovechar que en los próximos años se invertirá más de un billón y medio de euros en tecnología y nuevas empresas. Para que lo hagan en España es esencial acabar con el tsunami fiscal y burocrático que frena nuestras oportunidades.
Es esencial terminar con la mentalidad de Sheriff de Nottingham que siempre se queja de que recauda poco, que siempre piensa que usted gana mucho y ellos gastan muy poco. España recauda una cifra ópticamente baja sobre el PIB porque tiene más del doble de paro y empresas mucho más pequeñas que sus países comparables, no porque los impuestos sean bajos.
Menos burocracia, más facilidades y una fiscalidad orientada al crecimiento nos pueden ayudar a liderar el crecimiento espectacular que vendrá de las cuatro tendencias mencionadas. La política del avestruz y volver a los errores de 2009 solo harán que España pierda el tren del crecimiento y bienestar que llegará con seguridad en las próximas décadas.