La pregunta que surge hoy en todas las conversaciones es si la economía española y la global van a entrar o no en recesión. Lo que suceda con el crédito en China, tendrá mucho que ver con lo que termine ocurriendo finalmente.
A comienzos de 2016 todo apuntaba a que la economía mundial estaba a punto de entrar en recesión: no solo se derrumbaban las Bolsas y se tambaleaba el Deutsche Bank, sino que en EEUU la industria estaba ya en una recesión clara, en buena parte provocada por el sector de la energía (caída del precio del petróleo del 76%) mientras que el precio de las demás materias primas también había retrocedido a niveles recesivos. El precio de los metales industriales, por ejemplo, había caído un 52% en los cinco años transcurridos entre enero de 2011 y enero de 2016, y en solo el último año y medio anterior a esta última fecha la caída era de un 36%.
La salvación, aparte de otros estímulos que también ayudaron, vino de China en forma de crédito: entre diciembre de 2015 y agosto de 2017 (incluido) la allí llamada Financiación Social Total acumulada subió un 25%. Ese fue el estímulo fundamental de que dispuso la economía global para evitar una recesión que parecía cantada. China hizo de locomotora de la economía mundial en 2016 y 2017.
Sin embargo, concluido el efecto de ese estímulo fructífero a finales de 2017, todo empezó a desacelerarse y China no ha reaccionado a esa desaceleración de la economía global con la misma contundencia: desde finales de 2017 hasta agosto de este año incluido, el crecimiento de la Financiación Social Total ha sido del 20%. Importante, pero, por lo que parece, no suficiente ni para revigorizar la economía china (que ha bajado su ritmo de crecimiento desde el 6,8% de hace dos años hasta el 6,2% del segundo trimestre de este año) ni para tirar de la economía mundial: la Financiación Social Total subió un 10,7% entre agosto de este año y agosto del año pasado, acumulando un total de 216 billones de yuanes, equivalente a unos 30,35 billones (trillion) de dólares.
La causa de ese menor ritmo de crecimiento de la Financiación Social Total ha sido el intento de las autoridades chinas de estabilizar y sanear su sistema financiero por vía, entre otras, de forzar la reducción de lo que se llama “banca en la sombra” y de la consiguiente utilización por parte de las empresas y entidades locales de lo que se denomina financiación fuera de balance. El resultado ha sido un endurecimiento por esa vía de las condiciones crediticias en China y el subsiguiente pánico de las autoridades del país al contemplar el impacto negativo de todo ello sobre el crecimiento económico, lo que ha dado lugar a que, de nuevo, hayan abierto la mano y permitido que la financiación fuera de balance haya empezado a recuperarse.
De modo que una de las claves de si la economía mundial va a entrar o no en recesión es si las autoridades monetarias y fiscales de China adoptan nuevas medidas de estímulo que eviten la recesión como ya hicieron en 2016. Sin embargo, ahora hay un elemento nuevo con el que no se contaba en 2016: la guerra comercial entre China y EEUU. Una de las muchas maneras de ver cual está siendo el impacto de la guerra comercial, y de los demás factores en juego, sobre la economía mundial es ver cómo están reaccionando las Bolsas a la nueva situación. Y la reacción ha sido como sigue.
En la propia China: tras haber caído un 47% en el segundo semestre de 2015, el índice de la Bolsa de Shanghái subió un 30% acumulado en el conjunto de los dos años de los estímulos, 2016 y 2017. Después de eso volvieron los problemas: -30% en 2018 y una recuperación que ya acumula el 18% en 2019, coincidiendo con que los estímulos se han vuelto a acelerar de nuevo en un año en que, para empezar, la Financiación Social subió más de cuatro billones de yuanes solo en el mes de enero.
En términos netos la Bolsa de Shanghái está solo un 6% por encima de su nivel de enero de 2016, el momento de los últimos cuatro años en que más arreciaba la tormenta y un 19% por debajo de su mejor nivel reciente, el de enero de 2018. En resumen: hubo una fuerte recuperación de la Bolsa en los años de los estímulos, 2016 y 2017, y un retroceso posterior.
En EEUU, el comportamiento de las Bolsas ha sido también muy bueno en dos de esos cuatro años, 2016 y 2017, pero en los dos siguientes la Bolsa ha estado estancada, superando en la actualidad su máximo de enero de 2018 en apenas un 3% (medido por el índice S&P 500).
En suma, las Bolsas chinas están muy cerca de sus niveles mínimos de hace cuatro años y las de EEUU cerca de sus máximos de hace dos años.
Haciendo algo parecido para un índice de Bolsa mundial (el MSCI World en dólares) el panorama es muy similar: una fuerte revalorización desde febrero de 2016 hasta finales de 2017 (+53%) y un estancamiento posterior, a partir de enero de 2018, lo que, tras fuertes altibajos, lo tiene en estos momentos más de un 4% por debajo de su mejor nivel, el de enero de 2018.
El comportamiento descrito del índice de la Bolsa mundial por una parte y de las de EEUU y China por otro, evidencia lo que es la foto de la economía mundial en este momento: un compás de espera (o de estancamiento) en el que la economía de China parece bastante más perjudicada que la de los EEUU, al menos por ahora, y en el que el conjunto de la economía mundial está perjudicada también, aunque menos que la de China y más que la de EEUU. Una conclusión que coincide con la que se extrae de los datos de crecimiento económico publicados.
Esta conclusión tiene una parte negativa y otra positiva. La negativa es que la situación puede seguir deteriorándose: no se estancan las Bolsas así durante casi dos años si no hay motivos más que sobrados de alarma. La positiva es que no ha cundido el pánico en las Bolsas mundiales, lo que ya es mucho dada la acumulación de noticias desestabilizadoras que hay sobre la mesa.
Es curioso: un compás de espera parecido se produjo en la Bolsa de EEUU y en las mundiales (aunque no en la china) en 2014 y 2015. Al final, todo quedó en una falsa alarma. En buena parte, gracias a China. No está claro que China esté en condiciones de repetir la hazaña esta vez.