España, sumida en la pobreza de la posguerra, vivía los años del hambre y la miseria. En plena autarquía, el sector de la agricultura sufría la intervención de gran cantidad de productos, como es el caso del trigo. En ese escenario lúgubre, en un pequeño pueblo de Palencia, Villada, nacía Facundo.
Los frutos secos, en general, y las pipas de girasol, en concreto, eran algunos de los productos que permanecían libres en este etapa. Lola y Facundo, el matrimonio que fundó la compañía, pidió un crédito de 90.000 pesetas al desaparecido Banco Hispano Americano para hacerlo: "Vieron ese nicho de mercado y lo acometieron con valentía, sin capital propio y partiendo de un crédito", explican desde la compañía. Facundo nació en noviembre de 1944.
En esos primeros años, no obstante, las pipas no eran todavía las protagonistas. El matrimonio comenzó a tostar cacahuetes y avellanas. Diez años después, en 1954, Facundo empieza a fabricar sus pipas tostadas y pone a la venta cacahuetes repelados. En esa época, cuentan desde la compañía, la empresa familiar pone en marcha sus primeras acciones de márketing: llevan a su burro Baldomero a la Feria del Campo, donde causa furor.
Unos inicios en los que la compañía fue sentando sus bases, invirtiendo en ocasiones en mejoras como la primera máquina de envasado importada de España: era el año 1957, y Lola y Facundo la trajeron de Alemania para embolsar después las pipas de una peseta. Un año más tarde comienzan a fabricar las pipas aguasal.
El toro como símbolo
"...Y el toro dijo al morir: 'Siento dejar este mundo sin probar pipas Facundo". Con este eslogan, que hoy todavía se recuerda, la compañía daba más fuerza en los años 60 a sus campañas publicitarias, dándoles protagonismo en las principales ferias taurinas a través de cuñas de radio y publicidad en los furgones de reparto. El torero y el toro aparecían hasta hace muy poco, de hecho, en las bolsas de los productos Facundo; hoy, solo un toro sonriente saluda desde ellas.
Con el impulso adquirido, Facundo lanzó al mercado en esos años las pipas de calabaza y los pistachos, al tiempo que, de la trastienda donde trabajaba hasta el momento, se traslada a una nave de más de 2.000 metros cuadrados en la misma localidad palentina.
En los años siguientes, la compañía trató de modernizar los sistemas de trabajo y comenzó a explorar otras vías de negocio. Así, la segunda generación llega a la empresa y pronto se pone en marcha una red de distribución de productos propia.
Palomitas, Rulitos, Chaskis, Bolitas de queso, Agujitas... los años 80 son muy fructíferos en la compañía, que lanza al mercado media decena de productos nuevos con los que tratar de llegar a más hogares. En 1989 muere Facundo, el cofundador de la compañía, que pronto contará con una calle en Villada.
Su mujer, Lola, también es homenajeada. En los 90, recibe la Medalla al Mérito al Trabajo y es homenajeada por el Ayuntamiento de la localidad palentina, que le impone la Medalla de Oro y la nombra hija adoptiva de la localidad. Tras su fallecimiento, en 2006, Lola también da nombre a una calle del pueblo, que levantaría, además, un Monumento a la Pipa en una de sus plazas.
El 'boom' de los 2000
Facundo se lanza al retail casi llegados los 2000, creando una línea de productos específica para ser expuesta en los lineales. En esos años continúa lanzando productos como las Papa-Paja o las Pipas Chimichurri; en 2009, un miembro de la tercera generación de la familia entra en la compañía para impulsar su internacionalización.
En estos últimos años, la empresa ha introducido en el mercado nuevas marcas, al tiempo que ha modernizado sus sistemas y se ha adaptado a demandas del público como productos para celíacos. Sobre el papel, la estrategia parece funcionarle: en 2018, últimos datos disponibles en el Registro Mercantil, Facundo facturó más de 16 millones de euros, una cifra parecida a la del año anterior.
75 años después de su nacimiento, Facundo sigue manteniendo su hueco en los comercios españoles.