Ana Botín lo ha vuelto a hacer. La presidenta del Santander se ha vuelto a presentar ante los jerifaltes del sector financiero para decirles lo que todos saben y pocos se atreven a reconocer: que tienen un problema de confianza y que si no lo solucionan pronto el negocio se verá resentido. Una cuestión que toca de lleno a la banca, pero que se extiende a buena parte de las empresas que operan bajo el paraguas del capitalismo actual.
La crisis vivida entre 2007 y 2014 ha dejado profundas heridas que todavía no han terminado de cicatrizar. Y no lo harán porque hasta entonces “políticos, empresarios o banqueros eran personas que inspiraban confianza” hasta que “de repente lo dejaron de hacer”, según Ana Botín. ¿El motivo? “Los errores de unos pocos que contaminaron la percepción de la opinión pública sobre nosotros”.
Una materia sobre la que los banqueros (y los no banqueros) han reflexionado mucho, pero sobre la que no han avanzado prácticamente nada. Así que Botín ha puesto sobre la mesa una solución de la que lleva hablando de forma más o menos explícita desde hace varios años: la refundación del capitalismo. Una transformación en línea con los principios fijados por la US Business Round Table el pasado verano, cuando abogaba por lograr que el sistema capitalista empezara a tener un cariz más humano.
Tener en cuenta el entorno
“Las empresas necesitan tener en cuenta los intereses y las expectativas razonables de un amplio abanico de stakeholders, entre los que se encuentran los clientes, los empleados y las comunidades en las que operan, además de los accionistas”, decía esa declaración de principios que Botín relataba ante los asistentes a la Conferencia Internacional de Banca organizada por el Santander.
Hablamos de todo “un vuelco a la ortodoxia imperante en los últimos treinta años, según la cual la única responsabilidad de las empresas era hacia sus accionistas”. Un cambio radical para unas empresas que, si quieren subsistir en el siglo XXI, tendrán que asumir que los clientes exigen nuevos compromisos en materia de medio ambiente, de transparencia e incluso en cómo contribuyen a lograr que la sociedad en la que operan prospere.
Pero, ¿por qué lanzar este mensaje ante sus colegas? El primer motivo, por convicción personal. Botín lleva meses hablando de feminismo o cambio climático, pero también de los programas que el Santander ha puesto en marcha para permitir -por ejemplo- la inclusión financiera en México.
Botín se ha dado cuenta de que otra de las exigencias de la sociedad tras la crisis pasa por ver a los líderes empresariales ‘mojarse’. Hablar de los debates y las preoupaciones sociales sin tapujos y lejos del boato que les acompaña. Merece la pena leer su discurso para darse cuenta.
El mensaje es claro, y si alguien está autorizado para lanzarlo es ella. Como presidenta del primer banco de la Eurozona tiene galones más que suficientes para recordar a sus colegas que el negocio tiene que virar, que tiene que cambiar y que debe hacerlo de forma urgente antes de que sea demasiado tarde.
Una banca sana que encuentre la manera de “asegurarnos de que seamos parte de la solución y no del problema”, repetía Botín, y eso pasa -una vez más- por tener la confianza de los ciudadanos. Sin ella los bancos están abocados a la extinción ya que el negocio pasará a manos de nuevos actores que están al acecho.
La confianza es algo que se pierde en un minuto, pero para recuperarla se necesita tiempo y esfuerzo. Todavía hay margen de actuación, pero no deben perder de vista que el capitalismo que exige la sociedad es más humano, y que atrás han quedado los tiempos del agresivo ejecutivo de Wall Street. Botín lo tiene claro, el resto tendrá que demostrarlo.