Pablo Iglesias y Unidas Podemos tienen una obsesión: la banca pública. No lo ocultan, lo dicen sin remilgos y, a buen seguro, la fórmula de articular una entidad financiera que dependa directamente del Gobierno será uno de los puntos clave que estará encima de la mesa de las negociaciones con el PSOE. Más ahora que el líder morado podrá presionar desde la vicepresidencia para tomar medidas que sirvan para "ayudar a la gente".
Bankia es la pieza de caza mayor para Podemos. Sus programas electorales lo reflejan bien claro: “aprovechar este recurso para introducir competencia en el sector, asegurar que tengan acceso al crédito los elementos más productivos del sistema e introducir parámetros de justicia en el mercado hipotecario”. También apuestan porque el banco atienda a las necesidades sociales de la banca e introduzca cajeros en la España vaciada y realice inversiones en vivienda social.
Toda una banca pública a la antigua usanza. A la forma de hacer de las Cajas de ahorro, aquellas que miraban por el bienestar de las zonas en las que operan y cuyas consecuencias todos conocemos… porque de aquellos polvos vienen estos lodos. Las sospechas por las intenciones de Podemos en este sentido ya están encima de la mesa, y a las pruebas de la Bolsa nos remitimos: en dos jornadas la entidad se ha dejado un 8% sólo ante la posibilidad de que el ‘cataclismo’ pueda llegar a producirse.
El sueño de Iglesias está un paso más cerca, pero todavía tendrá que esperar a que Sánchez pueda terminar un puzzle de nueve partidos que tendrán que dar sus apoyos (o abstención en el caso de ERC). Así que la cosa va para largo. Sin embargo, el mercado se mueve y se agita -en primer lugar- porque ven que la prometida privatización de Bankia se aleja en el tiempo y, lo que es peor, podría no llegar a corto plazo.
Es cierto que Nadia Calviño será la vicepresidenta económica (si el presidente Sánchez cumple con lo prometido). Se presupone que debe ser un contrapeso a los desmanes económicos de Podemos, pero ante las ataduras de los apoyos todo puede pasar. Así que, aunque el Fondo de Reestructuración Bancaria (FROB) es el accionista mayoritario de Bankia y está en manos de Calviño, los mercados ya tienen la mosca detrás de la oreja.
Analistas del sector explican que hay muchas maneras de influir en Bankia para convertirla en banco público. La primera, y más evidente, manteniendo el 62% de participación del Estado -vía Frob- en ella o, incluso, aumentando todavía más sus posiciones. De este modo, el mensaje al consejo de administración de José Ignacio Goirigolzarri estaría claro: la apuesta de Bankia es la banca pública.
¿Es factible? A priori y con el actual presidente del Frob, Jaime Ponce, no. Él, como Goiri, lo tiene claro: el Estado debe salir. Su puesto vence el año que viene y el perfil de su sucesor será clave para determinar cuál será la orientación que tendrá el banco en los próximos años. Si el ‘accionista’ habla, la empresa debe obedecer. Tendría que hacerlo, incluso, aunque no aumentara su participación.
Si el Frob decide un cambio de rumbo en el consejo, Bankia tendría que empezar a dar créditos a los sectores más desfavorecidos, apuesta por la vivienda social, etc.
¿Otra fórmula? Exprimir la vaca. Iglesias coincide con el PSOE en que los bancos deben devolver el dinero del rescate financiero. Así que, ¿por qué no incrementar la política de retribución al accionista en Bankia? Absolutamente lícito, aunque habría que presionar al consejo para que tomara esa decisión. Si se logra el objetivo, miel sobre hojuelas: el banco estaría devolviendo el dinero con el que fue rescatado por la vía del dividendo. Una opción que supondría casi suicidio para un banco que ya está sufriendo con los tipos ‘bajos’ que ha impuesto el Banco Central Europeo.
Está por ver qué ocurre, pero parece muy obvio que los inversores temen cualquiera de estos escenarios. Habrá que esperar a conocer el programa que Sánchez e Iglesias cierran, las cartas que se dan. De momento el PSOE insiste una y otra vez en que el nuevo Ejecutivo será “moderado que atenderá al interés general”. ¿Es interés general un banco público? Los pactos y las cuentas de la presidencia lo dirán.
Otra cosa es que, ocurra lo que ocurra, Goiri quiera seguir el ritmo.