Once años después de que la crisis financiera pusiera fin al festín de compras en Latinoamérica y Europa que lideró César Alierta para construir un imperio de las telecomunicaciones, Telefónica se ha puesto a dieta. La compañía llevaba años cuidando su menú diario para reducir deuda, pero a partir de hoy se someterá a un régimen planificado y estricto para perder peso con más resultados.
Gran aficionado a los maratones, José María Álvarez-Pallete ha tomado esta decisión con el fin de poner en forma la compañía para tomar la delantera en la que va a ser la carrera más exigente para Telefónica en sus 96 años de historia: la quinta revolución industrial que ya ha comenzado con los primeros pasos del 5G.
El discurso de Álvarez-Pallete no es nuevo. El presidente ejecutivo de Telefónica lleva tiempo anunciando que ese nuevo mundo inteligente ya está aquí y que la multinacional se transformará para "liderar" ese futuro.
Sin embargo, como señalaba recientemente una persona próxima al consejo, el presidente tomó las riendas de la compañía en abril de 2016 y ha necesitado un tiempo -que la acción en Bolsa no le ha dado- para poner en marcha su plan con cambios que seguirán el próximo año, en el que Telefónica afronta la renovación de casi la mitad de su consejo de administración.
Tras reunir a sus consejeros durante dos días en Barcelona, Álvarez-Pallete ha articulado la fórmula con la que hará realidad un discurso que no estaba siendo bien entendido por los mercados financieros. Y en un mundo cada vez más complejo, esa fórmula pasa por la simplificación y la eficiencia.
Simplificación en todos los sentidos, puesto que la compañía se dispone a ir abandonando países que le suponen un quebradero de cabeza y cada vez aportan menos a su cuenta de resultados para centrarse en los que hacen de ella un grupo fuerte de verdad.
En el primer grupo, figuran Venezuela, Colombia, Argentina o Chile, mercados en los que la inestabilidad ha hecho que la inflación se coma los ingresos de Telefónica y donde la depreciación de las divisas complica rentabilizar el negocio de una empresa de la zona euro.
En el segundo grupo, el de los países por los que apostará, figuran España, Brasil, Alemania y Reino Unido, pese al brexit.
Son solo cuatro de los 14 países en los que opera. Pero concentran el 63% de sus líneas y el 80% de sus ingresos y flujo de caja operativo.
Dentro de su nueva estructura, los cuatro países 'core' formarán la primera división que vigilará el consejero delegado del grupo, Ángel Vilá. Los 10 países restantes pasarán a formar parte de una nueva filial unificada (spin off) que reportará a la directora financiera, Laura Abasolo, y se dedicará a estudiar si busca alianzas para explotar su negocio en ellos o si opta por medidas más drásticas como una venta o una salida a Bolsa.
La nueva estructura se completa con otras dos grandes unidades. Se trata de Telefónica Tech (división que integrará el internet de las cosas, la ciberseguridad o el cloud) y Telefónica Infraestructuras (para aglutinar las redes por las que circulará la vida en el mundo del 5G).
Esta estructura no es baladí. Con ella Álvarez-Pallete pretende dar más visibilidad a dos áreas clave de su negocio que el mercado no está sabiendo premiar y que al regulador le cuesta entender: su poderío en el mundo de los datos y sus inversiones en redes, es decir, en las autopistas de la información de esta quinta revolución industrial. Se trata de inversiones ya realizadas, frente a otras operadoras que las tienen sin hacer.
Si Pallete cumple con su objetivo, esa simplificación se traducirá en una nueva estructura con la que a punto de cumplir su primer centenario, Telefónica pretende llegar a celebrar su 200 cumpleaños. Y si el plan funciona probablemente no será la última gran revolución que el antiguo monopolio español tendrá que afrontar, puesto que como sabe su actual presidente, solo son capaces de sobrevivir las empresas que cambian.