Enrique Dans lleva más de veinte años estudiando cómo la tecnología transforma la sociedad. Asesor de distintas empresas y startups, también es profesor de Innovación del IE Business School y consejero de EL ESPAÑOL, acaba de publicar Viviendo en el futuro, un libro en el que explica claves sobre cómo la tecnología está cambiando el mundo en el que vivimos.
Una amplia reflexión sobre la cada vez más complicada coexistencia entre máquinas y humanos, que pasa por resolver un tema vital que está ahora mismo en la agenda de todas las empresas y ciudadanos: “la emergencia climática, que viene del uso de una tecnología que consistía en quemar lo que había en el suelo”.
El profesor reconoce que durante la preparación del libro, en el que habla de cómo serán los hogares, la salud, la movilidad o la educación del futuro, se dio cuenta de que todos los caminos le llevaban a lo mismo: o se soluciona el problema del cambio climático, o todo lo demás dará igual. “La gente tiene que entender que esto nos va a afectar a todos”, sentencia.
Parece que son los más jóvenes quienes encabezan esas manifestaciones contra la llamada “emergencia climática”.
Estamos ante una generación diferente a todas las anteriores. A nosotros nos han vendido que cosas que eran buenas, de repente eran malas y luego volvían a ser buenísimas. Ahora no, no se dejan influenciar tanto. Se ven como la única generación que puede evitar que esto vaya a peor, y que son los únicos que tienen capacidad de hacer algo, porque los que vengan después ya dan igual. De ahí movimientos como el Fridays for Future.
Ese movimiento lo encabeza Greta Thunberg, que llega a Madrid este viernes. Una niña de 16 años que ha conseguido remover conciencias, pero sobre la que existen muchas dudas acerca de los intereses de las personas que la rodean.
Greta Thunberg, con todo el malestar que provoca entre los mayores de 40 años, ha hecho más por el clima que todos los políticos juntos. Se trata de un símbolo. Que esté más o menos mediatizada me da igual si funciona. Que sea más o menos extravagante, da igual. La coherencia que demuestra con sus ideas busca, precisamente, que el símbolo funcione.
La gente tiene que entender que el cambio climático es algo que nos va a afectar a todos.
En su libro dice que la tecnología nos va a ayudar a resolver este problema, ¿de qué manera?
Hay que tener en cuenta que la emergencia climática viene del uso de una tecnología barata, que consistía en quemar todo lo que había en el suelo. Ahora la ola tecnológica que viene es la que nos tiene sacar del problema.
Vamos a prescindir de esa fuente de energía que lo quemaba todo, y nos desplazamos hacia otra en la que el componente más limitante es el litio, que no se quema y se puede reutilizar. La cuestión es buscar otras formas de abastecernos de energía, y si coincide con que podemos aprovechar mejor todo lo que viene del sol, pues al final parece que tienes un sistema que pinta mejor de lo que teníamos hasta ahora.
Todo esto provocará cambios geopolíticos. Si prescindimos del crudo, por ejemplo, es evidente que países como Arabia Saudí o se adaptan o empezarán a tener serios problemas.
El tema está en que nos movemos en un modelo basado en fronteras que tiene poco sentido, en el que la globalización se va a ralentizar porque hasta ahora había un coste medioambiental que nadie asumía.
¿Hacia dónde vamos? Hacia un modelo en el que no hay un regulador claro, en el que la soberanía se va diluyendo, pese a que aún hay gente que piensa que poner fronteras es algo lucrativo. Ahora bien, Bolsonaro -por ejemplo- puede decir que quiere seguir quemando combustibles fósiles o la Amazonia al completo, pero terminará aislado internacionalmente porque existe una conciencia global para cambiar el modelo.
¿Y ese modelo cómo encaja con el que tenemos actualmente?
Lo veremos poco a poco. Las herramientas las tenemos, y podemos usarlas para lo bueno y para lo malo. Mira las redes sociales. Sirven para conectarnos con los amigos, pero de repente los políticos empiezan a utilizarlas para enviar sus mensajes a los votantes, llega el microtargeting y acabamos en que se convierten en el aliado perfecto para los populismos.
Ahora estamos en plena polémica para ver cómo se regula esto. Twitter ha hecho su propia regulación, Facebook dice que no quiere señalar si algo es o no mentira, y Google ha cambiado sus reglas de propaganda política para evitar la segmentación por ideologías, pero permite hacerlo por edad, nacionalidad y las páginas que has ido leyendo.
Ahora mismo estamos en plena discusión sobre cómo regular eso, pero las redes sociales han servido más para polarizar que para conectar a la gente.
En esa gran influencia de las redes sociales influye la manera en la que estamos acostumbrados a recibir información, ¿deberíamos aprender a informarnos de otra manera?
Seguro. La educación es la gran palanca para ello. Hay que introducir el desarrollo del sentido crítico. Esto incluye cargarnos el libro de texto. En el mundo de hoy la verdad no está en ningún sitio y está por todas partes.
Las redes sociales han servido más para polarizar que para conectar con la gente.
El problema es que para lograr la formación se necesita mucho tiempo. Así que hacen falta muchas cosas más, hay que poner límites y que alguien diga qué es válido y qué no lo es.
Dentro de este cambio de modelo que propone, ¿la democracia es el mejor sistema?
Es cierto que hay un modelo mucho más eficiente que el de la democracia, y es el que ha empleado China. Sin embargo, no tengo claro que en Europa queramos eso. Aquí la democracia está lo suficientemente arraigada como para que los ciudadanos decidan tener ciertas libertades.
China aceptó ese modelo porque tenían un problema de pobreza muy elevado y lo que han decidido es ser funcionales. Sacrificaron libertades a cambio de lograr hacerse más ricos y más rápido, pero ahora parece que en algunas partes eso está cambiando.
China ha hecho una especie de comunismo capitalista, ¿qué va a ocurrir con el capitalismo?
Esto hay que entenderlo en términos de lo que cuesta cada cosa. Hasta ahora contaminar el entorno era gratis, ahora se le pone un precio. Es posible que la descarbonización en Europa pase por cobrar a los fabricantes de los automóviles por lo que un coche contamina a lo largo de su vida. Eso hará que este tipo de vehículos deje de ser competitivo. Es un reflejo de lo que hay que hacer.
Al final, lo que parece que ocurre es que nos movemos en una dirección clara basada en que no todo es gratis. Ahora bien, estamos en plena definición del capitalismo y nos falta un líder.
China aceptó su modelo económico porque tenía un problema elevado de pobreza, ahora hay quien se plantea la necesidad de un cambio.
En su libro comenta también que hay que cambiar las relaciones con el trabajo, y que a lo mejor es necesario plantearse que lo positivo es no trabajar.
Lo primero que hay que ver aquí es la productividad que podemos obtener de la automatización, y si existe una gran mejora de la producción. Sería absurdo frenar ese avance. Tener a personas en una fábrica de montaje será absurdo, y en 40 años nuestros nietos mirarán a sus abuelos como personas que estuvieron esclavizadas.
Debemos tener claro que hay que cambiar la relación con el trabajo. El empleo como deber social ha cambiado. A lo mejor hay que plantearse que no es necesario trabajar y que quien lo haga debe hacerlo porque quiere. Ahora bien, tendremos que ver qué va a ocurrir con toda esa gente que va a dejar de tener un empleo, y eso pasa por explicarles que todo esto está cambiando.
Al mismo tiempo, habrá que darles una renta básica que se actualice anualmente. Después, si quieres trabajar en algo, estupendo. Será porque aportas un valor añadido, o porque te da la gana.
Esa renta básica es un sistema al que vamos sí o sí, pero su implantación no es sencilla. Primero hay que ver cuándo eliminas las pensiones y empiezas con el nuevo modelo. Después hay que modular el efecto frontera, porque si un país lo pone y otro no, se llenará de gente de otros países y colapsará el modelo.