“You got me in between the devil and the deep blue sea”. George Harrison.
Los datos de las elecciones del Reino Unido han mostrado algo que he comentado en varias ocasiones. La narrativa de que los ciudadanos británicos se habían arrepentido de haber votado el brexit era simplemente incorrecta.
Ya teníamos la evidencia en las elecciones europeas, donde el Brexit Party ganó con un 31,6% de los votos, pero las elecciones generales han sido aún más contundentes. El Partido Conservador de Boris Johnson ha ganado por mayoría absoluta (más de 360 escaños y el 43,6% de los votos).
El fracaso del radicalismo laborista liderado por Jeremy Corbyn ha sido espectacular, y sus mensajes intervencionistas, que recordaban al terrible periodo de Harold Wilson, añadido a su indefinición sobre el Brexit y cómo financiar sus promesas de “todo gratis cueste lo que cueste” han llevado al partido a sus peores resultados desde 1935 y a perder escaños claves en circunscripciones que siempre votaron mayoritariamente laborista desde 1945.
Hasta 18 feudos laboristas pasa a mayoría conservadora incluyendo Blyth, Darlington, Workington, Great Grimsby o Bassetlaw. En Gales, el partido conservador arrebataba seis escaños al partido laborista. El trasvase de votos de los laboristas hacia los conservadores superaba el 4,7%, según Press Association. Pero es que, además, la apuesta intervencionista y extremista de Jeremy Corbyn, ha hecho que perdieran votos hasta en las circunscripciones más favorables a permanecer en la UE (-6,4% según la BBC).
Meses de intento de blanqueo de la imagen de Jeremy Corbyn por parte de algunos medios no han podido eliminar su historial de extremismo e intervencionismo, su negativa a pedir disculpas por los casos de antisemitismo y su incompetencia a la hora de explicar su programa. Y el Partido Laborista se ha inmolado aceptando un líder que ha llevado a una formación tradicionalmente moderada y socialdemócrata a las propuestas y mensajes más retrógrados, anquilosados e intervencionistas de su historia reciente.
Como decía una persona en la BBC el miércoles, “en estas elecciones tenemos que elegir entre Boris Johnson y el diablo”. Y ganó Johnson por mayoría absoluta con un mensaje mucho más moderado, en positivo y pro-crecimiento pero, sobre todo, incuestionable en cuanto a la consecución del brexit.
Todos los errores de Johnson palidecían ante una alternativa aterradora. Esa es la gran lección de las elecciones. Johnson no solo se ha acercado a un espectro mucho más amplio de votantes sino que Corbyn ha aniquilado sus opciones con sus propios votantes más moderados radicalizando su mensaje en un país donde cualquier ciudadano de más de 45 años recuerda los desastres económicos del socialismo. Ahora es momento de que el partido laborista recupere la cordura.
Me da muchísima pena que el Reino Unido deje la Unión Europea, pero me alegro enormemente de que haya evitado el riesgo de un gobierno liderado por un extremista como Corbyn y sus allegados. Los que acusan a Johnson de populista deberían estudiar las aterradoras propuestas del (ya afortunadamente) ex líder laborista. Porque el populismo nunca es bueno, pero el populismo totalitario es letal.
Como explico en mi aportación al libro El porqué de los populismos (Deusto): "Quisiera mostrar mi rechazo radical al intento por parte de algunos medios de equiparar las tendencias populistas ocasionales de cualquier administración estadounidense, actual o pasada, o británica con el movimiento liberticida, dictatorial y opresor que suponen los populismos fascistas y comunistas europeos y latinoamericanos. En Reino Unido y Norteamérica hay una sociedad civil y unas instituciones que garantizan la libertad, la democracia y el respeto a la propiedad, la ley y los derechos civiles, sea quien sea el gobernante y sus opiniones personales. Desde hace décadas, ambos países han sido y son ejemplo global de libertad y prosperidad, y lo seguirán siendo. Comparar a esos países con los totalitaristas intervencionistas y liberticidas no ayuda a combatir el populismo, lo blanquea bajo la premisa de que todo es lo mismo. Y no lo es. Roosevelt o Churchill, con todos sus aciertos y errores, serían algo populistas o proteccionistas, pero no eran lo mismo que Stalin ni Hitler".
Las elecciones del Reino Unido deberían ser una oportunidad para todos de aprender varias lecciones. La primera lección es que, como ocurrió en las elecciones norteamericanas y europeas, la narrativa mayoritaria sobre lo que ocurre en el país estaba claramente influenciada por el terrible sesgo de confirmación del mal llamado consenso. Algunos medios en Reino Unido han informado más sobre lo que deseaban que pasara más que sobre lo que realmente ocurría.
La segunda es que el populismo no se combate con comunismo. Mientras Johnson centraba su campaña en sumar, Corbyn se lanzaba a prometer volver al pasado y recordarles a los ingleses las políticas que llevaron a pobreza, devaluaciones constantes, cortes de suministro y miseria.
La tercera es lo que decía Churchill, “en un campo de vacas los que más ruido hacen son los grillos”. Caer en el error de que “la mayoría” es lo que dicen algunos medios o algunos comentaristas o, mucho peor, unas cuentas anónimas en las redes sociales. Los bots no son votos.
La oportunidad de estas elecciones es enorme. La Unión Europea puede fortalecer su proyecto y poner en marcha el acuerdo firmado con el gobierno de Johnson de manera ventajosa para todos los estados miembros. Es una pena que el Reino Unido no quiera continuar en la Unión Europea, pero tenemos que mirar hacia el futuro.
El brexit acordado es también una gran oportunidad para la Unión Europea porque el Reino Unido va a poner en marcha políticas de crecimiento, fiscalidad competitiva y atracción de inversión. Ese revulsivo debe ayudar a la Unión Europea a abandonar sus tentaciones más intervencionistas y centrarse en ser una potencia que sea competitiva, atractiva y productiva. No olvidemos que Estados Unidos ya ha anunciado que firmará un acuerdo comercial con el Reino Unido “cuanto antes”.
Tenemos una oportunidad de oro que no podemos afrontar mirando hacia el suelo y escondiendo la cabeza. La Unión Europea se enfrenta a importantes retos económicos, demográficos y tecnológicos, y puede salir muy fortalecida si desarrolla su competitividad y atractivo inversor. El Reino Unido no es una amenaza. Es un ejemplo. Un socio con el que se establezcan lazos sólidos que hagan que el acuerdo de brexit sea beneficioso para todos.
Johnson no es un peligro. Es el primer ministro de un país aliado y socio que va a seguir siéndolo. El peligro para la Unión Europea no es Johnson, es la tentación intervencionista. Luchemos contra ella.