“I'm gettin' real shot down and I'm feeling mean”. Alice Cooper.
La configuración de acuerdos para formar gobierno ha llevado al Ejecutivo más caro de la historia. El Consejo de Ministros de PSOE y Podemos con cuatro vicepresidencias y dieciocho ministerios costará un 36% más como mínimo que el anterior, que ya disparó un 15% los costes comparado con el del PP.
Esta coalición se debe a un acuerdo que eleva el gasto público en un mínimo de un 1,5% del PIB en el primer año y hasta un 3,5% si se cumple todo lo que incluyen, usando estimaciones muy conservadoras.
En la parte de ingresos, las estimaciones más optimistas -según unas cifras del propio Gobierno que pocos analistas independientes creen- sería un máximo del 0,5% del PIB. Ya explicamos la semana pasada que las estimaciones extremadamente optimistas del Gobierno en cuanto a nuevos ingresos suponían un máximo de 5.654 millones, de los cuales menos de 2.000 millones venían de Sociedades y las llamadas rentas altas, el resto de impuestos indirectos a todos los ciudadanos.
Las estimaciones de la CEOE concluyen que 2020 supondría un aumento del déficit de 12.000 millones adicionales. Otros análisis sitúan el déficit del país por encima del 3% en 2020.
Todo esto antes de incluir los compromisos a los que hayan llegado con ERC y otros partidos que a buen seguro incluyen gastos adicionales.
Antes de que los dieciocho ministros y cuatro vicepresidentes empiecen a gastar y expoliar a los ciudadanos a impuestos, se van a encontrar con importantes problemas de cara a los Presupuestos.
1. Los anteriores Presupuestos enviados por el Gobierno ya fueron rechazados por Bruselas. La carta que envió la Comisión Europea al Gobierno de España especifica claramente la evidente necesidad de ajustes en el gasto: “El borrador de plan presupuestario para 2020 muestra un aumento de gasto de 3,8% que supera el máximo aumento de gasto recomendado del 0,9%”.
Imagínense cuando, a un aumento de gasto del 3,8% ya rechazado, le presenten un aumento adicional de otro punto y medio porcentual mínimo. Y recordemos que el subterfugio de nuevos ingresos y aumentos de impuestos no sirve.
Bruselas especifica claramente el aumento de gasto, ya que la evidencia en la Unión Europea es que ningún país de la eurozona ha conseguido la estabilidad presupuestaria aumentando gastos e impuestos desde (al menos) 2008. Ninguno. Ya es obvio que no se cumplirá el objetivo revisado de un déficit del 2% en 2019, pero parece claramente imposible el 1,1% en 2020, el 0,4% en 2021 y mucho menos el equilibrio presupuestario en 2022.
2. El escollo de la Constitución. En 2020 entra en vigor la disposición de la Constitución Española, artículo 135, aprobada en 2011 que obliga a las administraciones públicas a presentar déficit cero. Las estimaciones de consenso cifran el déficit de 2019 en el entorno del 2,3% al 2,5% del PIB (por encima del objetivo más benigno revisado por el gobierno, 2%).
3. Una tendencia de ingresos fiscales que ya muestra la evidencia de la desaceleración. El plan de estabilidad del Gobierno estima un aumento de ingresos de 2020 a 2022 que no solo supere sus estimaciones de crecimiento económico, ya desfasadas por optimistas, sino que aumente la recaudación en más de un puto de PIB.
Tanto las expectativas de crecimiento como la evolución de los ingresos fiscales con relación al PIB son, teniendo en cuenta la evolución de los beneficios empresariales y el crecimiento, extremadamente optimistas. En 2019 estimaban el 4,6% y la evolución a noviembre es casi tres veces menor.
Ante la evidencia de ingresos evaporados y gastos ya disparados, las promesas y exigencias de socios de coalición y de investidura van a encontrar muy poco hueco. Ninguno. Incluso si asumimos las estimaciones optimistas de nuevos ingresos de PSOE y Podemos no se empieza ni a cubrir el agujero presupuestario de 2019… Mucho antes de considerar el de 2020.
¿Saben esto los políticos? Claro. Por eso su apuesta es la de los hechos consumados. Una peligrosa apuesta a esperar que Bruselas acepte lo que sea o, aún peor, que la eurozona se lance a un enorme plan de gasto que disfrace el agujero presupuestario. Ambas apuestas son peligrosas porque en ninguna de ellas España tiene muchos ases, toda vez que no tenemos espacio fiscal ni el beneficio de la duda.
Entonces van a saltar los resortes de acuerdos muy frágiles. Cuando la evidencia de que no hay ingresos de ciencia ficción se una a la fila de socios de investidura reclamando “qué hay de lo mío”.
España, ante ese escenario, podría acudir al pragmatismo del Gobierno de Portugal, que ha reducido gasto público, fortalecido una fiscalidad atractiva para la inversión y el patrimonio, y ha conseguido mejorar su economía cumpliendo con sus compromisos. No cuenten con ello.
Desafortunadamente, como ya hemos visto estos dos años, es mucho más que previsible que en España la nueva coalición de la recesión prefiera aumentar los escollos al empleo, la inversión y el ahorro, y esperar a que no pase nada.