No se puede decir que Sheldon Adelson sea el último de los viejos magnates, pero lo cierto es que van quedando muy pocos. Le iban como anillo al dedo palabras tan gráficas como tycoon o mogul, utilizadas en inglés para designar al hombre hecho a sí mismo y que ha triunfado en los negocios de forma tan desmesurada que está por encima hasta de los presidentes.
Adelson acabó convirtiéndose, gracias a los casinos, en uno de los hombres más ricos del mundo y en uno de los principales, si no el mayor, sustento económico de Donald Trump.
Adelson no empezó como los nuevos magnates digitales, en el garaje de su casa en los suburbios residenciales. Él se crio junto a sus padres, judíos emigrantes, y sus dos hermanos en un apartamento de una habitación en un barrio pobre de Boston. Su padre conducía un taxi y su madre regentaba un pequeño negocio de tejidos.
No había mucho dinero en casa para poder estudiar. Así que Adelson siguió el tópico guion del magnate americano. Con solo doce años, pidió un préstamo de 200 dólares a su tío y compró una licencia para poder vender periódicos por las calles. El joven emprendedor, a los 16 años, volvió a pedir dinero a su tío para iniciarse en el entonces prometedor negocio de las máquinas expendedoras de golosinas.
No obtuvo la rentabilidad esperada, pero el gran hombre de negocios no se rinde así como así. Se tomó un descanso y se alistó en el ejército, donde adquirió la escasa formación que ni siquiera había conseguido en la vida civil. Se convertiría de inmediato en lo que se ha dado en llamar un emprendedor en serie: vendedor de productos de tocador, representante de anticongelantes para coches, gestor de viajes chárter. Sus biógrafos calculan en total unos cincuenta negocios diferentes.
Se hizo millonario en un abrir y cerrar de ojos. Tanto, que a los treinta años ya se había enriquecido y arruinado dos veces.
El casino de Sinatra
El año 1989 sería clave en su vida. Compra por 128 millones de dólares el Sands Hotel and Casino de Las Vegas, un establecimiento al que el mismísimo Frank Sinatra y su rat pack habían dado pedigrí con sus correrías.
Su carrera ya resultaría imparable. A él se atribuye haber transformado la ciudad del juego en el principal destino para convenciones en los Estados Unidos.
Forjó un imperio. Tiró abajo el viejo Sands y construyó un nuevo resort valorado en 1.500 millones, un remedo del glamour de la vieja y culta Europa, representada por una Venecia de cartón piedra, con sus gondoleros y sus canales en medio del desierto. Fue un cambio radical en la industria del juego, al ofrecer todo tipo de comodidades y distracciones para todo tipo de visitantes.
De ahí pasó a la conquista de Asia con numerosos casinos. En 2006, abrió en Macao el que iba a ser el primer casino de la República Popular China. Luego, en 2010, extendió el negocio a Singapur con la construcción del edificio Marina Bay, uno de los más caros del mundo, con 2.500 habitaciones y todo tipo de amenidades. Las empresas de Adelson ya no eran una multinacional, sino un imperio económico.
Eurovegas en Alcorcón
Es por aquel entonces, en 2012, cuando en España se empieza a hablar del gran magnate americano que quiere montar Las Vegas Europa (Eurovegas) en Alcorcón, a las afueras de Madrid.
Adelson llega como un nuevo Míster Marshall. Se habla de miles de puestos de trabajo. En aquella España postcrisis se veía en Adelson una bendición llegada del cielo. Coqueteaba con la presidenta Esperanza Aguirre. Deslumbraba con su poderío al propio José María Aznar. Incitaba una encendida pugna entre Madrid y Barcelona.
Y, al final, el fiasco. Mr. Adelson se fue y nunca más se supo de él. Hasta hoy. La razón de su abandono, según la versión más extendida, fueron las duras medidas españolas contra el tabaco. Para el magnate resultaba imprescindible que se pudiera fumar en sus casinos.
Ya por entonces sus prácticas empresariales empezaron a ser objeto de numerosas denuncias y demandas judiciales. Se publicó que había extorsionado a funcionarios chinos para obtener las licencias. Se le acusó de comprar favores políticos de manera habitual y corrupta. Incluso se llegó a publicar que había financiado al Partido Republicano con dinero procedente de la prostitución en China.
Su ejército de abogados consiguió que las demandas fueron desestimadas. Lo único que admitió Adelson fue la posibilidad de que algunos de sus métodos no se ajustaran del todo a la ley.
Adiós a los demócratas
Por lo que se refiere a la política, el magnate, como la mayoría de los judíos adinerados, apoyó al principio al Partido Demócrata. Pero en la década de los 80 se desencantó y cambió de bando. Mucho después, en 2012, explicó sus razones en un artículo titulado No dejé a los demócratas. Ellos me dejaron a mí, publicado por el Wall Street Journal. La razón fundamental era que consideraba más firme la defensa del Estado de Israel por parte de los republicanos que por parte de los demócratas.
Sin embargo, los expertos sostienen que hubo otras razones y que tras el cambio estaba su lucha contra los sindicatos en sus empresas. En un artículo aparecido en The New Yorker se llegaba a afirmar que Adelson “busca dominar la política a través del poder bruto del dinero".
La generosidad con los republicanos aumentó cuando Trump (al fin y al cabo un empresario con intereses económicos muy parecidos) decidió presentarse a la presidencia. Su donación a la campaña de 2016 fue la mayor que recibiera ningún otro candidato.
Financió también el acto de la toma de posesión del nuevo presidente, la lucha contra la investigación de las relaciones del presidente con Rusia y la última campaña de las elecciones de 2020.
Sin embargo, las mayores donaciones de Adelson fueron para el Estado de Israel y la causa judía. No sólo lo apoyó con dinero, sino también forzando decisiones políticas. Se considera que su intervención fue clave para que Trump decidiera trasladar la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén.
Adelson y su esposa presenciaron en primera fila la ceremonia de inauguración. Cuando le preguntaron cuál quería que fuera su legado, respondió que no quería que se le recordara por sus casinos o por sus hoteles, sino por su apoyo a Israel.
La primera dama Mirian
Se casó dos veces. Del primer matrimonio, en los años 70, tuvo tres hijos adoptados, uno de los cuales murió a causa de la droga.
Al año siguiente de su divorcio, en los 80, conoció en una cita a ciegas a Mirian Farbstein Ochshorn, una doctora en medicina. Se casaron en 1991 y se mantuvieron unidos hasta su muerte.
Su nueva esposa se convirtió en una especie de primera dama del magnate. Le acompañó en todas sus causas públicas y en sus penalidades privadas.
El empresario había enfermado muy joven de una mielitis, que le obligaba a moverse en silla de ruedas. Desde hace años, luchaba también contra un linfoma de Hodgkin que finalmente acabó con su vida.
Adelson era un convencido del sueño americano, del individualismo y del poder de cada persona de labrarse su futuro. Muchas veces le preguntaron cuál era la razón de su tremendo éxito y él siempre respondía: “Si haces las cosas de manera distinta a los demás, el éxito te acompañará como si fuera tu propia sombra”.
No hay duda de que él hizo las cosas a su manera.
Sheldon Gary Adelson nació en Boston el 6 de agosto de 1933 y murió en Malibú el 12 de enero de 2021 a los 87 años. Deja esposa, Mirian, y cuatro hijos.