KPMG firmó el pasado día 24 de febrero el informe de auditoría del Silicon Valley Bank (SVB) sin anotar una sola salvedad de la entidad que quebró el viernes provocando el pánico entre los inversores de medio mundo y caídas generalizadas de los valores financieros cotizados por temor al contagio.
La consultora lleva auditando las cuentas de SVB ininterrumpidamente desde 1994 y al menos desde el ejercicio 2018, según los informes financieros y convocatorias de juntas de accionistas de la entidad consultados por este periódico, ha percibido cada año entre 10 y 12,5 millones de dólares (entre 9,3 y 11,6 millones de euros) por sus servicios de auditoría de la entidad estadounidense.
El último informe de KPMG de SVB "expresa una opinión sin salvedades sobre la efectividad del control interno de la compañía sobre la información financiera a 31 de diciembre de 2022", destaca el banco estadounidense en sus últimas cuentas.
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"En nuestra opinión, los estados financieros consolidados presentan razonablemente, en todos los aspectos importantes, la situación financiera de la compañía al 31 de diciembre de 2022 y 2021 (...)", dice KPMG en su último informe de auditoría de SVB.
"También en nuestra opinión, la compañía mantuvo, en todos los aspectos importantes, un control interno efectivo sobre los informes financieros al 31 de diciembre de 2022", añade.
SVB anunció el pasado jueves una ampliación de capital de 1.750 millones de dólares (1.631 millones de euros) para hacer frente a las pérdidas registradas por la venta de una cartera de renta fija respaldada con hipotecas. La comunicación de la operación alertó a los inversores provocando una desbandada de clientes, que retiraron 42.000 millones de dólares (39.153 millones de euros) en un solo día.
El viernes los reguladores de Estados Unidos anunciaron el cierre de SVB por falta de liquidez e insolvencia.
Préstamos y subidas de tipos
SVB, el banco preferido hasta ahora por las empresas tecnológicas estadounidenses de reciente creación para financiarse, había invertido la liquidez lograda durante la crisis de la Covid-19 en bonos del Tesoro a largo plazo, afectados por las subidas de los tipos de interés.
En sus informes de auditoría, KPMG no ha reflejado el riesgo que corría SVB ante las decididas subidas de los tipos de interés en Estados Unidos, como tampoco lo ha hecho ningún otro organismo o autoridad financiera o regulatoria en el país.
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A pesar de que la consultora no apuntó ninguna salvedad en las últimas cuentas de SVB, sí que llamó la atención sobre las provisiones realizadas el pasado año por la entidad financiera por pérdidas en préstamos de cierto riesgo, por un importe total de 939 millones de dólares (875 millones de euros). Aunque lo consideró como una materia "crítica" en su informe de auditoría, la consultora avaló el trabajo de SVB.
En opinión de expertos en consultoría y auditoría consultados por este diario, el colapso de SVB, al menos con la información de la que se dispone ahora, no responde a una gestión deficiente o a una estafa contable, por lo que no sería exigible responsabilidad alguna a KPMG.
Daniel Lacalle, economista y colaborador de EL ESPAÑOL-Invertia, considera que SVB era "un ejemplo de gestión bancaria, siguiendo exactamente los dictados de la regulación y el banco central".
La entidad siguió "una política conservadora, la de agregar los activos aparentemente más seguros, las letras del Tesoro a largo plazo, a medida que los depósitos se disparaban", ha explicado en este diario el economista.