La biotech española que se ha propuesto curar las enfermedades autoinmunes

Thytech ha desarrollado con éxito una terapia celular pionera para evitar el rechazo en bebés trasplantados de corazón. La start-up busca ahora extender sus aplicaciones para el tratamiento de las enfermedades autoinmunes en adultos.

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Las cardiopatías congénitas afectan a uno de cada 100 recién nacidos. Son las patologías de nacimiento de mayor incidencia en España, con unos 4.000 nuevos casos cada año. El 70% de estos bebés son operados antes de cumplir el primer año, la mayoría en los primeros tres meses de vida. Por lo general, este tipo de intervenciones tienen un buen pronóstico, pero los casos más graves pueden llegar a necesitar un trasplante.

Irene fue uno de esos casos. Nació en plena pandemia, en el Hospital Gregorio Marañón, y con apenas seis meses tuvo que someterse a un trasplante de corazón. Los primeros meses tras la operación son los más arriesgados, porque es cuando existe mayor riesgo de que el órgano sea rechazado por el cuerpo. Justo en ese momento, una nueva terapia celular para tratar la respuesta inmune a los trasplantes acababa de obtener autorización para realizar sus primeros ensayos clínicos.

Se trataba de una terapia pionera desarrollada por la start-up Thytech, una spin-off del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón (IISGM) para el tratamiento de enfermedades relacionadas con alteraciones inmunológicas. La terapia pretendía evitar el rechazo del órgano trasplantado, e Irene sería la primera bebé en el mundo en recibirla. Ahora han pasado tres años desde que recibió el trasplante y en Irene no se han producido signos de rechazo alguno. “Es una niña que ya va al colegio y la evolución está siendo maravillosa. Está en perfecto estado y detrás de ella han venido otros siete bebés que hemos tratado con esta terapia y no ha habido ningún evento adverso”, explica el doctor Rafael Correa Rocha, uno de los cuatro fundadores de Thytech, junto a Marta Martínez Bonet, Marjorie Pion y Esther Bernaldo de Quirós.

“El sistema inmune, que es el encargado de defendernos frente a los patógenos y otras agresiones, en algunas circunstancias también puede producir enfermedades. Es el responsable de que se produzca el rechazo a los trasplantes, las alergias y las enfermedades autoinmunes. Estos procesos pueden llegar a producir enfermedades muy graves y tienen una altísima incidencia en la población y, hasta la fecha, el único tratamiento posible es usar fármacos inmunosupresores que bajan todas las defensas”, cuenta Correa.

La innovadora terapia de la biotech Thytech surge “como un intento de buscar soluciones alternativas a los inmunosupresores, y la originalidad de nuestro abordaje es que, en vez de utilizar moléculas químicas, utilizamos células y los mecanismos naturales del propio organismo para atajar estas enfermedades”, aclara el biólogo.

El secreto está en el timo

El timo es un pequeño órgano situado en la parte superior del pecho y su función principal es producir los linfocitos T, y entre ellos un subtipo denominado células T reguladoras (células Treg), que son mediadoras fundamentales en la respuesta del sistema inmune, ya que “evitan en las personas sanas que se produzcan estas alergias o estos procesos autoinmunes”, puntualiza Correa. “Durante la infancia el timo produce todos los linfocitos T que vamos a necesitar el resto de la vida. Una vez producidos, salen a la sangre periférica, se distribuyen por el organismo y ahí se mantienen durante toda la vida”, explica el biólogo.

Este órgano es “descartado en gran parte de las cirugías cardíacas en bebés, porque es el único órgano que es más grande en un bebé que en un adulto y los cirujanos se ven obligados a extirpar ese timo para poder acceder al corazón”. En Thytech, cuenta Correa, “se nos ocurrió aprovechar este tejido desechado en las cirugías cardíacas y explorar si se podía obtener una terapia de células. La sorpresa fue que en este tejido había una grandísima cantidad de células reguladoras con unas características únicas porque son células que sacamos directamente de la fábrica y que no han envejecido todavía en la sangre periférica”.

Por un lado, “eran células mucho más potentes, que se pueden cultivar y expandir y obtener un grandísimo número de dosis terapéuticas”. Según las estimaciones de Thytech, en España se descartan cada año unos 500 timos, y “si de cada timo podemos conseguir cientos de dosis, solo en nuestro hospital -donde se descartan 100 timos al año- se podrían producir miles de dosis en un año”, apunta Correa.

Una vez producida la terapia, las células se reintroducen en el paciente con el objetivo de modular su respuesta inmune y evitar que el sistema reconozca el órgano trasplantado como un cuerpo extraño. Hasta ahora, con una única administración de la terapia celular de Thytech se ha logrado prevenir el rechazo inmunológico del corazón en los niños trasplantados.

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De los trasplantes a las enfermedades autoinmunes

La terapia continúa aplicándose hoy en día en bebés trasplantados, y el objetivo de Thytech es que llegue a 15 bebés en la primera fase de su ensayo clínico. Mientras tanto, siguen investigando su aplicación en enfermedades autoinmunes en adultos. Para 2025 se ha aprobado el primer ensayo clínico para utilizar esta terapia en enfermedad de Crohn, una patología autoinmune que provoca la hinchazón de los tejidos en el tracto digestivo.

El proyecto, resume el biólogo, “era tratar niños trasplantados de corazón con estas células. Y vimos que la terapia era factible y segura. Y ahora vamos a explotar este mecanismo para curar otras enfermedades. El siguiente paso es poder extrapolar todo este aprendizaje a los adultos. Poder coger esas células de los tejidos que se tiran en el quirófano, producir cientos de dosis y tenerlas en un congelador listas para usar cuando un paciente lo necesita. Ese es el gran desafío de Thytech”.

¿Es posible que las células de un bebé curen la enfermedad de un adulto? La gran ventaja que tienen las células del tejido tímico, aclara Correa, es que “son tan inmaduras que son invisibles al sistema inmune de cualquier individuo. Cuando se le introducen a un adulto, su sistema inmune no las va a reconocer como extrañas porque todavía no expresan las características genéticas que la definen como una célula adulta”.

El uso alogénico de las células es un hecho que cambia radicalmente las posibilidades de la terapia, “porque podemos producir cientos de dosis procedentes de un mismo tejido y utilizarlas en cualquier individuo, porque no necesito una compatibilidad entre el donante de las células y el receptor. Ese elemento pensamos que es muy transformador y cambia completamente la estrategia y diseño de la mayoría de compañías de terapia celular, en las que hay que hacer una manufactura individualizada para cada paciente, con un altísimo coste”, añade Correa.

Correa se refiere a otras terapias celulares, como las CAR-T, utilizadas para el tratamiento de cáncer con resultados espectaculares. Estas obtienen células T de la sangre del paciente, pero “en medio litro de sangre del individuo lo máximo que se puede conseguir es en torno a 10 millones de células reguladoras. A partir del tejido tímico de un único donante hemos llegado a conseguir hasta 10.000 millones de células. Estamos consiguiendo muchísima más cantidad de células de partida y además luego podemos cultivarlas y escalarlo, pudiendo producir cientos de dosis a partir de una única donación”.

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Del laboratorio a la empresa

Ahora bien, ¿cómo una investigación científica acaba convirtiéndose en una empresa? “El objetivo de Thytech es poder llevar esta terapia a otras enfermedades, y no solo a los bebés trasplantados de corazón de los que se obtienen estas células. Thytech lo que pretende es hacer que esta terapia se pueda usar en cualquier individuo y que se pueda tratar tanto a niños como a adultos”.

Pero el proceso para desarrollar una terapia como esta, con la investigación que conlleva, es un proceso largo y muy costoso, que requiere multitud de ensayos clínicos, autorizaciones y otros procedimientos que garanticen que el fármaco sea seguro para los pacientes.

Según Correa, “el altísimo coste de todo esto hace inviable que eso se pueda desarrollar desde un laboratorio académico y por eso creamos la empresa Thytech S.L, con el objetivo de captar financiación privada y atraer inversores para desarrollar la terapia de forma industrial”.

Primero, reconoce el fundador de Thytech, “tuvimos que entender que lo que teníamos como un resultado académico en un hospital es un producto que no está preparado para la industria. Nosotros ya habíamos utilizado esta terapia en pacientes, habíamos publicado artículos científicos, pero teníamos que demostrar a los inversores que el producto se puede producir”. Es decir, que era posible un proceso de manufactura a nivel industrial, que se trata de un producto comercializable y, sobre todo, “que puede generar beneficios, que es lo que va a atraer a un inversor”.

La financiación privada llegó a Thytech de la mano de Banco Sabadell, a través del programa para start-ups de BStartup. La aportación financiera de la entidad, junto a la inversión de compañeros, familiares y amigos y un business angel, permitió a Thytech realmente empezar a configurarse como empresa.

“Los fondos que hemos recibido nos han permitido, por un lado, desarrollar toda la propiedad intelectual y patentes en torno a nuestro producto. Nos ha permitido también contratar expertos y consultores en temas de regulatorias, y toda esa ayuda que hemos recibido desde el Banco Sabadell nos ha permitido desarrollar la parte que no se puede hacer desde el laboratorio: el escalado del producto, establecer alianzas con empresas farmacéuticas y con otras compañías”, cuenta el biólogo.

En el campo de la biomedicina, puede pasar incluso una década hasta que un producto empieza a comercializarse. “Esto era un gran desafío porque sabes que en los cinco o diez años siguientes no vas a facturar nada, pero necesitas un gran capital para hacer ese desarrollo. Y programas como el de Banco Sabadell, y las ayudas públicas que hemos solicitado, han sido fundamentales para que nosotros podamos poner nuestra tecnología en una situación que sea atractiva para los inversores o para una potencial compañía farmacéutica que quiera adquirir nuestro producto”, concluye Correa.

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