“La banca lo está pasando mal, pero está ayudando a las personas”. Estas palabras de Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank, explican a la perfección el sentir de un sector que ha visto frenados todos sus planes y proyectos por la crisis.
Una crisis que ha desatado situaciones sin precedentes para la industria bancaria, con provisiones récord, desplomes de beneficios e incluso pérdidas en los grandes grupos del país.
Ni siquiera en la crisis de 2008 se sufrió tantísimo, y no solo en términos de negocio. Gestionar a distancia también ha sido todo un reto para la industria. Aun así, desde el sector defienden estar mucho mejor preparados que entonces. “Esta crisis no tiene nada que ver con la economía, nace de una situación sanitaria, y la afrontamos con niveles de liquidez y solvencia mucho más fuertes”, coinciden los banqueros.
Es cierto. Las empresas y las familias también llegan mucho menos endeudadas a 2020. Y la competitividad es mucho mayor ahora. “El gran reto es saber qué hacer para que el tejido productivo digiera esta situación, porque cuando se recupere la normalidad, las empresas se despertarán con menos ebitda y más deuda”, advertía el consejero delegado del Sabadell, Jaume Guardiola, la pasada semana.
Y eso es precisamente lo que quiere evitar a toda costa el sector bancario, dejando proyectos y planes estratégicos a un lado para centrarse en evitar que esta crisis se lleve por delante todo lo logrado en los últimos años.
Números rojos
De momento, el coronavirus ha pasado como una apisonadora por los beneficios de la banca española, dejando situaciones tan imprevisibles como los 10.798 millones de euros de pérdidas contables de Banco Santander, los más de 1.000 millones de números rojos de BBVA o las dudas sobre la capacidad de muchas otras de cerrar el año en positivo, con desplomes del beneficio de entre el 64% en Bankia o Bankinter al -72% de Sabadell, pasando por el -67% de CaixaBank.
Por no hablar de los casi 12.000 millones en provisiones para proteger los balances frente al temido repunte de los impagos. La mayoría de las entidades creen que la gran parte de las dotaciones ya está hecha, sobre todo una vez pasado el segundo trimestre en el que se encuadran las medidas más agresivas de confinamiento.
Pero “incertidumbre” ha sido la palabra que más se ha pronunciado en la última ronda de resultados del sector. Los banqueros son conscientes de que cualquier giro negativo en la situación sanitaria del país puede dar al traste con sus previsiones actuales. El gran miedo es, precisamente, la vuelta a un confinamiento general con otro parón que la economía no soportaría. Todo volaría por los aires. “Esto llevaría a mayores provisiones y, por tanto, a mayores pérdidas”, advierten desde el sector.
Las casas de análisis lo tienen claro. Barclays calcula que el beneficio neto conjunto de la banca española no volverá a crecer, al menos, hasta 2022. Y solo al 5% para esa fecha, en unos años en el que la suma de pandemia, bajos tipos de interés y mayores provisiones forman un cóctel explosivo para el desarrollo del negocio.
Dividendos en cuarentena
Las primeras consecuencias ya se han visto en decisiones como la ‘cuarentena’ en los dividendos del sector. Algunas entidades como Santander se atreverán a realizar este año un pago en scrip, opción que el resto ha rechazado de pleno, esperando a 2021 para decidir la nueva política de dividendos.
Una estrategia que debe ir en línea con los niveles de capital, que de momento y en buena parte gracias a la flexibilidad del Banco Central Europeo (BCE), resisten a la crisis, y también a la rentabilidad. Y aquí las entidades españolas vuelven a fallar de pleno. Los últimos datos del Banco de España apuntan a que la rentabilidad anualizada sobre recursos propios (ROE) del sector se hundió al 0,24% en el primer trimestre, desde el 8,27% de un año antes.
Cómo mejorar
Mejorar en rentabilidad y eficiencia también resulta clave para recuperar la confianza de los inversores. En la semana de resultados, los bancos del Ibex ampliaron, y de qué manera, la caída acumulada en el año, con desplomes en cinco sesiones del 14% para BBVA, del 11% para Banco Santander, de casi el 9% para Sabadell y CaixaBank y del entorno del 4% para Bankia y Bankinter.
Esa mejora de la eficiencia pasa, inevitablemente, por un nuevo proceso de ajustes que las entidades han empezado a llevar a cabo, con notables recortes de costes durante el segundo trimestre en la mayoría de los casos.
Los directivos del sector reconocen que parte de lo que queda por hacer vendrá de más cierres de oficinas. Así lo impone también el obligado proceso de transformación digital que tanto ha acelerado la pandemia, sobre todo por parte de los clientes, más abiertos ahora a la operativa digital.
Banco Santander fue el primero en abrir esa puerta al reconocer que la oficina física ha perdido importancia, con una caída del 8% en las transacciones anuales en ese canal frente a la subida en los canales digitales. Actualmente la entidad tiene un 10% de su red de sucursales cerradas (unas 700 oficinas) y la forma de relacionarse con el cliente marcará cuántas de ellas no volverán a abrir.
Banco Sabadell también ha sumado 90 cierres más a los 140 anunciados oficialmente. Y no descarta que este proceso suponga algo más que una recolocación de los empleados, dejando la decisión sobre los recursos humanos una vez que pase lo peor de la crisis. José Sevilla, consejero delegado de Bankia, también reconoció que el cierre de sucursales es un proceso que continuará en el medio plazo.
Las fusiones, ¿para cuándo?
La otra pata para mejorar en rentabilidad y eficiencia pasa, sin duda, por las fusiones entre entidades. Pero, para sorpresa del mercado, ni la presión desde los reguladores, ni las constantes quinielas de la banca de inversión, ni siquiera algún guiño entre directivos de varias entidades, termina de desatascar este proceso.
La pasada semana, los consejeros delegados de Bankinter, BBVA, Banco Santander y CaixaBank rechazaron entrar en este esperado proceso. Así que solo quedan Bankia y Sabadell en el terreno de juego. José ignacio Goirigolzarri fue el único directivo que no cerró la puerta a una operación corporativa, mientras que el banco comandado por Josep Oliu se hace querer y asegura acoger “con normalidad” su entrada en todas las quinielas.
Sin embargo, la entidad con antigua sede en Barcelona, descarta por completo protagonizar un proceso de este tipo hasta que pase la crisis. De hecho, considera que la insistencia por parte de los reguladores tiene más que ver con las “ganas” de operaciones transfronterizas para, una vez aprobado el fondo de reconstrucción de la UE, dar un paso más hacia una unión bancaria verdadera, con bancos paneuropeos.
Algo que, de momento, parece bastante lejos de conseguirse, por muy cerca que vea estas operaciones el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos.