A los cajeros automáticos cada vez les salen más competidores. Estas máquinas superan los cincuenta años de edad siendo aún un canal de servicios muy relevante para la banca. Pero la evolución de la operativa financiera y el cada día más extendido uso del dinero electrónico están poniendo en jaque su pervivencia durante el próximo medio siglo, algo que la pandemia no ha hecho más que acentuar.
El futuro del sector financiero lo protagonizarán los que ahora son los más jóvenes que, acostumbrados a las facilidades que ofrecen el dinero electrónico y las herramientas de transferencias inmediatas como Bizum, cada vez recurren menos a los cajeros y al uso del dinero en metálico. Una tendencia en cuyo camino se han cruzado la pandemia y las dinámicas de la nueva normalidad, que han acelerado considerablemente el proceso, también en otros rangos de edad, como los más mayores, que han impulsado su conversión a clientes digitales.
Durante los últimos trece años, tras alcanzar su máximo en 2008, la presencia de los cajeros instalados en España ha caído un 20%, hasta los 49.481 que conformaban el parque al cierre de 2020, de acuerdo con los datos del Banco de España.
Cae su uso
Con su uso ha ocurrido algo similar. Entre 2008 y 2020, las operaciones se hundieron un 39%, si bien la cifra está distorsionada por la pandemia. El confinamiento domiciliario redujo notablemente la actividad en estas máquinas, hasta tal punto que su empleo se desplomó un 31,25% en tan solo el último año. Sin tener en cuenta 2020, entre la anterior crisis económica y 2019 el número de operaciones en cajeros cayó un 11%.
En la actualidad se realizan menos operaciones de retirada de efectivo en los cajeros, pero en 2019 el importe extraído era mayor que en 2008. La pandemia, sin embargo, rompió con esa tendencia, pues en 2020 el efecto de las restricciones hundió las operaciones un 18,4% y cerró el ejercicio en un total de 102.197 millones de euros.
Los grandes bancos notaron este cambio de hábitos. Según ha podido saber Invertia, BBVA registró en 2020 una caída de las operaciones en sus cajeros del 29,8%, mientras que el importe retirado se redujo un 15,7%. El confinamiento tuvo un papel protagonista, como demuestra el hecho de que entre marzo del año pasado, con solo medio mes de confinamiento, y el mes pasado Santander registró un aumento del volumen de retiradas del 3%.
"Es una tendencia que ya había comenzado, pero de forma muy lenta, sobre todo si nos comparamos con países de nuestro entorno. Vamos menos al cajero y sacamos más [dinero]", explica Verónica López, consultora de AFI. Según apunta, en España no fue hasta 2016 cuando los importes retirados en cajeros se vieron superados por el valor de los pagos con tarjeta, mientras que en Portugal este hito se alcanzó en 2009. En Latinoamérica también se produjo mucho antes.
Los comercios y el pago con tarjeta
La pandemia ha acelerado este proceso. Las recomendaciones sanitarias de utilizar menos efectivo para evitar los contagios (que ninguna autoridad bancaria llegó a respaldar del todo), junto con las restricciones de la pandemia al comercio presencial aumentaron la querencia de los ciudadanos por utilizar dinero electrónico.
A ello se sumó otro cambio de hábitos: el de los comercios, que pasaron a ser "embajadores" del pago con tarjeta, del que antes recelaban en parte, como explica esta experta.
"Muchos disponían de pago con tarjeta, pero lo acompañaban de un cartel de pago mínimo o no tenían el TPV a la vista. Antes de la pandemia la preferencia era el pago en efectivo y eso cambió radicalmente", apunta la experta.
Los datos del Banco de España respaldan esta afirmación. El parque de terminales de punto de venta (TPV) creció casi un 7% en 2020 y acumula un avance del 33% desde 2008. Desde entonces solo ha experimentado una caída significativa una vez, en 2013, en plena crisis financiera, cuando se redujo un 12%.
"Una vez normalizado el consumo de la calle, lo que era esperable y es muy positivo es que ese cambio de hábitos se ha mantenido. En España prácticamente todo el mundo tiene una tarjeta, pero esa tarjeta antes no se utilizaba, como mucho para ir a sacar efectivo, por lo que la gente [que ha aumentado el pago con tarjeta durante la pandemia] no ha tenido que hacer una gestión adicional. Es un medio de pago en el que la gente confía", añade López.
Dos frentes para competir
Más allá del impulso del dinero electrónico, el cajero tiene otras batallas que luchar para sobrevivir, principalmente en dos frentes que se le han abierto durante los últimos años.
El primero es la retirada y el ingreso de efectivo. Las entidades financieras han firmado durante los últimos años muchos acuerdos con establecimientos como comercios o supermercados (es el caso de ING o N26), estancos (a lo que recurre Nickel, entidad propiedad de BNP Paribas) u oficinas de Correos (la empresa pública mantiene alianzas con varias entidades, como Santander), principalmente para favorecer el acceso al efectivo en localidades con poca presencia bancaria.
Durante las últimas décadas, los cajeros han sido, además, una herramienta de extraordinaria utilidad para realizar cualquier tipo de operación bancaria fuera de una sucursal y a cualquier hora del día, pero en este frente tampoco batallan ya solos. La irrupción de la banca online y móvil permite realizar operaciones a través de un dispositivo al que la gran mayoría de la ciudadanos tiene acceso desde su propio bolsillo.
No en vano, los 47,3 millones de habitantes que tiene España disponen de 54,9 millones de líneas móviles, de las que 47,2 millones tienen datos, de acuerdo con la información de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), de forma que la gran mayoría de los habitantes está en disposición de utilizar la banca móvil.
Eso sí, como explica López, "que la gente use la banca online es otra cosa". "En España tenemos un reto en el uso de lo que tenemos a nuestra disposición: tarjetas, móviles y acceso a la banca online", señala la experta.
Lo que cada vez tiene más penetración entre la población son las aplicaciones de medios de pago, cuyo uso se ha visto impulsado también durante la pandemia. Es el caso de Bizum, uno de los mayores éxitos de la banca, que durante 2020 duplicó su clientela (a un ritmo de más de 20.000 altas al día) y triplicó el número de operaciones.
El uso de dinero electrónico es, sin duda, una tendencia imparable, como demuestra el hecho de que el propio Banco Central Europeo (BCE), al igual que otros supervisores, se plantea en el futuro próximo la puesta en marcha de una divisa digital que complemente a los billetes y las monedas. Esto llegará en un contexto en el que el cajero sigue resistiendo pese a sus competidores, al menos en España, por lo que habrá que esperar para ver si esta máquina sobrevive para cumplir su centenario.