A la salida de Peñafiel, dirección Valladolid, se sitúa Tamaral. Se trata de una bodega moderna, con tan solo un cuarto de siglo de vida, pero que ha sabido hacerse un hueco en el exigente mercado. Y lo ha hecho en un momento en el que las bodegas llegaron a florecer como las amapolas en el campo.
Algunas de ellas se han marchitado. Es el caso de Casalobos que, entre sus socios, tenía a futbolistas como Emilio Butragueño, Manuel Sanchís, Aitor Karanka, Míchel o el cantante Miguel Bosé. Ahora ha salido a subasta pública tras declararse en concursos de acreedores en 2011. Tamaral, mientras tanto, sigue en pie produciendo sólo medio millón de botellas de vino al año. Eso sí, vinos premium y vinos de finca. Y, al igual que hace el gigante Vega Sicilia, vende por cupos. Todo colocado de antemano y, más del 50%, en mercados internacionales.
“Teníamos que crear una marca y un vino de más calidad. Gracias a esta fórmula, por ejemplo, el chef José Andrés tiene nuestro producto en Washington”, afirma Sergio Ochoa, su director general. Un cuidado plan empresarial en el que tanto los nuevos canales como los clientes a los que dirigirse han jugado un papel esencial. Una catapulta que les ha permitido expandirse por casi 35 países.
Complicados orígenes
Para celebrar su vigésimoquinto cumpleaños, Tamaral ha inaugurado la ampliación de la bodega. ¿Inversión? Cuatro millones de euros. Esa cifra será de seis millones durante el próximo lustro. Y, entre otras cosas, servirá para crear una bodega premium dentro de la propia bodega. “Vamos a crear un vino de más calidad con las uvas de los mejores parajes”, remarca Sergio Ochoa.
Otro paso al frente de una firma que nació en 1997, año en el que no sólo se hacían pisos en España, también bodegas. El matrimonio formado por Ricardo de Santiago y Carmen Torío dieron el paso junto a otros socios, entre los que había constructores (cómo no) o notarios, por ejemplo.
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“La idea de la que parten era vender crianzas y reservas”, recuerda Ochoa. Por tanto, una visión nada cortoplacista, que fue el origen de la tumba de otros negocios similares. Querían darle valor añadido al producto. Pero los nervios afloraron en algunos de los 16 socios al llegar las pérdidas.
Por eso, Ricardo de Santiago estuvo negociando durante más de dos años comprar su parte a todos y cada uno de ellos. Algo que consiguió en 2010. Y a partir de ahí dio rienda suelta a su sueño.
“Calidad, exclusividad del producto, y selección, que no masificación, fueron sus pilares”, apunta el director general de Tamaral. Y vino la profesionalización: Reestructuraron el departamento enológico; se dio más apoyo al tema técnico que había quedado olvidado; y se incorporó un equipo comercial para impulsar la exportación.
“En aquel entonces contábamos con un enólogo italiano que supo implementar una serie de cosas que por aquel entonces eran novedosas para Ribera del Duero. Ahora no lo son pero, entonces, sí lo fueron. Su idea era sencilla: me tomo un vino, luego otro y me acabo la botella”, rememora Ochoa. Para cumplir esta premisa, el vino tenía que ser de calidad.
Acuerdo de largo plazo
Desde ese año de 2010, punto de inflexión, la bodega ha comprado 35 hectáreas de viñedo. Algo que es “súper complicado”, según Sergio Ochoa. Así controlaban mejor su uva, y la de otros proveedores, con los que han llegado a acuerdos de largo plazo, de entre 10 y 15 años.
“Seguimos con la misma filosofía de cuidar el producto y de hacer las cosas sin prisa. Nuestro objetivo es crecer no vendiendo más botellas, sino vender nuestras 500.000 botellas cada vez de un vino mejor”, recalca el director general de Tamaral.
Un vino que ya es reconocido en 35 países tan dispares como Corea del Sur, Brasil, Francia, Italia, Alemania, México o Suecia. En este último país ocurre un hecho curioso: elaboran un vino sólo para ellos. “Se trata de un vino fresco, joven y amable”, puntualiza.
De todos los mercados, el más complicado fue Estados Unidos. Y eso que están tanto en la costa oeste (California) como en la este (Florida). Sin olvidar Nueva York, Washington, o Virginia. En total, han llegado a tener 17 distribuidores que llegaron a convencer al chef José Andrés. “Aunque nos funciona bien, no estamos llegando a sacar lo mismo que en otros países”, reconoce Sergio Ochoa.
¿Su próxima meta? Lograr la certificación ecológica del 100% de su viñedo y producción. Tamaral facturó 3,2 millones de euros con esa producción limitada a medio millón de botellas. Y obtuvo un Ebitda de 800.000 euros. Dinero que retroalimenta a la bodega, ya que todo se reinvierte. “Eso nos empuja a seguir adelante”, concluye su director general.