La transición energética es la fuerza que está moviendo no solo el sector de la energía sino muchos otros. Está experimentando un cambio enorme, el mayor si se compara con otras actividades económicas y en relación con su peso en el PIB. "El sector se está reinventando entero, está dando la vuelta como a un calcetín", señalan fuentes especializadas del sector.
Y el cambio se está produciendo, principalmente, en las fuentes de generación. "Solo hay que ver las inversiones que prevé el PNIEC para los próximos 10 años, alrededor de los 200.000 millones", continúan, "y eso que cuando se presentó el Plan, hace año y medio, parecía un canto al sol el objetivo de alcanzar el 42% en renovables en el uso final de la energía".
La realidad es que, en la actualidad, "es bastante probable que se cumplan los objetivos, unos 50-60 GW de capacidad limpia más a final de la década". Y es que ahora mismo, según datos de REE, hay permisos concedidos para 120 GW y otros 40 GW están en trámites de solicitarlos.
El mercado más goloso
Se está produciendo toda una reconfiguración del sector. "La gran duda es saber cómo va a ser la capacidad de respaldo y que va a pasar con los vertidos, porque con un exceso de potencia renovable es más que probable que sean muy elevados en determinadas horas del día", añaden los expertos.
También otras implicaciones son la incorporación de la generación distribuida, que ha empezado a despuntar en España con el RD 15/2018 de Autoconsumo, si se acelera el mercado del vehículo eléctrico o la agregación de la demanda.
"Todo ello va a provocar una mayor presión en las redes de distribución eléctrica, y por tanto, se necesitará un extra en inversiones", aseguran.
Y ahí está el principal escollo. "Las inversiones en redes de distribución están limitadas, no pueden superar el 0,13% del PIB nacional", aunque algunas eléctricas ya han desvelado que el Gobierno tiene intención de eliminar ese tope, más aún cuando este año el PIB podría retroceder hasta un 11% negativo.
"Pese a que las eléctricas han demandado quitar ese límite, lo cierto es que no lo han superado en los años pasados porque sus matrices estaban constreñidas financieramente, y preferían destinar sus inversiones en la construcción de nuevas plantas renovables o en negocios internacionales", continúan.
Por ejemplo, en 2019 el límite regulatorio era de 1.500 millones, pero las eléctricas solo destinaron 1.100 millones. "Aún así, se va a necesitar aumentar esa cifra en los próximos años, incluso por encima de ese 0,13% del PIB, lo que hace que muchos fondos de inversión tengan interés en meterse en el negocio de las redes de distribución eléctrica".
Un negocio seguro
El de la distribución es un negocio regulado y la retribución que reciben las compañías por sus redes se paga a través del recibo de la luz.
Las empresas distribuidoras, tanto las grandes eléctricas agrupadas en la patronal Aelec (Iberdrola, Endesa, Naturgy, EDP y Viesgo) como las pequeñas compañías, como Aseme, podrían tener la oportunidad de financiarse con la entrada de fondos de inversión que ven en la retribución regulada una manera segura de recuperar su capital.
Pero también será un segmento del sector energético que también va a cambiar en los próximos años. "Es una incógnita hasta qué punto se va a mantener el sistema tradicional de redes integradas". Es decir, hasta ahora el circuito es claro: una planta de generación produce electricidad, pasa por la red de transporte, después por la de distribución y finalmente llega al consumidor. Ahora, con la incorporación del autoconsumo (con y sin excedentes), los agregadores de la demanda y las empresas de servicios energéticos, todo va a ser muy diferente.
"Hay una presión muy fuerte en las eléctricas integradas para dar entrada a inversores institucionales, algo que ya ha ocurrido en otros mercados por ejemplo el de Reino Unido".