Las consecuencias de la crisis bélica en Ucrania ya comienzan a materializarse. La primera es la suspensión indefinida de la puesta en marcha del gasoducto NordStream2, una infraestructura cuyo único accionista es el gigante ruso Gazprom, que solo ha invertido el 50% de los más de 10.000 millones de euros que ha costado y que ahora descansa bajo las aguas del mar del Norte.
Nadie sabe a ciencia cierta qué puede ocurrir con este gasoducto con el que Alemania pretendía garantizarse el suministro de gas en un viaje desde Rusia sin atravesar ningún país. Pero los Países Exportadores de Gas aseguran que no será posible suministrar el gas que hasta ahora suministraba Rusia.
Así que el primer efecto es una nueva escalada del precio del gas. El TTF holandés, el precio de referencia en Europa se ha disparado este martes más de un 10%, hasta los 80 euros/MWh.
Para tener perspectiva de la situación en Europa, se puede comparar con lo que está ocurriendo al otro lado del Atlántico. Los futuros de gas natural de EEUU se sitúan en los 4,60/MWh.
Efectos colaterales
La crisis bélica en Ucrania no solo ha dejado en stand-by al gasoducto y empujado el precio del gas. También el mercado eléctrico europeo, muy condicionado por esta commodity, seguirá en niveles históricos (no se espera que vuelva a los niveles de 2019 hasta bien entrado 2023). Y, por último, el precio del petróleo.
El precio del barril de petróleo Brent continúa su escalada y cada vez se acerca más a la cota de los 100 dólares tras haber superado este martes los 99 dólares por primera vez desde septiembre de 2014.
Es la reacción al agravamiento de la situación sobre Ucrania tras reconocer Rusia la independencia de las repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk y ordenar el despliegue de militares en ambos territorios en una "misión de mantenimiento de la paz".
Una crisis que se alarga
Si la volatilidad de los precios eléctricos y la crisis energética que vive la Unión Europea desde el verano pasado tiene su origen en el mercado del gas, es fácil suponer que la situación en Ucrania no lo va a mejorar.
Dmitry Medvedev, expresidente de Rusia y ahora vicepresidente de su Consejo de Seguridad, ha echado más sal en la herida. "¡Bienvenidos al nuevo mundo donde los europeos pronto tendrán que pagar 2.000 euros por mil metros cúbicos!", ha tuiteado, sugiriendo que los precios se duplicarían.
Sin embargo, el presidente Vladímir Putin ha prometido que Rusia no interrumpiría ninguno de sus suministros de gas a los mercados mundiales, aunque ha advertido en contra de aprovechar la transición energética para promover intereses políticos y económicos, así como para imponer sanciones.
En la Cumbre del Foro de Países Exportadores de Gas (GECF), celebrada estos dos días atrás, el presidente ruso ha destacado el fuerte crecimiento de esta fuente de energía como uno de los tipos de combustible más amigables con el medioambiente.
Estados Unidos ha pedido a Catar que ayude a la UE preparando suministros de emergencia. Pero las naciones productoras dicen que no podrán proporcionar cantidades sustanciales de gas de reemplazo. Dicen que se necesita una inversión importante en infraestructura gasista y que necesitan la certeza de contratos a largo plazo para poder garantizar el suministro a Europa.
Historia de un gasoducto fantasma
NordStream 2 es un gasoducto gemelo submarino al NordStream 1 cuyo objetivo es transportar gas natural desde Rusia directamente a Alemania. Con una longitud de 1.230 kilómetros, seguiría la misma ruta de su hermano, que está debajo del mar Báltico.
El gasoducto NordStream original, con una capacidad anual de 55.000 millones de metros cúbicos (bcm), se terminó a finales de 2012. La capacidad total del sistema de tuberías se duplicará a 110 bcm (110.000 millones de metros cúbicos) tras la finalización de NordStream 2. El oleoducto cruza a las zonas económicas exclusivas de cinco países: Rusia, Alemania, Dinamarca, Finlandia y Suecia.
Gazprom, de propiedad estatal y con sede en Moscú, es el único accionista del proyecto y ha proporcionado hasta el 50% de la financiación del proyecto. Los fondos restantes provienen de las empresas alemanas Wintershall y Uniper, la británica Shell, la francesa ENGIE y la petrolera y gasista austríaca OMV.
El gasoducto NordStream 2 tiene como objetivo conectar directamente Rusia con Alemania a través del mar Báltico, esquivando el territorio de Ucrania. Desde que empezó a construirse, ha chocado con la oposición de Estados Unidos con el argumento de que aumentaría la dependencia de la UE respecto al gas ruso. Bruselas ha declarado reiteradamente que no es un proyecto de interés europeo, mientras que Polonia y los bálticos habían pedido infructuosamente a Berlín que renunciara a él.
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