Era el Fondo Monetario Internacional (FMI) quien daba la voz de alarma: en 2023 un tercio de las economías mundiales entrarán en recesión. Una situación que puede provocar un frenazo del crecimiento económico global y que ha provocado el miedo entre los inversores internacionales. Se puede comprobar, sobre todo, en los mercados energéticos de gas y petróleo que sufren caídas históricas. Incluso, en muchos casos, con precios por debajo los niveles previos a la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Basta para ello con mirar, por ejemplo, el precio del crudo. El Brent (de referencia en Europa) se situaba en los 100 dólares por barril cuando Putin lanzó su ataque sobre Kiev. En cambio, a cierre del pasado viernes se encontraba en los 78,52 dólares. Una caída del 22%.
No sólo el crudo está bajando. Si se analiza lo ocurrido con el gas en estos meses, vemos que la tendencia es casi idéntica. Los futuros de gas natural (TTF Holandés) se encuentran ya por debajo de los 70 dólares/MWh frente a los 98,5 dólares/MWh en los que estaba a finales de febrero del año pasado.
Si continúa esta tendencia, aseguran los informes de la banca de inversión, aquellas previsiones que hablaban de precios energéticos disparados durante todo 2023 podrían quedar en una quimera. Es más, algunas casas hablan ya de deflación energética (caída de precios respecto al año pasado) durante este año; algo que podría empujar a la baja los precios globales.
¿En qué se basan? Básicamente, y como explica Reuters, en dos premisas: la primera, que parece que estamos asistiendo a una desaceleración de la actividad económica (especialmente en China) y a una caída de la demanda. La segunda, que existe un llamado 'efecto base', que hace que los precios no suban tanto como en 2021 cuando se produjo la gran subida. Un frenazo de precios que podría, además, ayudar a que la inflación general caiga rápidamente, como se está viendo ya en países como España.
La situación ha cambiado radicalmente en las últimas semanas. Ya no es la invasión de Ucrania la que preocupa, ni la que puede poner en jaque a la economía global. Ahora la preocupación internacional (especialmente en cuanto a energía se refiere) es la evolución de la economía China. Existe el temor a que la ola de contagios de la Covid-19 que se está produciendo en las últimas semanas provoque un frenazo en la segunda mayor economía del mundo.
"La pandemia de China y los desafíos de reapertura están pesando en el estado de ánimo del mercado y ejercen presión sobre las tesis que hablaban de un repunte de la demanda (china) que elevaría los precios del petróleo hasta los tres dígitos", explica Norbert Rücker, jefe de Economía e Investigación de Próxima Generación del banco suizo Julius Baer.
Razón no le falta. Las previsiones dicen que el crecimiento del PIB chino va a estar por debajo del 5,3% previsto por el Gobierno. Incluso, desde el FMI prevén que, por primera vez, el país crezca por debajo de la media regional asiática.
Ese frenazo de la economía china viene motivado por el fin de las restricciones por la Covid-19. A medida que se recupera la actividad los contagios se disparan. Esto ha provocado el cierre de multitud de industrias en el país. Que le pregunten, por ejemplo, a Apple, que ha visto "significativas" interrupciones en las plantas de ensamblaje del iPhone por los brotes surgidos en las fábricas de Foxconn, su mayor ensamblador.
Las intermitentes paradas de la industria china no son la única causa del frenazo chino. También influye la caída de las exportaciones por dos motivos: el intento de Occidente de reducir su dependencia del país, por un lado; y, por otro, el descenso de las importaciones por la pérdida de poder adquisitivo occidental por la inflación y que ha frenado la demanda.
El analista de Julius Baer cree que China tardará en recuperarse porque, además de los problemas con las exportaciones, tendrá que enfrentarse también a la crisis del mercado inmobiliario que "afronta vientos en contra estructurales". Incluso, dice, "aunque haya una potencial recuperación de la economía, no debe sobreestimarse su capacidad de demanda de petróleo".
Para Rücker en los últimos meses, y cada vez que China ha intentado recuperar niveles de actividad normales, no ha tensionado en exceso el precio de los productos energéticos. Sobre todo del crudo. Además, y por si fuera poco, aunque hubiera una normalización del tráfico en las carreteras del país, tampoco habría una gran exigencia de demanda ya que se está llevando a cabo una gran inversión en electrificar tanto las autovías como la flota de automóviles.
Sorpresa de deflación energética
Es, en este contexto, en el que el analista de Julius Baer, en línea con otros informes, apuesta por una deflación de los precios energéticos. "Los precios de la energía entrarán en una fase de fuerte deflación cayendo por debajo de niveles de hace un año", insiste. Esto podría hacer que "los precios energéticos enfríen significativamente la inflación, al menos, en la canasta de consumo".
De ahí que, insiste, "la deflación en lugar de la inflación podría ser la sorpresa económica en 2023". Y concluye que "los precios del petróleo podrían recuperarse un poco a medida que mejore el estado de ánimo a corto plazo. Pero los fundamentos apuntan a precios aún más bajos a largo plazo".
El bálsamo del clima cálido
Ahora bien, el frenazo de la economía china y la ralentización de la demanda global no son los únicos factores que influyen en la caída de los precios energéticos. Para Francisco Blanch, Commodity & Deriv Strategist de BofA (Bank of America), el clima cálido también está ayudando a aliviar la crisis del precio del gas, en particular, y de los precios energéticos, en general.
Basta con mirar lo que está ocurriendo en los últimos días en España. El precio de la luz para este domingo se sitúa en los 8,58 euros/MWh, siendo el precio del gas en el mercado MIBGAS de 63,90 euros/MWh. Cifras que no se veían desde hace meses en nuestro país.
Influye para ello el clima, mucho más cálido que otros inviernos, lo que permite conectar menos las calefacciones y, por tanto, reducir la demanda de gas. Una situación que se está dando en buena parte de los países occidentales.
Ahora bien, está por ver qué ocurrirá en las próximas semanas. Por ejemplo, la Unión Europea afronta la próxima semana una prueba de fuego: se prevé la llegada de una ola de frío polar que podría tensionar los precios. ¿Qué ocurrirá? Lo veremos en las próximas semanas.
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