Las compañías petroleras internacionales se muestran cautelosas a la hora de invertir en proyectos energéticos de bajas emisiones por el aumento del coste del capital. Esto merma su rentabilidad en comparación con los proyectos de petróleo y gas de ciclo corto, a lo que se suma, además, la incertidumbre por las materias primas, advierte Marlen Shokhitbayev, responsable de calificaciones corporativas de Scope Ratings.
El analista explica que el repunte de la inflación en los últimos 18 meses ha provocado un endurecimiento de la política monetaria y un aumento de los tipos de interés, lo cual ha encarecido el coste de las acciones y las deudas.
Esto ha afectado también al sector de las energías renovables, por lo que lograr ya una rentabilidad de los fondos propios superior al 10% en proyectos solares o eólicos en países desarrollados solo es posible aumentando el apalancamiento, algo menos atractivo que antaño.
En este contexto, las petroleras prefieren inversiones bajas en carbono que puedan integrarse más fácilmente en sus actividades principales y que tengan periodos de amortización más cortos como los biocombustibles, el biogás, el hidrógeno o la recarga de vehículos eléctricos.
En el caso de los biocombustibles y la movilidad eléctrica, se observan rendimientos de alrededor del 15%, mientras el hidrógeno tiene perfiles de hasta dos dígitos. Sin embargo, los rendimientos no apalancados de las renovables puras son del 6-8%, según British Petroleum.
Asimismo, Shokhitbayev destaca que las petroleras europeas están por encima de las estadounidenses en inversión en actividades bajas en carbono, si bien hay también divergencias entre las del Viejo Continente.
Añade, por ejemplo, que Shell y BP "parecen reacias a aumentar el gasto en renovables puras", pero TotalEnergies prevé gastar 5.000 millones de dólares (4.723 millones de euros) en 2023 frente a los 4.000 millones de dólares (3.778 millones de euros) de 2022.