Repsol y Disa abren camino para el desarrollo en España de una de las energías renovables más olvidadas: la geotermia profunda. Ambas empresas llevarán a cabo estudios de viabilidad de proyectos para aprovechar el calor que emana de la Tierra.
La petrolera presidida por Antonio Brufau deberá determinar antes de febrero de 2026 si los subsuelos de Tenerife, La Palma y Madridson adecuados para obtener esta energía. Repsol se ha adjudicado 16 millones de euros para realizar tres investigaciones, según la resolución definitiva de las ayudas destinadas a promover la geotermia profunda publicada la semana pasada.
En el mismo periodo, el grupo canario Disa (a través de su división Disa Renovables) tendrá que analizar la viabilidad de extraer energía de las profundidades de Tenerife. En su caso, contará con 14 millones de euros en subvenciones.
Ambas compañías llevarán a cabo sus investigaciones de la mano de entidades gubernamentales y centros tecnológicos. Repsol contará con la colaboración de la Universidad Autónoma de Madrid para su proyecto en la capital y Disa trabajará con el Instituto Tecnológico y de Energías Renovables (ITER), dependiente del Cabildo de Tenerife.
La geotermia representa una forma de energía limpia e inagotable, que contribuye a reducir la dependencia energética exterior. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) establece objetivos para la instalación de capacidad geotérmica, con metas de 15 MW para la producción eléctrica antes de 2025 y 30 MW para 2030.
Dadas sus características volcánicas particulares, las Islas Canarias albergan el mayor recurso geotérmico de media y alta temperatura en España. Este recurso tiene el potencial de cubrir una parte significativa de la demanda eléctrica en el archipiélago.
La temperatura aumenta a medida que nos adentramos hacia el núcleo del planeta. Este incremento de temperatura ocurre a una tasa promedio de aproximadamente 3 °C por cada 100 metros de profundidad. Sin embargo, en algunas áreas con condiciones geológicas particulares puede alcanzar temperaturas de 250-350 °C a profundidades que oscilan entre 2.000 y 4.000 metros.
A través de fisuras en las capas rocosas, el agua caliente y los vapores generados por fuentes de calor ascienden hacia la superficie. En esta etapa, son capturados por pozos geotérmicos. El vapor liberado por estos pozos es dirigido a través de tuberías llamadas vaporductos para alimentar una turbina, donde la energía se convierte en movimiento mecánico de rotación.
El eje de la turbina está vinculado al rotor de un alternador que, al girar, convierte la energía mecánica en electricidad alterna. Esta electricidad es transmitida al transformador, que eleva el voltaje a 132.000 voltios antes de ser canalizada a la red de distribución.
El vapor saliente de la turbina se condensa en un condensador, mientras que los gases no condensables, después de recibir tratamientos específicos, se dispersan en la atmósfera.
Una torre de enfriamiento se encarga de reducir la temperatura del agua producida por la condensación del vapor. En este punto, el agua fría se utiliza para enfriar el vapor en el condensador o se reinyecta en las rocas profundas a través de pozos de reinyección, dando inicio a un nuevo ciclo de generación de energía renovable.