Más consolas y menos imanes: sobre videojuegos y yihadismo
No me duelen prendas a la hora de reconocer que mi comprensión sobre el terrorismo yihadista es limitada. He leído sobre el tema, por supuesto, pero confundir cuatro lecturas con un conocimiento exhaustivo de una materia ya de por sí extraordinariamente complicada y repartir lecciones a diestro y siniestro me parece arriesgado. Por ejemplo, para una comprensión básica de qué es ISIS recomiendo a menudo el texto El califato del fin del mundo de Manel Gozalbo. No es una opinión de cinco párrafos, son casi 8.000 palabras de conocimiento denso sobre una parte muy concreta del problema.
Aún así, y por pequeños que sean mis conocimientos sobre el tema, creo que estos son suficientes como para afirmar que la supuesta afición por los videojuegos por parte de alguno de los terroristas no pudo suponer ningún incentivo para la comisión de sus atroces crímenes, sino todo lo contrario. Los videojuegos, como otras formas de arte o entretenimiento, como todo aquello que mola y que hacemos las personas libres, son precisamente aquello contra los que luchan los terroristas yihadistas.
Incluso Lorenzo Silva, autor del artículo en el que hablaba de la afición de Younes por el Grand Theft Auto, ha afirmado en declaraciones a IGN: "Yo no he escrito en ningún sitio que jugar a un videojuego lleve a nadie a cometer un atentado terrorista. [...] Tengo la sensación de que está alterada seriamente la comprensión lectora".
Si bien es cierto que Silva no explicita una relación causa-consecuencia, sí que crea una relación, como recurso literario, cuando escribe: “Esta vez no era un videojuego, ni los atropellos que se iban sucediendo le iban dando puntos”. Creo que Silva, magnífico escritor pero no muy ducho en la industria de los marcianitos, confunde aquí el GTA con el vetusto Carmageddon. Y fomenta, aún a su pesar, el viejo tropo de culpar a la consola de todas las cosas malas que suceden en el mundo.
Islam y videojuegos
En todo caso, la polémica ha hecho que me pregunte por el papel que dan a los videojuegos los practicantes radicales del Islam y por cómo encaja esto con lo acontecido en Cataluña.
En una fatwa recogida por el popular sitio web Islamweb, controlado por las autoridades religiosas cataríes, se afirma lo siguiente: “Tener alguna forma de entretenimiento o diversión es permitido por la Shariah, si bien está restringido por sus normas. Por ejemplo, la diversión no debe distraer a la persona del recuerdo de Alá. Debe estar libre de apuestas, no debe llevar a disputas (...) y finalmente debe estar libre de música y otras prohibiciones. Es mejor buscar la diversión a través de actividades útiles como el ejercicio físico o mental o el aprendizaje de una profesión. (...) Si el videojuego consiste en dibujos de seres vivos dibujados o realizados con bocetos no están permitidos salvo si tienen alguna ventaja religiosa, moral o educativa para el niño. Sin embargo, si las imágenes se toman mediante una cámara, es menos dañino”.
En general, leer fatwas y consejos sobre videojuegos en sitios como Islamweb o IslamQA es una buena forma de frustrarse ante la complejidad de las normativas religiosas islámicas.
Es curioso leer los comentarios que aparecen en uno de estos foros. El autor es un musulmán que pide a su comunidad consejos sobre qué videojuegos son ‘halal’ y entran dentro de las prácticas toleradas por la religión. El pobre tiene claro que no quiere juegos con referencias sexuales, contenido profano, música, violencia extrema, ‘shirk’ (idolatría o politeísmo), o ningún estímulo a que se cometan pecados o se anime a cometerlos. Pero quiere echarse unas partidas.
Las respuestas que recibe son muy variopintas, y oscilan entre las de quienes le recomiendan juegos de deportes como el Fifa o títulos de plataformas y construcción; las de aquellos que le dicen que se deje de monsergas y que se dedique a trabajarse el ingreso en la otra vida, y las de quienes le sugieren que quizá debería dedicarse a la arquería si tanto necesita un hobby.
El debate es interesante de leer, especialmente porque deja claro que, a medida que el Islam se extremiza, empieza a ser profundamente intolerante con los videojuegos.
Muy sanos y muy buenos
No me costaría creer que algún tertuliano aburrido dijese en algún momento que por jugar a videojuegos los terroristas estaban “entrenando para el atentado” o cualquier chifladura similar. Del mismo modo, me imagino otros comentarios del tipo: “No puede ser, si jugaban al fútbol y leían mucho, eran chicos muy sanos y muy buenos”. Y, lo siento mucho, pero el Corán es un libro y cualquier chaval está siendo menos islamista radical cuando juega al Grand Theft Auto que cuando le pega unas patadas al balón. Mundial de Catar, patrocinio del Barça, jeques comprando equipos… ¿Alguna duda de que a los musulmantes les chifla el balompié?
No quiero decir, obviamente, que ningún deporte sea símbolo de radicalización. Pero sí tengo claro que los videojuegos son todo lo contrario. Toda la vida escuchando a la gente decir que son una forma de entretenimiento atroz, llena de violencia, sexo y comportamientos morales discutibles y ¿ahora tengo que comprar que son un instrumento de fe? No, no me imagino a ningún imán diciendo a sus discípulos que Trevor Philips, el demente coprotagonista de GTA, sea un ejemplo de nada.
Si en mi familia fuésemos musulmanes y no quisiera que la Policía acribillase a mi hijo como se abate a un perro rabioso, más que preocuparme porque jugase mucho con la Xbox o la PlayStation, me preocuparía que la dejase de golpe porque un señor raro le ha lavado el cerebro a él y a sus amigos. La respuesta correcta siempre será más consolas y menos imanes.