Las empresas españolas recibieron de media 66 ciberataques en 2018, lo que supuso un coste total de 8,16 millones de dólares (7,3 millones de euros), según un estudio sobre ciberseguridad elaborado en función de encuestas a 355 consejeros delegados de 11 países por Accenture Security España.

A nivel global, aunque el ataque más frecuentes fue de 'malware', el más costoso fue producido por los 'malicious insiders' (relacionados con los empleados, personal externo, socios, etc.), con un coste medio de 162.300 euros, afectando al 38% de las empresas españolas consultadas. El motivo, para el director de Accenture Security en España, Portugal e Israel, Xabier Mitxelena, es que los 'insiders' son "más complejos de resolver".

Aunque son problemas globalizados, los sectores ligados al cambio, como la banca, las 'utilities' y las empresas de 'software' son las que más han gastado en resolver los ciberataques, por lo que "pueden generar problemas aún mayores", ha indicado Mitxelena, mientras que el coste de cibercrimen costó en 2018 un 30% más a Estados Unidos, Japón o Reino Unido.

Por ello, considera fundamental que las empresas inviertan en la transformación del ecosistema. "La seguridad no se puede subsanar, la metemos en el mismo saco de las compras cuando se tiene que ver como un activo en el que las compañías deben invertir", ha señalado.

En este sentido, ha asegurado que Europa tiene un "riesgo real" de dependencia tecnológica, por lo que debe jugar un rol de posicionamiento. "Aplicar las mismas normas en ambas tecnologías, ser el árbitro en paralelo a la inversión", ha enfatizado.

LAS PYMES COMO ACTORES GLOBALES

Para Mitxelena, el reto al que se enfrenta España es determinar cómo ayudar a que las pymes "se suban al barco de la ciberseguridad con ayuda de la colaboración público-privada", dado que, en la actualidad "quien no tenga a un experto en ciberseguridad en la pyme, pierde".

En este sentido, considera un error que las 'startups' se acerquen al mundo de las grandes corporaciones, en lugar de las pymes, dado que se trata de una cuestión de liderazgo. Además, propone un modelo de gobernanza común para todos los países, dado que quienes manejan la tecnología (Estados Unidos, China, Rusia y Corea del Norte) son los que "están interesados en cambiarla".