Luis Miguel Gilpérez es responsable de buena parte de los éxitos de Telefónica España en la última década. Bajo su mandato se consolidó el despliegue de fibra óptica en nuestro país, se puso en marcha Movistar Fusión, el germen de los paquetes convergentes que todas las operadoras ahora utilizan como el eje de su oferta comercial, y habló de diversificación de la oferta de las telecos cuando nadie se atrevía a pensar que fuese posible.
Tras abandonar su puesto de consejero de Telefónica Brasil a comienzos de este año, se ha volcado con la consultoría y en buscar soluciones para abordar la necesaria digitalización de España. En este contexto -y desde su experiencia de varias décadas en el mundo de las telecomunicaciones y la tecnología- ha publicado'España 5.0, Hacia un nuevo modelo de industrialización', una guía que contiene un plan integral para la reconstrucción post-Covid en nuestro país.
Un plan que tiene como objetivo la digitalización, uno de los pilares de la reconstrucción europea y española. En conversación con Invertia, Gilpérez explica las claves de su proyecto, analiza los planes del Gobierno para el sector y hace un exhaustivo análisis de la realidad de las operadoras, incluso dejando algunos mensajes para su excasa.
Propone un plan nacional de reindustrialización. ¿Por qué ahora sí?
Históricamente, nuestra economía se ha centrado en el sector servicios y las infraestructuras, donde tenemos muchas ventajas, pero tenemos un gran desarrollo pendiente que es el sector industrial y tecnológico y en buena parte la Covid ha desnudado este déficit. Éramos conscientes de que teníamos que trabajar en esa vía, pero con esta crisis hemos visto que los países mucho más industrializados lo están superando mejor que nosotros. Es verdad que tendríamos que haber hecho antes esta transición, pero creo que las actuales circunstancias han demostrado que es cada vez más urgente
¿Y qué pasa si no lo hacemos?
Pues no estaremos en el pelotón de cabeza. A mí me gustaría que este país estuviese entre las diez economías mundiales en la década de los 30 (2030). Si no lo hacemos, pues no estaremos. Probablemente seremos un país con una buena situación social, con un buen Estado del bienestar, pero no jugaremos en la Champions, jugaremos en otra liga y, honradamente, creo que ahora es el momento de plantearnos qué queremos ser en la próxima década.
Creo que es el momento de actuar. En mi plan, seguro que faltarán cosas, pero creo que no es un problema de cuál es el mejor, sino de que hay que tener uno y ejecutarlo. Y tenemos que tener la suficiente capacidad para ir cambiándolo, porque el mundo es cambiante y si hay algo que ha sucedido en esta última etapa es que los hechos se desarrollan de una forma exponencial y, por tanto, tenemos que tener esa misma capacidad de reacción. No hay planes estáticos, sino que hay planes dinámicos. No vale pedir explicaciones, es el momento de ejecutar.
¿Qué le parece el Plan España Digital 2025?
En primer lugar, hay un plan, y eso ya es positivo. Luego, las líneas maestras que presentó el Gobierno me parecen que están en la buena dirección. Estoy de acuerdo en que tenemos que ser un país más digital, el gran hub europeo y un país que utilice más las energías alternativas. Tenemos que ser un país en el que la economía no se concentre tanto en polos, sino que tenemos que ser un país mucho más continuo y lineal en lo geográfico. A partir de aquí, yo creo que no se trata tanto de si esto es lo mejor o lo peor. Todo es bueno depende de cómo se ejecute y depende de que nos pongamos manos a la obra.
¿Qué es lo que echa en falta del Plan España Digital?
Creo que es el momento en que los técnicos y los que tienen la capacidad industrial coincidan, hablen y decidan juntos. Es evidente que el líder del plan digital tiene que ser el Gobierno. Me encanta que el presidente, el chairman del país, manifieste que él se pone al frente de cualquier comisión para liderarla y llevarla a buen término. Pero mi gran duda es si este plan se puede hacer solo con políticos. No podemos olvidar a los políticos, pero creo que los técnicos tienen mucho que decir. No sé si hay un equilibrio suficiente entre estas dos partes para hacer esta reconstrucción. Tengo dudas de que esto se maneje solo en términos políticos y obedezca solo a estos intereses.
El Plan pide al sector privado 50.000 millones de euros.
Creo que ha llegado el momento de dejar de pedir más cosas al sector industrial. Las empresas deben hacer accesibles sus servicios a todos los ciudadanos, pero creo que las administraciones deben velar por el desarrollo industrial y garantizar la rentabilidad de las compañías. De otra manera, nadie va a invertir y vamos a tener soluciones y servicios que no estén a la altura de lo que tengan otros países europeos. Este es el gran reto: garantizar el equilibrio entre un desarrollo de la tecnología y de las industrias para que sean competitivas a nivel mundial, y los apoyos y subvenciones que sean necesarias para que esto suceda.
En este sentido, tenemos el gran reto del despliegue del 5G.
Así es. En este caso el Gobierno no tiene que tener un afán recaudatorio en el espectro. En otros continentes lo están dando gratis y, en Europa, se han pagado miles de millones. La pregunta que yo me hago es si esas subastas penalizan los servicios que entregan, porque todo el dinero se gasta en pagar espectro y no en desarrollo de infraestructuras. Estamos en un sector al que se le ha penalizado muchísimo y que le tenemos que dar oxígeno y ese oxígeno precisamente debería de venir por el lado de la regulación. Un primer paso en esta nueva legislación del 5G debería venir en forma de reestructurar la subasta. Más que subasta, yo haría un contrato en el que las operadoras se comprometan a dar un servicio determinado al igual que sucede en otros países.
Lo que no podemos es ser el terreno de juego, Europa tiene que ser el jugador
¿Está en riesgo el despliegue del 5G?
Pese a esto, no veo ningún peligro en las inversiones del 5G y mucho menos en que España tenga una posición relevante en el contexto europeo en calidad del servicio. Se trata de que nuestras compañías sean capaces de dar servicios que vayan más allá de la pura conectividad en 5G y nos ofrezcan servicios como la telemedicina, el coche conectado y soluciones virtuales. Actualmente no tenemos tecnología para el desarrollo de redes, sino que nos viene de fuera (nórdicos, chinos y estadounidenses) y tenemos que ocupar una posición en la siguiente capa, la de los servicios 5G.
Pero en este tema también tiene algo que decir la Administración...
En este punto deberíamos tener una ayuda desde la Administración. No hay ninguna dificultad en que España tome una posición relevante en cuanto a servicios y cobertura 5G porque ya tenemos una red suficientemente densa en 4G. Creo que el siguiente salto cuántico está en saber cómo hacer que esos servicios diferenciales se hacen realidad y para eso necesitaremos compañías robustas y necesitamos que el Gobierno y Europa decidan qué quieren hacer.
¿España y Europa han perdido la carrera del 5G?
Empecé a trabajar con Telefónica en el año 1980 y fui de los primeros en desarrollar la industria móvil. Yo he vivido cuando España era la referencia en 2G e, incluso, con 3G, cuando todo el mundo venía a ver cómo lo hacíamos. Pero sí que es verdad que hemos perdido esta posición relevante cuando hemos llegado al mundo del 4G. Aquí los que ganaron esa batalla fueron los estadounidenses y, en estos momentos del 5G, la realidad es que Europa no está liderando este movimiento, sino que lo están liderando los asiáticos.
¿Cómo mejorar esta situación?
Dejando a un lado la parte asiática y quedándonos con la parte occidental, hay una competencia en la que podemos dar batalla a los estadounidenses. Pero para esto necesitamos correr, porque después del 5G vienen las aplicaciones que va a tener la tecnología y eso es en lo que deberíamos estar trabajando. Tenemos una discusión tecnológica en Europa derivada de toda la lucha entre EEUU y China que no nos beneficia. Creo que a la tecnología no se le pueden poner puertas y las decisiones que deberíamos de tomar en Europa deberían ser las mejores, siempre garantizando la seguridad, la privacidad y la calidad en nuestros clientes. Lo que no podemos es ser el terreno de juego. Europa tiene que ser el jugador.
Algo de esta carrera tiene que ver con la excesiva atomización del sector en Europa...
No tiene ningún sentido que seamos un continente en el cual tengamos miles de operadores cuando Estados Unidos tiene decenas. Competimos en un mundo global y el capital se centra en las grandes y, para ello, hay que ser grande. Lo que me pregunto es si España se puede permitir el lujo de no ser un consolidador. Debemos trabajar para que nuestras compañías de bandera sean consolidadores, nada está escrito y tenemos que ser los autores de este libro.
Creo que el sector no ha hecho nada mal. La responsabilidad es de la regulación que tenemos
El problema es que la actual realidad de empresas como Telefónica no le permite ser consolidador...
Es verdad que compañías como Telefónica están más penalizadas respecto de lo que se ajusta por su valor y performance, pero tiene mucho potencial de crecimiento. Yo discrepo de que haya mercados como Latinoamérica donde no haya valor, porque para mí tiene un valor incalculable con 400 o 500 millones de personas, casi diez veces España y con una capacidad de consumo altísima. Hay una superpenalización a lo que pasa a Telefónica y hay que ver cómo lo mejoramos para ser uno de los jugadores en el tablero de Europa.
¿Cómo se mejora la capitalización de Telefónica en los mercados?
Son tendencias. Telefónica, el sector y toda la industria española están sujeta a una gran presión. Solo hay que ver las caídas del sector financiero y otros sectores industriales. Pero creo que esto va a cambiar, porque la constancia en unos buenos resultados irá demostrando a los inversores que Telefónica sigue teniendo todo su potencial y su capacidad de crecimiento. Evidentemente, uno de los grandes retos es poner en valor Latinoamérica, pero creo que el equipo está intentando hacer todo lo que tiene a su alcance, con diferentes modelos, trabajando muchísimo con la tecnología y lo que falta es que el mercado se lo reconozca.
Parece que se está haciendo lo contrario en Latinoamérica, con un spin-off.
Una cosa es que se haga el spin-off y otra cosa es que no se les dé espacio para crecer. He sido consejero de Brasil hasta comienzos de 2020 y te puedo garantizar que Telefónica tiene todo el foco puesto en este país para que crezca y sea mucho más fuerte. Vivo es la compañía más relevante y sin duda irá a más porque es el líder indiscutible del mercado brasileño.
¿Y el resto de Latam?
Mi conocimiento del resto de compañías de Latinoamérica es que la posición de Telefónica en todos los mercados es de liderazgo o de coliderazgo. Con lo cual, lo único que queda es esperar a que el ciclo latinoamericano cambie. Cuando fui responsable de Latam, ellos me decían que había ciclos de siete años de crecimiento y otros siete de caídas. Ahora estamos en el punto más bajo y estoy seguro de que en la época del post-Covid van a crecer. A partir de ahí, todas las compañías que estén en Latam van a mejorar su performance y su realidad. Esto es lo que sucedió en 2004 cuando Telefónica compró BellSouth y puso en valor todo un continente.
Fuera de Telefónica, qué se ha hecho mal en España, un sector inmerso en una guerra de bajo coste y con grandes pérdidas de valor...
Creo que el sector no ha hecho nada mal. La responsabilidad es de la regulación que tenemos. El regulador es el que quiere que haya un sector mucho más atomizado y que no haya barreras de entrada. Tenemos un modelo en el que quien construye una red la tiene que compartir, y más si ese operador se llama Telefónica. Además, el regulador te marca el precio para vender el servicio a nivel mayorista, para que tus competidores se hagan fuertes. Así no se puede frenar que nazcan competidores como champiñones.
Es verdad que tenemos que pasar una travesía que es la década de los 20 para ser mejores en la década de los 30
Y ya hay cinco grandes competidores...
No sé si los operadores lo han hecho mal, pero desde luego es una consecuencia de lo que el regulador quiere que suceda. En este mercado hablamos de que hay cuatro competidores, y ahora se empieza a hablar de cinco con la llegada de Euskaltel. Pero no es verdad, en realidad no tienes menos de 100 competidores. Entones, con las reglas y la regulación que tenemos es francamente difícil que haya una consolidación en el mercado.
Volviendo a su libro, otro de los grandes retos de España es la educación digital.
Tenemos probablemente la mejor infraestructura a nivel europeo para ser digitales y tenemos la mejor infraestructura logística y de transportes, lo que nos hace muy atractivos a nivel internacional para instalar hubs y factorías de producción en España. Por otro lado, con la pandemia hemos aprendido a crear un hogar bimodal, en el cual se puede disfrutar del ocio y se puede trabajar. Hemos incrementado nuestra capacidad digital y hemos sido más digitales en la relación con nuestro entorno laboral.
Pero esto no nos ha hecho más digitales...
Solo el 10% de las empresas se planteaban el teletrabajo antes de la pandemia, luego fue el 50% y en este momento se plantea que el 85% podrían hacerlo. Ahora la pregunta es cuántos españoles tienen esa capacidad para ser digitales, y no hablo de enviar mensajes por el móvil, hablo de hacer una videoconferencia, comprar, utilizar una app. En ese frente es en el que estamos a la cola de Europa. Tenemos que trabajar muchísimo en el training y en la formación a nivel digital.
¿Dónde hay que hacerlo?
Debería haber una asignatura en todos los colegios que enseñase digitalización, porque además tenemos una generación de nativos digitales que debe ser formada. No hay que esperar que solo usen el WhatsApp y se conecten a las redes sociales, deben aprender a tener competencias técnicas. Todos los españoles deberían estar formados en estas competencias digitales.
¿Qué plazo tenemos?
Es verdad que tenemos que pasar una travesía que es la década de los 20 para ser mejores en la década de los 30. En esta década, tenemos la oportunidad de ser uno de los referentes mundiales en todos los frentes. Aunque seamos un país relativamente pequeño en tamaño y población, creo que podemos marcar el camino y la pauta y ser el espejo del resto. Pero para eso tenemos que formar a todos nuestros ciudadanos en aptitudes y capacidades digitales.