Domingo, dos y media de la tarde, la hora de la paella en toda la Comunidad Valenciana. No parece la mejor hora para presentar nada, y menos si tenemos en cuenta que es junio y la región parece desconectada de ese frío del que habla el resto de España. Sin embargo ese preciso momento del domingo 10 de junio de 2018 está ya marcado en la historia como la fecha en la que la televisión autonómica volvió a los hogares de los valencianos. Para bien o para mal.
La fecha no es casualidad, es la del aniversario de la primera emisión televisiva en España, que se realizó el 10 de junio de 1948 durante una exposición de tecnología en la feria internacional de muestras de Barcelona. La hora tampoco es casual, es la del informativo diario de la nueva cadena, toda una declaración de intenciones. Aunque À Punt asegura que no viene a ser una televisión de entretenimiento kitsch como fue en su día Canal 9, es tan política como su predecesora. O más.
Empezando por el nombre, un término que recuerda a las reivindicaciones catalanas durante la Diada y que con una grafía ligeramente distinta ya había sido registrado para su uso en radio y TV por la ANC. Pero es que, además, la cadena cuenta como directora con Empar Marco, una periodista que desde el PP y Ciudadanos consideran un caballo de Troya de Puigdemont por un tuit complaciente con el 1-O y tras su paso por al menos dos medios complacientes con el independentismo: TV3 y Avui. La propia Marco, preguntada por su opinión por un supuesto “proceso de transición catalana”, señalaba abiertamente su “admiración por ver cómo se organiza la sociedad civil”.
Tampoco ayuda que la subdirectora de informativos no diarios, Esperança Camps, venga del partido nacionalista Més por Mallorca, partidario de la independencia catalana. Su perfil es polémico. Su propio partido le obligaba recientemente a dimitir de su cargo de consejera de Transparencia y Cultura por la falta de confianza debida a su "falta de proyecto" y por "no haber sabido hacer equipo". Es la misma periodista que el año pasado recorría las fallas valencianas para la web independentista Vilaweb con el objetivo de lamentar la ausencia de fallas partidarias separar Cataluña o Valencia de España.
Asimismo, la directora de contenidos web y de redes sociales, Anna Peña, viene de las juventudes de la ERC valenciana, y ha sido abiertamente defensora de un “estado propio” para los “países catalanes”. Su papel ha sido clave para la redacción de un libro de estilo en el que ignora las denominaciones oficiales y fomenta el uso de la expresión “Països Valencians”.
¿Un adoctrinamiento por otro?
Sobre el papel, la idea es convertir los informativos de la cadena en referentes desde los cuales se vertebre el territorio autonómico y, a la vez, se dé voz a la llamada agenda valenciana para meter presión a Madrid. Pero, como a menudo sucede con las televisiones autonómicas, el problema terminará siendo el riesgo de que se sustituya una maquinaria de adoctrinamiento por otra. ¿Lo importante de verdad? A nadie se le escapa lo rentable que es tener una televisión autonómica a solo un año de elecciones, y más si ese año coincide con el expresidente Francisco Camps declarando por su gestión en los juzgados.
La nueva televisión valenciana nace a la imagen y semejanza del gobierno que la ha creado. Es feminista —no sólo ha puesto una mujer al frente de la cadena sino que su parrilla incluye el programa Valentes (femenino de valientes en valenciano), dedicado a mujeres valencianas que han desempeñado un papel no siempre reconocido en la historia—. Tiene además un punto intelectual que aparece plasmado en Plaerdemavida, un programa literario dedicado a fomentar la lectura y que toma el nombre de uno de los protagonistas de la obra cumbre de la literatura en valenciano Tirant lo Blanc.
Los primeros minutos de emisión fueron la demostración palpable de todo esto. No hubo declaración institucional, video promocional o una mísera cortinilla con el logo de la cadena. Cuando la cuenta atrás que anunciaba el arranque de las emisiones finalizó, los valencianos se encontraron con las presentadoras del informativo diario, las periodistas Adelaida Ferre y Vanessa Gregori, anunciando el sumario de temas que se iban a tratar en el informativo y que estaban en las antípodas de lo que Canal 9 acostumbró a los valencianos: donde antes había Consellers anunciando que Valencia era la envidia del mundo, aparecieron periodistas hablando de la falta de infraestructuras en la Comunitat que el gobierno autonómico reclamará a Pedro Sánchez, los problemas que crea en la población la no liberación de la AP-7, y la preocupación de la Cámara de Comercio por los retrasos en el Corredor Mediterráneo.
À Punt necesitó menos de media hora para acabar con el mito del “Levante Feliz”, una frase recurrente en el gobierno valenciano a la hora de reivindicar atención en Madrid. Para dar más que hablar, el informativo autonómico dedicó una pieza a un encuentro de familias LGTBI en Castellón, dando voz a personas que han peleado por los derechos de los transexuales.
Pero, especialmente, puso mucho énfasis en el independentismo: hizo una conexión en directo con Barcelona para hablar de la reacción desde Cataluña ante el anuncio de un proyecto para reformar la Constitución, e incluso se hizo eco, durante escasos segundos eso sí, de una cadena humana realizada en el País Vasco para exigir el derecho a decidir. Todo un shock para unos espectadores que vienen de un Canal 9 que prohibía a sus periodistas hasta sacar en pantalla el perfil malo de Eduardo Zaplana.
En À Punt son muy conscientes de que habrá críticas a su gestión se haga lo que se haga. Empar Marco, que necesitó nueve votaciones para ser elegida, no ha dudado en reconocer que se ha sufrido para lograr poner la televisión en marcha, y que aún se va a sufrir más en los días que vendrán.
Una de las principales preocupaciones de Marco son las estrecheces presupuestarias. El gobierno valenciano está reactivando su televisión a la vez que reclama en Madrid que se arreglen sus problemas de financiación. Conscientes de que esta contradicción puede ser usada como arma política por sus rivales, que no entienden a qué viene quejarse por un lado de falta de financiación con una mano mientras con la otra se emplea el dinero en un mecanismo de propaganda, ha querido hacer de la austeridad la bandera de la cadena.
À Punt Media se ha puesto en marcha con un presupuesto de 55 millones de euros, cuatro veces menos que los presupuestos más altos de la antigua Canal 9. Pero los ahorros no durarán: Marco ya ha dejado caer públicamente que el ente requerirá unos 70 millones al año para poder funcionar con normalidad. Y éste no es el principal problema que tendrá que enfrentar la nueva televisión.
Ahora mismo demasiadas cosas son provisionales. Sus trabajadores vienen de bolsas de trabajo temporal, a la espera de que se convoquen oposiciones, algo que no se espera hasta dentro de tres años. Aún no se ha logrado que Movistar incluya la cadena en su oferta de televisión, y el mal estado del sector audiovisual valenciano, el que más sufríó con el cierre de Canal 9, es una dificultad más a la hora de completar su programación. Pero eso son obstáculos que poco importan a Compromís, que ha conseguido del PSOE lo que más quería. Cuatro años, seis meses y doce días de un apagón que supuso el principio del fin del PP valenciano, Mónica Oltra tiene al fin su televisión.