Cambio climático. Igualdad de género. ELA. La sostenibilidad del planeta. El fin del techo de cristal, de la brecha entre hombres y mujeres. El desarrollo de la investigación para enfrentarnos a una enfermedad que asuela al mundo, con más de 900 casos nuevos cada año en España. La implantación de un sistema eléctrico inteligente que permita la integración de las energías renovables y la movilidad eléctrica. La demostración de que ellas y ellos son iguales. La visibilidad de quienes sufren y padecen una dolencia que no entiende de clases. Razones, todas ellas y muchas más, nobles, necesarias y que unen a Ignacio S. Galán, a Francisco Luzón y al deporte femenino español no sólo en su día a día, sino también como Leones de EL ESPAÑOL 2019.
Por tercer año consecutivo nuestro periódico entregará sus galardones en los ámbitos empresarial, deportivo y de la solidaridad. Tres espacios fundamentales en el desarrollo de nuestra sociedad y por los que ya han sido premiados Florentino Pérez, Francisco González, Rafael Nadal, Sergio Ramos o Ignacio Echeverría -a título póstumo- y Fernando Raigal -el buzo español que colaboró en las labores de rescate de los niños tailandeses atrapados el pasado año-. Tras los eventos celebrados en el Teatro Real y en el Hotel Westin Palace, en esta ocasión, la entrega de los galardones tendrá lugar el próximo miércoles 30 de octubre en el auditorio del Comité Olímpico Español, con su presidente Alejandro Blanco como anfitrión.
Ignacio S. Galán
Ignacio S. Galán es un apasionado de la ingeniería y la empresa. Dicen quienes trabajan con él que tiene el sector energético en la cabeza y que en su ADN está el anticiparse a los cambios que se avecinan. Dos cualidades que le han permitido liderar la transformación de Iberdrola desde su llegada a la compañía, en el año 2001.
En aquel entonces Iberdrola tenía activos por 20.000 millones de euros, una cifra muy alejada de los cerca de 120.000 millones con los que cerró el ejercicio 2018. Un crecimiento conseguido gracias al proceso de internacionalización liderado por Galán y que le ha llevado a suministrar energía a más de 100 millones de personas en países tan diversos como España, Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, México, Alemania, Francia, Italia o Portugal. Una gestión que ha sido premiada por los mercados, tal y como se refleja en el crecimiento de la capitalización de la compañía, que ha pasado de ser la vigésima a estar entre las cuatro mayores eléctricas del mundo. El incremento del precio de la acción, de alrededor de un 35% en lo que va de año, le ha permitido ser ya la segunda compañía del Ibex 35.
Pero no solo ha sido por la internacionalización. Ignacio S. Galán también ha liderado la revolución verde de Iberdrola, haciendo que sea un referente en el sector de las energías renovables y la lucha contra el cambio climático. Sólo en los próximos cuatro años tiene previsto invertir más de 30.0000 millones de euros en este campo. Y hay más: Iberdrola ha hecho suya también la apuesta por el transporte sostenible, por lo que va a desplegar más de 25.000 puntos de recarga para vehículos eléctricos hasta 2021.
Galán tiene claro que la responsabilidad social es fundamental para las empresas en el siglo XXI. De ahí su compromiso, repetido cada vez que tiene ocasión, con la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, con la conservación del medio ambiente y con los jóvenes y la igualdad. Dos obsesiones estas últimas que han llevado a Iberdrola a convertirse también en el gran impulsor del deporte femenino en nuestro país.
Deporte femenino
Lili Álvarez o Ana María Martínez Sagi fueron las primeras pioneras, casi exploradoras de un entorno hostil, de un mundo salvaje para la mujer que no tendría su primera avanzadilla profesional hasta aquel 1992 en que las Theresa Zabell, Mercedes Coghen, Arantxa Sánchez Vicario, Miriam Blasco y compañía explotaron en los Juegos Olímpicos de Barcelona y la ahora malograda Blanca Fernández Ochoa conquistó la primera medalla olímpica para una española meses antes en los Juegos de invierno de Albertville. Ellas cruzaron la frontera, abrieron las puertas de par en par y dejaron el camino expedito para la conquista.
En poco más de 25 años, las mujeres han cogido las riendas. Lidia Valentín, Maialen Chourraut, Ruth Beitia, Mireia Belmonte, Carolina Marín, Eva Calvo y las selecciones de baloncesto y gimnasia rítmica hicieron que ellas lograran más medallas que ellos en los Juegos Olímpicos de Londres y también en los de Río. Del "soy español, a qué quieres que te gane" se evolucionó al "soy española". El deporte, una vez más, se convirtió en motor de la sociedad y anticipó unos cambios que con el correr del tiempo se han extendido al resto de los ámbitos de la vida cotidiana. Y lo que aquella generación avanzó, la actual no sólo lo ha consolidado, sino que lo ha normalizado.
Lidia Valentín se cuelga medallas con la misma facilidad con la que levanta kilos y kilos. Las selecciones de balonmano y baloncesto prolongan su dominio continental y su presencia en los podios mundiales. La rítmica, la sincronizada, el piragüismo, la vela, el tiro, el waterpolo, el snowboard... De aquellos medalleros huérfanos de nombres de mujer hemos pasado a un modelo inimaginable sin ellas, en el que la selección de fútbol levanta las mismas pasiones con Amanda Sampedro, Jennifer Hermoso o la capitana Marta Corredera que sus homológos masculinos con los Isco, Ramos y compañía. Un deporte en el que María Vicente, recordwoman nacional a sus 18 años, y tantas otras como ella son el modelo a seguir, el modelo a consolidar.
Un galardón imposible de concretar en una única figura, por lo que serán cuatro las encargadas de recoger el premio en el escenario -una deportista consagrada, una de nuestras grandes promesas de futuro y sendas representantes de las selecciones de fútbol y baloncesto- aunque estarán acompañadas por otro centenar de nuestras mejores deportistas en la gran casa del deporte español.
Francisco Luzón
El día que Francisco Luzón salió del Banco Santander con su jubilación voluntaria bajo el brazo y un retiro brillante ante sí nunca imaginó lo que el futuro le tenía reservado. Apenas dos años después un diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica cambió sus planes, pero ni mucho menos torció su carácter ni consiguió doblegar su voluntad.
Para la ELA no hay cura. Ni siquiera se conocen las causas de esta enfermedad neurodegenerativa que golpea prácticamente por igual a hombres y mujeres con la mayor incidencia en personas mayores, aunque también jóvenes como el periodista Carlos Matallanas están afectados y con idéntico pronóstico: una esperanza de vida que va de dos y cinco años, no más. Por eso la Fundación Francisco Luzón es tan importante. Por lo que hace, por lo que representa.
Su traslado de El Cañavate, Cuenca, a Barakaldo cuando apenas tenía cinco años quizás fue el viaje que menor cambio supuso en una vida plagada de transformaciones. Desde aquella beca con la que logró licenciarse en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Bilbao a sus 15 años en el Banco de Vizcaya que le llevaron a ocupar un sillón de consejero. Después vendrían el Banco Bilbao Vizcaya, la presidencia del Banco Exterior de España, la creación de Argentaria aglutinando a toda la banca pública y también la dirección general del Banco Santander.
Amante de la cultura y las ciencias, como atestiguan sus cargos de vicepresidente en la Biblioteca Nacional durante tres años y de vicepresidente mundial de Universia durante una década, Francisco Luzón se define a sí mismo como una persona que ha creado valor durante toda su vida, transformando la realidad y devolviendo a la sociedad parte de lo que le ha dado, precisamente el gran objetivo de su fundación: “Es el mayor reto transformador de mi vida. Una Fundación que ayude a encontrar una cura a esta terrible enfermedad, uniendo a todos los agentes que deben estar implicados en la misma”.