Cinco mil trescientas veinticinco palabras para los cinco mil trescientos veinticinco accionistas que formáis EL ESPAÑOL
"Debemos mantener el liderazgo para conquistar la excelencia".
26 junio, 2024 02:41****Por su interés, reproducimos a continuación el discurso del presidente ejecutivo y director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, en la Junta de Accionistas del periódico celebrada el martes 25 de junio.
Señores accionistas de EL ESPAÑOL, queridos 5.325 accionistas de EL ESPAÑOL, recibid un abrazo fraternal tanto los que estáis aquí presentes, como los que seguís esta asamblea en streaming.
Aunque nuestro periódico no cumplirá su primera década hasta el año que viene, esta es la décima Junta General de Accionistas de EL ESPAÑOL. Y sin duda la más importante en términos económicos porque es la primera en la que podemos acreditar la rentabilidad de nuestra empresa de manera contante y sonante.
Es cierto que hace ya cinco años que tenemos EBITDA positivo y cuatro, beneficio neto. Pero hasta el último ejercicio, esos resultados tenían legalmente que compensar las importantes pérdidas acumuladas durante nuestros primeros años.
Ahora, restablecido plenamente nuestro equilibrio patrimonial, puedo anunciar con alegría que ha llegado el momento de repartir nuestros primeros dividendos. Una parte con cargo a los resultados de 2023 y otra parte, más significativa, a cuenta de los que vamos a obtener en 2024, al estar cumpliendo un exigente presupuesto expansivo y no tener ya la rémora de la compensación de pérdidas.
Es evidente que la remuneración del accionista está no sólo entre los fines naturales, sino entre las prioridades de cualquier empresa. En este caso, aunque la nuestra no sea cualquier empresa se trata además de empezar a hacer justicia a casi una década de inversión incierta, de apuesta en un sector en crisis, de asumir riesgos sin retorno alguno, de hipotecar incluso gran parte del propio patrimonio en aras de una expectativa imprecisa.
Obras son amores. Los cinco mil trescientos veinticinco accionistas de EL ESPAÑOL hemos demostrado nuestro compromiso con la prensa libre y con el derecho a la información de los ciudadanos, haciendo posible el desarrollo vital de centenares de profesionales, la mayoría de ellos periodistas.
Por eso quiero daros las gracias, como si lo hiciera uno por uno, a todos los grandes, medianos y pequeños inversores que nos habéis acompañado en esta travesía del desierto, durísima en los primeros años y que de momento termina hoy. Y digo "de momento" porque, como luego explicaré, el sector de los medios de comunicación está sometido al vértigo de una permanente metamorfosis acelerada.
¿Cómo será un periódico dentro de 10 años? Quien sea capaz de responder a esta pregunta, que a menudo plantea y se plantea nuestra vicepresidenta Cruz Sánchez de Lara, tendrá la llave para abrir la puerta de esa "nueva edad de oro de la prensa" que vengo augurando desde hace más de una década, a pesar de que su dintel mutante se empeña en alejarse unos metros cada vez que parece al alcance de la mano.
Pero antes de volver a ello disfrutemos merecidamente del éxito de EL ESPAÑOL. Porque si la rentabilidad es en todas las empresas el baremo por el que se mide el acierto de sus promotores, directivos y profesionales, en una empresa periodística significa también algo que, desde luego para mí, es todavía más importante.
Un liderazgo incontestable
Que un periódico sea rentable implica no sólo que es viable, sino que su independencia respecto a cualquier poder de cualquier índole está garantizada. En el día de hoy, los editores de EL ESPAÑOL podemos repetir el lema de nuestros ancestros de El Liberal: "Nos pertenecemos. Somos de nosotros mismos".
He aquí la condición sine qua non para poder cumplir con nuestra función social. Porque EL ESPAÑOL ha alcanzado este hito sin renunciar a ninguno de los atributos sobre los que construimos nuestros principios fundacionales.
Gracias a su independencia, tal y como prometí con las doce campanadas que iniciaban 2015, EL ESPAÑOL es universal, es plural, es combativo, es inteligente, es ecuánime, es indomable, es libre y es tuyo. Y además de a los casi cinco mil accionistas me refiero a los 18 o 19 millones de lectores en España y casi otros tantos en el resto del mundo que confían todos los meses en nuestro periódico como medio de información, opinión, explicación y entretenimiento.
No es una casualidad que la rentabilidad de EL ESPAÑOL venga de la mano de su liderazgo. Porque si el nivel de la apuesta inicial, cuando yo invertí toda mi indemnización tras 25 años como director del diario que fundé en 1989, cuando batimos el récord mundial de crowdfunding en el sector de los medios, cuando reunimos más de 17 millones de capital, el mayor capital de un medio nativo digital en Europa y, sobre todo, cuando conseguimos vuestro apoyo, el de cinco mil trescientos veinticinco accionistas, la cifra más alta jamás reunida por un medio de comunicación español en la historia... Si el nivel de esa apuesta fue tan alta, era porque aspirábamos a llegar a lo más alto.
Los datos oficiales de GFK-Dam no tienen vuelta de hoja. De forma consecutiva EL ESPAÑOL ha sido el diario más leído de España durante los últimos diez meses y si elevamos el cómputo a los últimos dieciocho, es decir al último año y medio, resulta que EL ESPAÑOL ha ocupado lo más alto del podio 15 meses. Todos menos esos tres en los que logramos un subcampeonato que ya empieza a quedar en el olvido.
Somos líderes en usuarios únicos mensuales, claramente por encima de los 18 millones. Somos líderes en promedio de lectores diarios rozando los 3 millones y con más de 600.000 de ventaja sobre el segundo. Esto es casi lo más significativo por lo que tienen de recurrencia. Somos líderes en 13 ó 14, según los meses, de las 17 comunidades autónomas.
Y no sólo somos líderes según GFK-Dam, medidor elegido por el sector de la publicidad y lo medios tras el concurso ganado hace dos años. También somos líderes, según Comscore, que hasta ese momento había desempeñado esa función. Y también somos líderes, según la OJD Interactiva. Cada uno utiliza procedimientos y tecnología distintos, pero todos arrojan ese mismo veredicto. En la era digital no hace falta recurrir a ninguna encuesta porque la huella electrónica del consumo es inapelable.
Que EL ESPAÑOL sea el diario con más usuarios únicos, es decir con más lectores de España con sólo nueve años de vida puede parecer un sueño. Por ceñirnos a este último mes de mayo, les sacamos casi tres millones al ABC y La Vanguardia, casi tres y medio a El Mundo, más de cuatro a El País y más de cinco a los siguientes medios nativos fundados antes que el nuestro.
Un proyecto y una estrategia
Se dice pronto, pero es para frotarse los ojos. Porque esto no ocurre en ningún otro país desarrollado. Somos la excepción a la regla del dominio de las grandes cabeceras tradicionales en todos los demás grandes países occidentales.
De hecho, en las casi cuatro décadas y media que llevo como director de periódicos es la primera vez que me pasa. La primera vez que el periódico que yo dirijo se sitúa en la cima del podio en el mercado dominante.
Si antes lo era el de las ediciones impresas y la venta en los quioscos, ahora lo es el de la prensa digital, hasta el extremo de que hablar de prensa digital es ya un pleonasmo pues el mundo del ayer se ha desvanecido casi por completo y la abrumadora mayoría de la audiencia se canaliza a través de los dispositivos electrónicos.
Que EL ESPAÑOL sea el diario con más lectores de España con sólo nueve años de vida, superando holgadamente a todas las cabeceras históricas, incluido ese querido periódico que fundé hace ya casi 35 y dirigí durante un cuarto de siglo, puede parecer un sueño, pero no lo es.
Nuestro liderazgo es el resultado de un proyecto intelectual transversal, liberal, moderado, centrista, pactista, atractivo para lectores de todas las tendencias, contrario a todos los sectarismos, radical en la defensa de las libertades. Bajo esas banderas os convocamos y esperamos no haberos defraudado.
Nuestro liderazgo es el resultado de un periódico completo, variado, relevante y ameno.
Y es el resultado de una estrategia empresarial que ha combinado el crecimiento orgánico de ese periódico capaz de llegar a todos los nichos del mercado con la penetración territorial mediante ediciones locales y alianzas con medios asociados.
Así es como hemos ido añadiendo a nuestra oferta editorial verticales como Vandal, Omicrono y el Androide, Cocinillas, Invertia -adquirido en una subasta abierta a Telefónica-, Disruptores, El Cultural, Enclave ODS o Magas.
Así es como nos incorporamos al accionariado de Crónica Global, con Metrópoli Abierta y Crónica Vasca ahora en su perímetro; como hicimos lo propio con Quince Mil y Treinta y Seis en Galicia, el Digital de Castilla la Mancha y Noticias de Castilla y León.
Así es cómo nos asociamos con el Diario de Avisos de Canarias. Y como hemos puesto en marcha nuestras ediciones en Valencia, Alicante, Sevilla y Málaga. Antes de que termine este verano nacerá también EL ESPAÑOL de Aragón.
Los artífices de algunos de estos medios integrados en la oferta editorial y comercial de EL ESPAÑOL son por lo tanto parte de nuestro éxito y merecen compartirlo. Es el caso de Xavier Salvador, Lucas Fernández, Pablo Grandío, Blanca Berasategui, Rafael Navarro, Esther Esteban o Carlos Velasco.
EL ESPAÑOL ha creado así un grupo cuyos ingresos, consolidados proporcionalmente en función de cada participación, superan los 25 millones de euros con un EBITDA de más de 5 millones. En concreto, de un 20% sobre la facturación.
Este perímetro incluye también la comercializadora publicitaria Hathor, creada durante el pasado ejercicio, y la productora El Rugido, constituida hace pocos meses junto a alguien tan solvente y creativo como Miguel Toral, cuyo primer fruto conocido fue el documental sobre el XX aniversario de la boda de los Reyes producido para Tele 5. Tanto Hathor como El Rugido nos darán pronto, estoy seguro, grandes satisfacciones.
Algunos reconocimientos
En el corazón de nuestro éxito está en todo caso EL ESPAÑOL, consolidado ya como uno de los grandes diarios de calidad. Capaz de cubrir todas las áreas, de participar en todos los debates y organizar eventos como Wake Up Spain, los grandes foros económicos regionales o sectoriales, Las Top 100, los Leones de EL ESPAÑOL o los premios Maga de Magas.
Gracias, pues, a todos vosotros, los cinco mil trescientos veinticinco accionistas por vuestro apoyo permanente, vuestra confianza y vuestra paciencia. No hay lugar de España al que me desplace en el que no encuentre a uno de vosotros, identificándose con orgullo. No sabéis la felicidad que me produce conoceros y saludaros. Nunca la propiedad de un periódico se había asentado en una base social tan amplia. Es mi mejor recompensa. Esto quiere decir mucho.
Gracias a los miembros del Consejo de Administración que nos habéis ayudado tanto a acertar en esta travesía. Tanto a los que nos acompañaron en el momento fundacional como a los que habéis ido tomando el relevo hasta hoy. Gracias Gregorio Marañón, Juan Abarca, Nieves Segovia, Lucas Fernández, Xavier Salvador, Pablo Grandío, Teresa Arsuaga, Beatriz González Cristóbal, Killian Revuelta y Francisco López.
Y además de tantas gratitudes deben constar hoy algunos reconocimientos. El principal de ellos se refiere a nuestra vicepresidenta ejecutiva, Cruz Sánchez de Lara que tanto está aportando a configurar la identidad de EL ESPAÑOL como un diario de vanguardia, abierto a las inquietudes sociales, comprometido con la igualdad, la sostenibilidad y el liderazgo femenino.
Si siempre se dijo que Diario 16 y El Mundo eran periódicos de autor, es de justicia dejar constancia que EL ESPAÑOL está siendo de manera creciente un periódico de autores y que compartir esa condición con Cruz, tocar este piano a cuatro manos, constituye una fuente constante de enriquecimiento intelectual y felicidad personal.
A continuación, debo referirme a nuestra directora general Mamen Vázquez que con tanto acierto y empeño gestiona nuestra compañía, contribuye a definir nuestra estrategia y la ejecuta en el día a día. Entre sus grandes méritos destaca además la selección y coordinación de un equipo, a veces poco visible pero altamente cualificado, en departamentos clave para una empresa periodística.
Se trata de los responsables de Estrategia Daniel Muñoz, de Tecnología Sergio Sanz, de Marketing y Suscripciones Verónica Milo, de Publicidad Eva Peinado, de Datos y Programática Prisca Dumas, de Branded Julián Povedano, de Eventos María Luisa Rodríguez Bello y de Audiencias, un departamento desde el que Álvaro Mazariegos, con la ayuda de Gonzalo Mirasierra, están logrando impulsar y consolidar ese liderazgo que tanto nos enorgullece con especial tesón y éxito.
Añádase a todos ellos la aportación siempre rigurosa y solvente de Fuensanta Salcedo, directora de nuestro departamento jurídico y secretaria del Consejo.
Y dejadme hablar, claro, del equipo editorial, de mi equipo como director con Mario Díaz como número dos del periódico y María Peral, Fernando Garea, Vicente Ferrer, Arturo Criado, Alberto Prieto y Cristian Campos en los primeros violines.
Junto a ellos contamos con profesionales de varias generaciones que han crecido y siguen creciendo a la vez que EL ESPAÑOL asumiendo responsabilidades muy diversas como Jorge Calabrés, Enrique Lavilla, Iñigo Zulet, Javier Collado, Carmen Serna, Daniel Ramírez, Lorena Maldonado, David Palomo, José Andrés Gómez, Eduardo Ortega, Laura Ojea, Cristina Rodrigo, Lina Smith, Chema Flores, Mario Vidal, Javier Carbajal, Ana Blanco, Charo Izquierdo con su status especial, Aranza García, Raúl Rodríguez o María Ubago.
Sin olvidarme de nuestras grandes firmas como Bernard-Henri Levy, Miguel Sebastián, Andrés Oppenheimer, Carmen Rigalt o Daniel Lacalle; de nuestro hombre en Bruselas Juan Sanhermelando, de nuestros dibujantes Tomás Serrano y Javier Muñoz y de la coordinadora de La Hora del Suscriptor y brillante podcastera Puri Beltrán.
Podría mencionar muchos más nombres, incluidos los directores de nuestras ediciones y delegaciones Dani Valero, Héctor Fernández, Inma León, Ángel Recio, Jorge García-Badía, Alberto Morlanes o Silvia García y pido disculpas a todos los demás que a diario se implican con profesionalidad y entrega a la tarea de hacer un gran periódico.
Sánchez amenaza a la libertad
He mencionado al final 64 nombres. Sólo con ellos cualquier director podría hacer un buen periódico. Y me he dejado a muchos que ya son grandes profesionales o llevan camino de serlo en el tintero. Pero he mencionado a estos 64 porque, aunque no se lo diga casi nunca, quiero que sepan lo mucho que valoro los compromisos que asumen.
Y quiero mostrárselos también al resto de la redacción y de la compañía como el espejo al que tienen que mirarse. Si ellos han conseguido progresar y ejercer responsabilidades con luz propia, los que vienen detrás también pueden conseguirlo de la misma manera.
Nuestro capital humano es nuestro principal activo. Lo hemos cuidado y lo seguiremos cuidando. Pero a nuestro modo. Con nuestra fórmula de éxito, acreditada durante estos nueve años.
Transmitiendo los valores de una generación a otra. Potenciando las cualidades de cada uno, limando sus defectos, trazando sus carreras profesionales, en un entorno extraordinariamente competitivo. Incorporando progresivamente a los alumnos del Máster que hemos puesto en marcha este curso bajo el magisterio de un periodista excepcional como Miguel Ángel Mellado.
Nadie va a hacernos cambiar esa fórmula de éxito. Es un orgullo que tantos de nuestros periodistas reciban ofertas de otros medios, pero es un orgullo aun mayor que la gran mayoría de aquellos a los que queremos retener prefieran continuar en EL ESPAÑOL.
En España se editan al menos 40 periódicos de alcance nacional dignos de tal nombre. O sea, ocho o diez veces más de los que llegaban a los quioscos hace veinte años. Por encima de todo, eso es un síntoma de libertad, creatividad y pluralismo. También de movilidad laboral.
Ya no cabe distinción alguna entre los medios tradicionales -con ediciones impresas residuales- y los nativos digitales. Todos competimos y a la vez compartimos una parte de nuestros lectores al distribuir nuestros contenidos mediante los mismos dispositivos electrónicos.
Es inaceptable que sea el Gobierno quien pretenda establecer líneas divisorias entre los medios respetables y los que el presidente Sánchez llama "pseudomedios" o "tabloides digitales", identificándolos curiosamente con aquellos que publican noticias o comentarios que le incomodan.
El único baremo admisible es el de la credibilidad vinculado a la calidad periodística y el único juez digno de aplicarlo son los lectores que, a pesar de la confusión y el ruido que crean las redes sociales, se van decantando por aquellos dignos de su confianza.
No hay más que repasar el ranking de GFK y veremos que en la inmensa mayoría de los casos los primeros puestos los ocupan medios con redacciones nutridas y cualificadas, orientadas a satisfacer las necesidades de una audiencia cada vez más exigente. Y es significativo que los más sectarios se vayan quedando descolgados en la batalla por la audiencia e incluso haya algunos que se refugien en variantes de la fábula de "La zorra y las uvas", fingiendo desdeñar lo que no está a su alcance conseguir.
Hay que hablar claro. La actual campaña del presidente, su gobierno y su partido contra gran parte de la prensa, incluidos notables comunicadores de la radio o la televisión, supone una grave amenaza a la libertad de expresión o más exactamente al derecho a la información de los ciudadanos.
Nunca un gobernante democrático había lanzado en España una ofensiva así. En buena parte de los casos cuando él habla de “bulos” se refiere a hechos fehacientes y cuando habla de “fango” se refiere a interpretaciones libres.
Otras amenazas extremistas
Junto a sus anunciados planes para endurecer los límites legales a la libertad de prensa, hay que decir que la amenaza de vincular la asignación de la publicidad institucional a criterios diferentes a la audiencia abre una puerta muy peligrosa a la discrecionalidad, el clientelismo, la coacción y la censura.
No es casualidad que cada vez que se conocen datos de medios en los que la inversión institucional supera a la que correspondería en función de la audiencia, se trate de órganos descaradamente gubernamentales.
Esto es inaceptable. Máxime cuando en la mayor parte de los casos se trata de campañas de utilidad, información o servicio público. El mismo derecho tienen a recibir esos mensajes los lectores de los medios críticos que los de esos medios gubernamentales; el mismo derecho tienen los lectores de los medios a los que se accede por suscripción, que los de los medios gratuitos o los de quienes ofrecemos un modelo mixto. Y, por supuesto, esto es de aplicación tanto a las Autonomías y Ayuntamientos -en general mucho más transparentes-, como al opaco Gobierno central.
Insisto, los titulares del derecho a la información y del derecho a la publicidad institucional no somos ni los periódicos, ni los periodistas; son los lectores que nos eligen libremente como intermediarios.
La debilidad política del actual Gobierno acrecienta el riesgo de que trate de compensarla manipulando el mercado de los medios. La libertad de empresa periodística es parte intrínseca de la libertad de prensa y esta tiene siempre un valor emblemático, indiciario, como el de un semáforo, como el de un canario en la mina, respecto a las demás libertades.
Los titulares del derecho a la información y del derecho a la publicidad institucional son los lectores
Pero ya sabemos que las democracias liberales viven en estos momentos bajo graves amenazas exteriores e interiores. Aunque sea intolerable identificarla con la crítica al Gobierno, la desinformación existe. La zafiedad y el mal gusto también. Y la exageración intencionada, también. Y la polarización y el sectarismo, no digamos. Pero esto no es nuevo. A algunos nos insultaban a la vez desde El Alcázar y desde Mundo Obrero.
Lo nuevo son los amplificadores de las redes sociales. Desde la extrema derecha y la extrema izquierda se fomentan estas taras y se intenta infectar con ellas a los medios. A veces desde el anonimato burdo y espontáneo, otras con premeditación y alevosía. Ya que no logran asaltar los cielos, algunos agitadores tratan de asaltar los medios de comunicación, según la hoja de ruta de su profeta.
En algunos casos, haciéndose con el control de organizaciones existentes y utilizándolas, como en los viejos tiempos del trostkismo, para infiltrarse en las redacciones, mediante la técnica del caballo de Troya.
No hablo de cuestiones abstractas. Las nuevas empresas periodísticas, creadas en la era digital, no deben caer en las mismas trampas de una regulación rígida, estamental y burocrática, basada en el escalafón, los horarios oficinescos, los derechos adquiridos y las horas extras desvinculadas del pulso informativo.
Esas prácticas, a menudo inducidas por maulas y logreros, contribuyeron en gran medida a la crisis de hace dos décadas y lastraron no poco su resolución. Nunca he conocido a un buen periodista con el minutero en la mano. Ese espécimen, en realidad está por nacer.
Todas esas constricciones están concebidas para otras actividades. No me cansaré de decirlo: el periodismo no es sólo un trabajo, no es sólo una profesión, no es sólo un oficio; esencialmente es una forma de vida. Ese es el ideal que sentimos en la generación de la transición y que ahora brilla en los ojos de los jóvenes que van tomando el relevo.
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No caer en errores del pasado
Si no queremos volver a ver la destrucción masiva de cabeceras y puestos de trabajo, en un contexto de pérdida de libertad e independencia de la prensa, debemos consolidar una cultura empresarial y profesional completamente diferente, basada en la máxima flexibilidad en la asignación de tareas, en la libre definición de estímulos y recompensas y en la plena capacidad de adaptación a un entorno cambiante.
Yo he aprendido la lección de lo que viví entonces y ahora tengo mucha más capacidad de decidir. Voy a ejercerla. Me comprometo ante vosotros, los cinco mil trescientos veinticinco inversores que habéis hecho posible que EL ESPAÑOL haya llegado hasta aquí.
Las grandes cabeceras del siglo pasado, incluidos los nuevos periódicos nacidos con la Transición, también vivieron tiempos de esplendor. Yo estaba allí, en tres de ellos que alcanzaron el éxito.
Y ocurrió que a la cultura de la hormiga siguió la de la cigarra y en algunos casos la del cuentagotas del esfuerzo tasado y acotado. Hubo redacciones que se convirtieron en ministerios. El indolente vigilaba al que trabajaba más de la cuenta, llamándole insolidario.
Si queremos que EL ESPAÑOL perdure más allá de unos cuantos años dulces, debemos hacer exactamente lo contrario de lo que se hizo entonces en materia organizativa y profesional.
No podemos olvidar que, así como la mayor parte de nuestros costes son estructurales -fundamentalmente la nómina-, una gran porción de nuestros ingresos, mayor incluso que la de entonces, están sometidos a la coyuntura. Bastaría una brusca reducción de la inversión publicitaria, una seria disminución de la audiencia a raíz de la implantación de la Inteligencia Artificial, o un cambio de estrategia de Google como distribuidor de contenidos para que los cimientos de nuestra actual prosperidad temblaran.
Y nosotros no tenemos detrás ni un gobierno español, ni un gobierno extranjero, ni un grupo de presión, ni fondos de inversión, ni franceses, ni italianos, ni un emporio empresarial, ni activos que podamos vender en caso de apuro. Porque "nos pertenecemos, sólo somos de nosotros mismos".
EL ESPAÑOL ha creado 230 puestos de trabajo directos de la nada. La gran mayoría para periodistas que han encontrado oportunidades profesionales únicas. Si hablamos también de nuestros asociados la cifra se acercaría a los 350. Ahí es nada. Lo digo con la cabeza bien alta. A ver quién es el que nos tose.
Crecer en suscripciones
Gracias a esa estrategia expansiva hemos llegado a la cima actual, pero no podemos dormirnos en estos laureles, porque hay una nueva era a la vuelta de la esquina con nuevas reglas tecnológicas, incluidas las de la Inteligencia Artificial, y nuevas exigencias creativas.
Nuestra receta es muy clara: vamos a seguir incrementando la apuesta con el propósito de mejorar cuanto podamos la calidad de nuestro periódico. Tras conseguir el liderazgo de la audiencia, debemos perseguir el de la excelencia.
Sin dejar de ser el periódico con más lectores, tenemos que proponernos continuar siendo el que más crezca en número de suscriptores, pues cuanto más alta sea nuestra base de lectores identificados con nuestro periodismo y comprometidos con nuestro proyecto, mediante el pago de una cantidad asequible, menos vulnerables seremos a esos imprevisibles cambios del viento.
En diciembre del 22 teníamos 30.000 suscripciones activas. Un año después 45.000. En el día de hoy, estamos llegando a las 57.000. Vamos a por las cien mil. No sé si tardaremos tres años o cinco en conseguirlo. Si cada accionista convence a cinco amigos tendremos más de medio camino recorrido. En todo caso ese tiene que ser el objetivo y para alcanzarlo estamos obligados a hacer un periódico excelente todos los días.
Eso significa un periódico útil y cómodo para el lector, al que no se le escape nunca nada importante, con exclusivas relevantes, noticias rigurosas, historias bien contadas, explicaciones esclarecedoras, columnas brillantes, artículos profundos, edición esmerada (en el texto, en los gráficos, en los vídeos), formatos creativos adaptados a cada soporte, incluidas desde luego las redes sociales y rugidos bien argumentados. Con sutileza, con ironía. Siempre con razones, nunca con descalificaciones.
Es evidente que EL ESPAÑOL ya tiene algo, a veces mucho, de todo eso. Pero necesitamos más. No más noticias, sino más calidad en las que publiquemos. Más autoexigencia, más perfeccionismo, más planificación. A veces debemos incluso publicar menos, pero publicar mejor.
Tras conseguir el liderazgo de la audiencia, debemos perseguir el de la excelencia
Esto implica ante todo desarrollar una estrategia empresarial orientada al crecimiento a través de la calidad. Por eso este año estamos reforzando nuestro equipo comercial para tratar de monetizar al máximo nuestro liderazgo.
Necesitamos incrementar nuestros ingresos de manera que podamos afrontar las inversiones pendientes dentro del proceso de consolidación que nos permitirá integrar mejor a algunos de nuestros asociados.
Y necesitamos seguir invirtiendo en el producto. Tanto desde una perspectiva tecnológica -insisto, no podemos perder el tren de la Inteligencia Artificial- como, por supuesto, editorial. Y eso implica seguir reforzando y renovando la redacción, seguir potenciando a los mejores, seguir incorporando paulatinamente a más profesionales cualificados.
Carrera abierta a los talentos
Este primer dividendo que hoy repartimos no debe ser flor de un día. La justa retribución del accionista es una obligación inexcusable de cualquier empresa. Pero un periódico es algo más que una empresa y puedo deciros que la prioridad de quienes lideramos EL ESPAÑOL y le damos estabilidad desde la mayoría del capital no es lucrarnos hasta figurar un día en la parcela de los ricos del cementerio sino contribuir a mejorar la sociedad a través de un medio que nos trascienda a todos y del que siempre podamos sentirnos orgullosos.
Para ello EL ESPAÑOL tiene que seguir impulsando en su seno una carrera abierta a los talentos, en la que el empeño y el mérito tengan recompensa, en la que nadie deje de tener una oportunidad de mejorar a través de la promoción interna, encauzada mediante la cadena de valor que se va creando entre la cúpula y los mandos intermedios y entre ellos y sus subordinados. Pero al mismo tiempo, una cadena en la que ni la desidia, ni la incompetencia encuentren acomodo. Siempre cumpliremos la legalidad, pero siempre nos acogeremos a ella desde esta perspectiva.
Comprendo que esta filosofía pueda no ser compartida. Todos los proyectos vitales, todas las actitudes profesionales son respetables. Como ya he dicho, vivimos -afortunadamente- en un momento en el que la sana competencia ha creado un mercado de trabajo muy dinámico en la prensa. E incluso cabe añadir que haber pasado por la redacción de EL ESPAÑOL empieza a ser una ventaja muy apreciada a la hora de acceder a otros empleos más cómodos e incluso mejor remunerados.
Pero he contemplado ya demasiadas veces los efectos devastadores que para un periódico tienen la rutina, el conformismo, la indolencia, la reglamentación del esfuerzo y la dinámica y el agravio comparativo como para consentir que con el tiempo estos lastres se apoderen también de EL ESPAÑOL.
Mejor poner desde este momento las cartas sobre la mesa. No, eso no ocurrirá en EL ESPAÑOL.
Un diario europeo de referencia
Mi mensaje no es el de Enrique V en el Día de San Crispín. Es evidente que no digo que cuantos menos seamos mayor será la gloria que nos repartamos. Todo lo contrario. Digo que cuanto mejor lo hagamos, más nutridas, cualificadas y mejor recompensadas podrán ser nuestras huestes. Y más ambiciosos nuestros objetivos. Ese es el círculo virtuoso por el que vamos a seguir apostando.
Comprendo que en cierto modo este es un mensaje contra corriente. En la era de la superficialidad volátil abogar por las informaciones exclusivas, por los reportajes bien escritos, por las entrevistas en profundidad que ayuden a entender la psique de los personajes, por las piezas explicativas bien estructuradas, por la mejora del valor añadido de los contenidos, por un clima de complicidad en la Orden de Caballería del Buen Periodismo, puede parecer una cruzada romántica y estéril.
Pero yo creo en la tecnología como instrumento al servicio del perfeccionamiento de la condición humana y no como herramienta de alienación y embrutecimiento. Claro que tenemos que utilizar con tanta habilidad como seamos capaces las redes sociales, a modo de altavoz multiplicador de los impactos. Es otro de nuestros importantes frentes de batalla. Pero a la vez debemos tener claro que poner la vista sobre un tuit sin enlace alguno o ver pasar una imagen dentro de un carrusel de fotos mientras se presta mayor atención a otra pantalla, no es leer un periódico.
Quienes combatimos el click bait y luchamos a diario para mejorar nuestros contenidos no podemos aceptar el nuevo elemento de degradación que supondría equiparar las interacciones en X, FaceBook, Instagram o Tik Tok con la lectura de un periódico a través de cualquier canal, incluidas esas redes sociales, siempre y cuando se abra el correspondiente enlace. Un observador pasivo de un desfile de mensajes y fotografías no es un usuario único.
EL ESPAÑOL, además de consolidarse en lo más alto del podio nacional debe convertirse en uno de los grandes diarios nativos de referencia en toda Europa
Y quiero decir con toda claridad a quien intente hacer una suma híbrida de dos colectivos tan heterogéneos, fomentando que una creciente proporción de nuestros periodistas se conviertan en tuiteros o tiktokeros, que no cuente con nosotros. Y ya hay precedentes de medios líderes en sus respectivos países que han abandonado esos sistemas de medición espúreos. Ojalá EL ESPAÑOL no se vea obligado a secundarlos.
Hoy es un día muy importante para mí. La semana pasada cumplí 44 años como director de periódicos. Pensé que sería para un rato y mirad, aquí sigo. Me he comprometido a llegar a los 50, acudiendo feliz a la cita de la actualidad siete días por semana.
En cambio, sólo llevo cinco años ejerciendo como empresario. O mejor dicho como editor, como Publisher, y sé que a eso ya no renunciaré nunca.
Poder presentar a la vez el liderazgo absoluto de la prensa y unos beneficios récord con un primer reparto de dividendos y hacerlo junto a Cruz es la mejor situación imaginable. Pero sólo estamos al final del principio.
EL ESPAÑOL, además de consolidarse en lo más alto del podio nacional, incrementando día a día su calidad, debe convertirse en uno de los grandes diarios nativos de referencia en toda Europa. Y no podemos olvidar que una de las razones por las que nos llamamos EL ESPAÑOL es para facilitar nuestro desarrollo en todos los países que hablan nuestro idioma.
Tenemos que mirar alto, pero con los pies en el suelo, conscientes de la fragilidad del sector de los medios en esta fase de transición entre el mundo que se desmoronó y el que aun no hemos terminado de construir. Conscientes de esa fragilidad, pero a la vez seguros de la fortaleza de nuestra determinación. Somos leones y leonas, no corderos ni gallinas.
Esto debe traducirse, y no pararé de insistir en ello, en una permanente curiosidad informativa y en una irrenunciable flexibilidad empresarial, basadas ambas en mecanismos de evaluación permanente. Si queremos ser exigentes con los demás, debemos predicar con el ejemplo, siendo exigentes con nosotros mismos. Por algo estamos haciendo historia en el periodismo. Para algo estamos haciendo historia del periodismo. Y, queridos 5.325 accionistas, queridos compañeros de EL ESPAÑOL, la estamos haciendo juntos.