Autor: Ara Rodríguez
En sólo unos años, los combustibles fósiles han pasado de ser el centro de las atenciones de medio mundo a quedar relegados en un segundo plano. La búsqueda de soluciones respetuosas con el medio ambiente y que permitan recurrir a ellos de forma infinita sin llevarse el planta por delante ha tomado la delantera. La cuestión es que en poco tiempo, los elementos que se han sumado a la lista de candidatos de lo que se conoce como combustibles solares, aquellos que recurren a la luz del sol, el agua y el dióxido de carbono, han crecido enormemente en número. Y no sólo en variedad, también en lo que respecta a las técnicas para recurrir a su capacidad energética.
En las investigaciones realizadas es importante mantener presente el concepto de práctico: que sean baratos y con materiales eficientes. De nada serviría tener una nueva fuente de energía que llevase al ser humano a caer en los mismos fallos que sus antepasados. A esta lista se suma uno de los descubrimientos de un equipo de investigadores de Caltech y el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley (Berkeley Lab), los cuales llevan trabajando en las posibilidades de la transformación del gas de hidrógeno a hidrocarburos líquidos, implicando en este proceso la división de los componentes del agua.
Es decir, cada molécula del agua está compuesta por un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno; si los investigadores extraen el hidrógeno, y lo combinan con CO2, tienen la posibilidad de crear un nuevo combustible. ¿Cómo lo descomponen? Usando luz visible como fuente de energía a través de un catalizador de energía solar, ya que si estas moléculas entrasen en descomposición simplemente cuando la luz incide en ellas el planeta tendría un problema de abastecimiento de agua. En otras palabras: los investigadores trabajan en las mejores técnicas de descomposición. Y es precisamente en estos catalizadores, o
photoanodes, en los que el equipo está trabajando en este momento; después de dos años ya han logrado 12 sistemas nuevas que aplicar a la descomposición del agua en grandes cantidades. Incidiendo en la detección de las propiedades de los materiales y así aumentar su rendimiento a largo plazo creando mejores combustibles solares. En una nueva avanzadilla, los científicos han pasado de la teoría, ya testada en varios proyectos, a usar superordenadores que ayuden a incrementar las posibilidades de éxito.
Teniendo en cuenta que la superficie de la Tierra cubierta por agua esciente al 70% de su volumen, estando contenida casi en un 96,5% de ella en los océanos, es interesante poder usar uno de los elementos más importantes del planeta. Especialmente si se trata de agua salada.
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