Por María Fernández Moya.
CUNEF, Colegio Universitario de Estudios Financieros
Fue también en la Ciudad Condal donde sentó las bases del gran imperio que es, actualmente, el grupo Planeta, la octava editorial más grande del mundo. En su juventud trabajó en los más variados oficios, sin mucho éxito, y en 1944 decidió probar suerte en el sector editorial. Ese año compró la Editorial Tartessos por 200.000 pesetas, financiadas por un préstamo bancario y ahorros familiares. Más tarde vendría la Editorial Lara y, en 1949, la creación de Editorial Planeta. Al parecer, José Manuel Lara decidió bautizarla con ese nombre porque no se le ocurría ¿nada más grande¿. Haciendo honor a su nueva denominación social, la modesta editorial pronto empezó a crecer. Las primeras oficinas, situadas en la calle Maestre Pérez Cabrero de Barcelona, se quedaron pequeñas y, en 1976, se trasladaron a unas más amplias en la calle Fernando Agulló. Planeta era una empresa familiar en el sentido más clásico, en la que trabajaban las hermanas, la tía del dueño, su hija mayor y su mujer, María Teresa Bosch Carbonell.
Sin conocimiento ni experiencia en el sector, los mayores atractivos de Lara eran su habilidad para moverse en el peculiar contexto institucional del franquismo y su olfato para detectar oportunidades de negocio. Ambas cualidades constituyeron, también, los principales activos de Planeta. La estrategia inicial de crecimiento de la editorial se apoyó en tres elementos: la traducción de best sellers norteamericanos, la literatura española y la venta de grandes obras enciclopédicas, especialmente la Gran Enciclopedia Larousse, distribuidas con el sistema de venta a crédito. Ninguna de estas estrategias era novedosa, pero José Manuel Lara Hernández supo aplicar de forma eficiente innovaciones ya ensayadas por otros. Los nuevos negocios llevaron a la creación de empresas satélites, sociedades que quedaban bajo el paraguas de la editorial matriz. Así, en 1956 se creó la compañía Crédito Internacional del Libro; en 1963, la empresa Pala SA para editar y vender la enciclopedia Larousse en español y, en 1966, nació Planeta-Sección Crédito. El famoso Premio Planeta de novela fue creado en 1952, con una dotación inicial de 40.000 pesetas.
El crecimiento internacional fue algo más lento que la evolución de la editorial dentro de nuestras fronteras. La internacionalización de la compañía empezó en la década de los sesenta y tuvo como destino América Latina. Las primeras filiales se abrieron en Argentina, México y Colombia. Inicialmente, la compañía sólo contaba con filiales comerciales que abastecía con exportación, hasta que en 1983 comenzó a editar desde Planeta México. Esta política le permitió producir libros a precios del mercado local, lo que facilitó las ventas nacionales y la exportación dentro del área latinoamericana, la introducción de autores y temas locales y la consolidación en aquellos mercados.
Con una marcada gestión personalista o paternalista, Lara Hernández dirigía la editorial en la que trabajaban a un grupo de profesionales de distintas tendencias ideológicas. En palabras de Manuel Vázquez Montalbán, la plantilla de Planeta en la etapa franquista incluía a numerosos jóvenes ¿entre el rojo y el rosa¿, muchos de ellos involucrados en la redacción de la Gran Enciclopedia Larousse. El editor, pese a la indisimulada admiración por el Generalísimo, nunca cerró la editorial a otras convicciones políticas, ni en la plantilla ni en la selección de títulos a publicar. Tampoco en la elección de los premios Planeta, que en algunas ocasiones ganaron escritores con marcada imagen socialista, como Jorge Semprún por su obra Autobiografía de Federico Sánchez.
Los años ochenta fueron un punto de inflexión en la compañía. La empresa familiar se modernizó e inició una etapa de crecimiento exponencial, alimentada por fusiones y adquisiciones de otras empresas editoriales nacionales y extranjeras. Planeta quería diversificar tanto en mercados como en líneas de negocio. Para conseguirlo, la editorial debía ampliar su oferta de productos, convirtiéndose en una editorial generalista, y potenciar sus ventas en América Latina. Ninguno de estos objetivos era tarea fácil, si bien la estrategia resultó exitosa. El mérito no se le puede atribuir exclusivamente a José Manuel Lara Hernández, puesto que en esta etapa ya se habían incorporado al negocio sus dos hijos mayores. El matrimonio formado por María Teresa Bosch Carbonell y José Manuel Lara tuvo cuatro hijos: Maribel, Inés, José Manuel y Fernando. Todos ellos participaron, de una forma u otra, en la empresa familiar, los dos varones ocupando cargos directivos.
Su hijo mayor, José Manuel Lara Bosch (nacido en 1946) había estudiado Ciencias Económicas en la Universidad de Barcelona y un máster en la escuela de negocios ESADE. Se inició en el mundo del libro con un trabajo temporal (en el año 1963) en la Librería Larousse de París. Inmediatamente después comenzó a trabajar en la editorial familiar, sustituyendo a su padre en la dirección de la misma durante una prolongada enfermedad. Desempeñó los cargos de director del departamento de exportación (1968-1970), director general (1970-1983) y director general de Fascículos Planeta (1977-1985). En 1983 asumió la vicepresidencia de Planeta. El hijo menor, Fernando Lara entró más tarde en la editorial, y su prometedora carrera se truncaría en 1995 con su fallecimiento. Desde entonces, José Manuel Lara Bosch lideró la compañía, ocupándose de gran parte del crecimiento del grupo, dada la avanzada edad del fundador. Lara Hernández, no obstante, siguió acudiendo puntualmente a su despacho hasta pocos meses antes de su muerte.
La evolución de editorial Planeta desde los años ochenta podría calificarse como vertiginosa. En esa década, Planeta gozaba de una situación financiera muy saneada, que le permitiría aprovechar numerosas oportunidades de negocio en los primeros compases del proceso de concentración del sector. La estrategia arrancó en 1982, con la compra de la editorial literaria Seix Barral y el sello académico Ariel. En 1984, Planeta adquirió un 25% de la editorial argentina Sudamericana (actualmente propiedad del grupo alemán Bertelsmann). La apuesta por el mercado mexicano se reforzó con la compra, en 1985, de la editorial Joaquín Mortiz. En 1992 se incorporó a Planeta otro sello tradicional de prestigio, Espasa Calpe. En 2002 adquirió las empresas argentinas Editorial Paidós y Emecé y, en 2006, compró la editorial Diana en México. De esta forma, Planeta entró en los mercados americanos de la mano de las editoriales nacionales más importantes.
La segunda fase de internacionalización de Planeta ha tenido como objetivo los países europeos. Para entrar en estos mercados, cercanos geográficamente, pero lejanos en materia cultural y lingüística, Planeta se asoció con el grupo italiano De Agostini, formando en 1985 Planeta DeAgostini. La nueva compañía se centró en tres grandes áreas de edición: los coleccionables, los productos interactivos ¿enciclopedias, cursos y obras infantiles en soporte electrónico¿, y los cómics. La internacionalización en Europa se consolidó en 2008, con la adquisición del grupo Editis, la segunda editorial francesa por volumen de facturación. Planeta, de nuevo, compraba una editorial con un sello prestigioso y fuerte implantación en el mercado, que además le permitía diversificar hacia un mercado muy lucrativo en el que carecía de experiencia: los libros de texto.
En el año 2003, en plena etapa de expansión del grupo, murió José Manuel Lara Hernández. Decenas de artículos recordaron su figura en prensa, destacando su labor como difusor de la cultura escrita. Es más, su tradicional rival, el Grupo Prisa (propietario de Santillana), le homenajeó con una serie de artículos publicados en El País y agrupados bajo el titular general ¿La muerte de un tenaz popularizador del libro¿. Ese año, el grupo Planeta facturó 1.500 millones de euros, tenía una plantilla de alrededor de 4.000 personas en todo el mundo y la sede central se trasladó a un impresionante edificio en la calle Diagonal de Barcelona. Era el triunfo empresarial de un hombre hecho a sí mismo. El historiador Ian Gibson cerró su tributo póstumo al editor con una frase contundente: ¿Que Lara padre descanse tras tanto esfuerzo, que lo tiene mu merecido¿.
La importante labor empresarial desarrollada por José Manuel Lara Hernández le llevó a recibir varios premios y reconocimientos. Entre ellos, el nombramiento como Personaje importante de la Ciudad de Barcelona, otorgado en 1969; el de Hijo Adoptivo de Cazalla de la Sierra, en 1973; el de Sevillano del año, en 1974; la Medalla de Oro al Mérito Cultural, concedida en 1977 por la Diputación Provincial de Barcelona; la Creu de Sant Jordi, otorgada en 1988 por la Generalitat de Catalunya; el nombramiento como Hijo Predilecto de El Pedroso, en 1994, la Medalla al Mérito del trabajo en 1996 y la Medalla de Oro al Mérito Cultural de la ciudad de Barcelona en el año 2000. Mención aparte merece la concesión, en 1994, del título de marqués del Pedroso de Lara, por parte del rey Juan Carlos I.
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