La burocracia europea se ha metido hasta el fondo de nuestras casas e intereses. Son una élite funcionarial que vive holgadamente, le gusta viajar por lo continente y hará todo lo posible e imposible por hacerse grande, imprescindible y, si la dejan, hereditaria. Vamos, los vicios de cualquier institución por los siglos de los siglos.
Y cada vez lo van complicando todo más y más¿ El resto del paisanaje los miramos como miran las vacas al paso de los trenes. En un principio la avalancha de regulación con sus primeros argumentarios y la defensa de nuestras necesidades nos acaban convenciendo. Ni siquiera miramos la factura de si son caros o baratos.
Pasado el tiempo nos vamos percatando de que su trabajo busca en gran medida retroalimentarlos y hacerlos influyentes, poderosos y, si se puede, también ricos. Me cuentan trabajadores de tan prestigiosas instituciones como el Banco Central Europeo (BCE) el descontrol en la supervisión, la arbitrariedad en la toma de decisiones, la improvisación en montar en un pocos meses una unión bancaria que, como siempre, se ha hecho a la medida de los países más poderosos.
Y lo peor es que están condenados a tejer como Penélope. Volverán a regular y regular, ciento de miles de leyes y cuando lleguen los problemas habrán urdido una red para que las responsabilidades reboten desde una cuerda a la otra y ellos se encuentren a salvo. Y esto a sabiendas de que no servirá para nada.
Con todas las Basileas mundiales, con todas las directivas comunitarias casi a pleno pulmón se han producido grandes estafas financieras y una crisis bancaria que aún colea y donde en países tan supuestamente serios no sabían ni cómo funcionaban los activos financieros que se habían comercializado. Los muros de contención de tantas leyes no han servido para nada. Tal vez, para dar trabajo al personal.
Hay muchos ejemplos y lamentablemente, habrá otros muchos más. Todo parece papel mojado que únicamente sirve para que vivan muy bien los que los redactan y corrigen. Sería suficiente con pocas leyes y claras, y mensajes concretos. Enfocadas a lo que realmente importa y se necesita.
Me comentaba ayer un empleado de banca con estudios universitarios la obligación de aprobar un curso de capacitación de acuerdo con la Mifid II sobre mercados. Y revelaba una verdad a gritos. ¿El problema de las preferentes, de las salidas a Bolsa como la de Bankia, de los abusos en swaps y otras historias no tienen nada que ver con la formación del empleado de banca que en casi un 80% es titulado superior. El problema está en las órdenes recibidas por los superiores para vender ese producto¿, concluía.
Esta formación creará nueva burocracia, nuevos negocios al calor de los que imparten los cursos, etcétera pero será totalmente inútil para un trato justo entre cliente y entidad financiera. Solo por poner un ejemplo.
Por mucha regulación que hayan construido al respecto en la Unión Bancaria, la resolución del Banco Popular ha sido injusta, confusa, mal explicada y supone un atraco a los verdaderos dueños de la entidad financiera. Para los burócratas europeos, todo un éxito que luego no quisieron repetir en Italia.
Cuando embobado en tus propias leyes que en ocasiones parten de enfoques erróneos y luego se multiplican y amplían, lo que único que se consigue es hacer más grande la bola del excremento.
Al final esta visión de lo inútil se acaba concretando en los organismos públicos más cercanos. El BCE se asienta confortable en Francfort, y aquí lo que vemos ¿llegado el momento práctico de abordar un problema- es la falta de sentido del Banco de España o de la CNMV enredados en la estulticia de la burocracia europea. Ya no vemos estas leyes como las vacas ven pasar los trenes, sino que empezamos a enfurecernos. En esas manos está nuestro dinero.