El oro y el bono alemán vuelven a brillar como valor refugio de inversión. Las últimas turbulencias políticas de EEUU y las tensiones del país frente a Corea del Norte han devuelto al mercado el apetito por estos dos activos, con una sonora entrada de nuevos capitales huidos de posiciones más arriesgadas y ahora penalizadas.
Los inversores desandan en volumen considerable el camino que habían recorrido en los últimos meses para adoptar carteras con mayor exposición a riesgo. Una estrategia a la búsqueda de mejor rentabilidad para el capital frente al entorno de tipos cero. Una senda que, además, en las últimas semanas se había acelerado ante la posibilidad de que EEUU no avance en sus reformas económicas a la velocidad que el presidente Donald Trump había venido prometiendo una y otra vez. Por tanto, la progresiva subida de tipos y retirada de estímulos monetarios en las economías desarrolladas se vaticinan ahora más lentas de lo esperado y una menor celeridad de la prevista en el repunte de rendimientos para los bonos soberanos.
Este es el marco que ha llevado al oro a cotizar a máximos de dos meses en el entorno de los 1.290 dólares por onza. Ole Hansen, jefe de estrategia en materias primas de Saxo Bank, señala que esta reciente remontada de precios también se ha visto favorecida por un dólar relativamente más débil frente a sus principales pares internacionales en el mercado de divisas, especialmente en su cruce con el euro. Todo ello ha resultado en posiciones netas largas en el oro, que se negocia en la moneda estadounidense, en un nuevo récord de 123.000 lotes la semana pasada.
Desde el banco de inversión danés consideran que la corrección del mercado de renta variable que ¿llega con retraso¿ se ha convertido en ¿el empuje final que necesita el oro para romper la barrera de los 1.300 dólares por onza¿. Cota hacia la que sus previsiones sobre la cotización del preciado metal apuntan en el medio plazo. Sin embargo, algunas cifras apuntan que la búsqueda de refugio en el oro había comenzado ya bastante antes del órdago de Pyongyang hacia el territorio estadounidense de Guam.
Un reciente informe de Lyxor, del grupo Société Générale, sobre flujos de capitales en fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés) ponía en relieve que a lo largo del mes de julio se había producido la mayor entrada del último año en vehículos especializados en materias primas y, especialmente, en metales preciosos. La cifra señalada en el documento es de 748 millones de euros, casi el doble que la retirada que en el mismo periodo se produjo en el segmento de bonos soberanos de economías desarrolladas, lo que explica también la subida en paralelo de las primas de riesgo periféricas.
El regreso de los inversores hacia papeles de alta calificación crediticia se ha cocinado cuando la retirada de posiciones en renta fija había alcanzado cotas récord también para el año en curso en el mercado de ETF. La entrada de nuevos capitales en este segmento se redujo a 2.338 millones, una cota muy próxima a los mínimos anuales del pasado mes de abril. En muchos tramos, el neto fue negativo, pues sólo en la Eurozona se registraron salidas por 423 millones de euros, concentrando el grueso de la retirada del mes de julio.
Los recientes episodios de tensión entre Corea del Norte y EEUU, cuestión que ha obligado ya a alinearse a ciertos países como China y Australia, ha provocado la creación de nueva demanda de activos refugio. En un comentario al respecto, Norbert Rücker, responsable de análisis macro y de materias primas del banco suizo Julius Baer, señala que ¿la geopolítica es un comodín binario que por lo general sólo proporciona un impulso temporal a los activos de refugio seguro¿. Añade, sin embargo, que el tirón alcista del preciado metal no perdurará por mucho tiempo, pues considera que ¿la reciente recuperación debería perder fuerza una vez que el dólar recupere¿ terreno.
Mientras tanto, los inversores exigen una rentabilidad cada vez mayor a los bonos periféricos y los de países `core¿ como Alemania se benefician de una mayor demanda. Aunque sin grandes sobresaltos, el rendimiento del bono español a diez años ha engordado hasta rozar el 1,45%, mientras que sus comparables germanos han estrechado en más de un 37% en el último mes los tipos que ofrecen en el mercado secundario. Con todo ello, la prima de riesgo resultante de la divergencia entre el tipo de ambos papeles ha pasado de estar por debajo de la centena a superar los 106 enteros.