El mundo del dinero quiso vivir independiente de los movimientos políticos y lo consiguió. Nada que pasase en aquel ámbito afectaba demasiado. Los mercados se rigen por sus propias y reiterativas normas de tipos de interés, beneficios empresariales, despidos, globalización, bancos centrales¿
La aparición ¿no entraré en con o sin fundamento- de muchos populismos ante una crisis económica prolongada durante una larga década, ha traído nuevas reglas al mundo del dinero que se movía cómodo en sus propias normas de juego. Este mismo año, los analistas comenzaban enero con el temor a cisnes negros que venían desde el mundo de la política. Han vuelto a Europa y otras partes del mundo los extremismos, los populismos, los nacionalismos con los que no contaban los Goldman Sachs, los JP Morgan, los Santander o los Deutsche Bank de turno.
Las mayores incógnitas en este 2017 provenían de las elecciones en Europa y del auge de los populismos, después de dos hechos contundentes y que marcaron en buena medida la marcha de las Bolsas durante todo 2016 y el inicio de este año. De un lado, el referéndum para la salida del Reino Unido de la Unión Europea y, de otro, la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses que pronto cumplirá un año.
Con estos precedentes, todos los analistas fijaban el tiro de sus preocupaciones en los cisnes negros de la política. Elecciones en Holanda, elecciones en Francia, elecciones muy recientes en Alemania y como último cisne negro el encuentro electoral que tendrá lugar en Italia a principios de 2018. Curiosamente, en esos sesudos informes el nacionalismo/populismo catalán pasaba desapercibido y Puigdemont no entraba en ese círculo de majestuosos cisnes a los que había que temer por su efecto en los mercados.
El temor al auge, sobre todo, de la extrema derecha se fue disolviendo elección tras elección y pese al disgusto de su entrada con fuerza en el parlamento alemán, aún están muy lejos de ser alternativa a nada.
Sin entrar a juzgar las bondades o maldades de los mercados financieros, regidos solo por el concepto del beneficio creciente, los movimientos populistas y nacionalistas, que tanto montan, se erigen como la amenaza de las economías, del euro y de la globalización de acuerdo al modelo imperante. Corea del Norte ha sido otro ejemplo de esta amenaza y su efecto en los mercados ha sido constante en los últimos meses. Ni crisis del petróleo, ni falta de crédito, ni altos tipos de interés, ni limitaciones a los negocios, etcétera, explican las convulsiones que este año han vivido los mercados con la excepción de las dudas sobre el agotamiento del crecimiento en China.
El caso del independentismo catalán es curioso y complicado ya que dentro del mismo mundo se han sumado los antisistema a las burguesías acomodadas para crear un collage incomprensible y de resultados imprevistos.
Para los inversores de a pie, la cosa se complica. Ya no hay que jugar con fríos y cambiantes datos económicos, algunos de ellos también manipulados. Entramos en un mundo de pulsiones, de iluminados, de mesías, de tribus, de filias y fobias en el que es muy complicado moverse y saber lo que va a ocurrir.
Lo más recurrente será advertir de la extrema volatilidad, de los continuos cambios de humor que se producirán en los acontecimientos y para los que es bueno tener la cabeza fría. Jugar a la volatilidad es siempre muy complicado. Posiciones tranquilas, estar pendiente y no dejar nada para mañana puede ser una buena opción. Por fin, nos hemos enterado de quién era el cisne negro de los mercados: Cataluña.