Eugenio Torres Villanueva. Universidad Complutense de Madrid
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Su madre, Rosalía Puigcerver Casas, era natural de Palma de Mallorca y su padre, Javier Benjumea Burín, pertenecía a una rama de los Benjumea que ha destacado en el campo profesional y político, siendo Rafael Benjumea Burín (1876-1952), conde de Guadalhorce, y Joaquín Benjumea Burín (1878-1963), conde de Benjumea, quienes mejor representan esta brillante ejecutoria. El primero, ingeniero de caminos, fue un activo ministro de Fomento durante la Dictadura de Primo de Rivera. El segundo fue presidente de la Diputación y alcalde de Sevilla durante la Guerra Civil, ministro de Agricultura y Trabajo de 1939 a 1941, de Hacienda entre 1941 y 1951 y gobernador del Banco de España de 1951 a 1963, entre otros cargos de relieve.
Javier Benjumea Puigcerver fue el último de los cinco hijos ¿el único varón¿ habidos en el matrimonio entre Javier Benjumea Burín y Rosalía Puigcerver Casas. Su padre, dedicado a dar continuidad a los negocios familiares, no tuvo una trayectoria vital tan brillante como la de sus hermanos Rafael y Joaquín, ya que el fracaso de sus actividades empresariales le deparó un duro revés económico. Por este motivo, en 1919, la familia tuvo que trasladar su residencia a Castilleja de la Cuesta, población cercana a Sevilla, donde murió Javier Benjumea Burín en septiembre de 1929, a los 49 años, dejando a su familia en una difícil situación económica.
Benjumea hizo los primeros estudios en la Escuela pública de Castilleja de la Cuesta y después cursó el bachillerato en el Colegio San Juan Bautista de Jerez de la Frontera, regentado por los marianistas. Entre 1929 y 1931 intentó sin éxito entrar en la Escuela de Ingenieros de Caminos, pero no superó el examen de acceso y ello le llevó a recalar en el Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI) de Madrid, regentado por los jesuitas. El 24 de enero de 1932 el Gobierno de la República expulsó de España a la Compañía de Jesús, que se vio obligada a trasladar a Lieja (Bélgica) su Escuela de Ingenieros. Benjumea logró una beca de estudios de los jesuitas y pudo proseguir los cursos en la ciudad belga. Esta protección en un momento importante de su vida marcó su relación posterior con la Compañía de Jesús, a la que atendió siempre con esmero y con la que colaboró en muchas de sus actividades.
Una vez terminada la Guerra Civil, en la que participó como voluntario en los requetés, encuadrándose posteriormente en el arma de Ingenieros, concluyó sus estudios de ingeniero electromecánico del ICAI, y a mediados de 1940 consiguió su primer trabajo en la empresa Brown Boveri, de capital suizo, vendiendo transformadores en Madrid y Sevilla. En 1944 contrajo matrimonio con Julia Llorente Zuazola, de origen vizcaíno, aunque nacida en Buenos Aires, y de familia de empresarios, con la que tuvo trece hijos, todos ellos mujeres salvo dos varones, Felipe y Javier Benjumea Llorente, los encargados de dar continuidad al grupo empresarial creado por su progenitor. Javier Benjumea dejó enseguida el empleo en Brown Boveri y empezó su vida de empresario, que, además de en negocios propios, discurrió en otras dos vertientes: en empresas en las que representó intereses de terceros, en especial del Banco Urquijo, y en una amplia labor de obras sociales y de mecenazgo.
El 4 de enero de 1941 fundó en Sevilla, en unión de su amigo José Manuel Abaurre, también ingeniero del ICAI y compañero de estudios en Lieja, la empresa Abengoa, S. L. con un capital de 180.000 pesetas. El nombre de Abengoa procedía de las iniciales de los apellidos de los primeros participantes: A (José Manuel Abaurre), Ben (Javier Benjumea), G (Fernando Gallego), O (Antonio Ortueta) y A (Ricardo Abaurre). Ortueta era cuñado de Benjumea y Gallego era ingeniero de la Compañía Sevillana de Electricidad y el técnico especialista en los contadores eléctricos que se proponían fabricar. Otras personas que estuvieron en el nacimiento de la empresa fueron Carlos Sundheim, Zoilo Ibáñez de Aldecoa y Eduardo Escobar, ingeniero técnico que había sido ayudante del padre Pérez del Pulgar en su laboratorio de investigación eléctrica de Lieja. Precisamente, la nueva empresa se proponía aplicar las enseñanzas sobre electricidad recibidas de este jesuita, pues su objetivo era fabricar un contador eléctrico monofásico de 5 amperios, actividad para la que había sido autorizada por la Delegación de Industria de Sevilla el 23 de noviembre de 1940.
Abengoa, que se convirtió en sociedad anónima en 1952, tuvo que afrontar un importante contratiempo en 1949, cuando José Manuel Abaurre decidió ingresar en la Cartuja de Miraflores (Burgos) para convertirse en monje cartujo, dejando a Javier Benjumea sólo al frente de la empresa. Desde entonces, ésta creció bajo su dirección personalista, adaptándose a las circunstancias y convirtiéndose con el tiempo en una de las principales empresas de ingeniería española y en la cabecera del primer grupo industrial privado de Andalucía.
Abengoa nació en un momento difícil para la economía española, que daba sus primeros pasos bajo los rigores autárquicos y el fuerte intervencionismo estatal, aunque esto último fue un obstáculo que su fundador pudo salvar en parte con el apoyo de su tío Joaquín Benjumea Burín. La empresa se encontró, no obstante, con notables problemas para importar los componentes necesarios para fabricar los contadores eléctricos y se vio obligada a orientar su actividad hacia la reparación de maquinaria eléctrica. Así, en 1942 levantó un taller para atender la fuerte demanda de esta clase de reparaciones procedente de empresas como Hispano Aviación y Cruzcampo o las instalaciones del puerto de Sevilla, y en 1943 amplió su actividad a proyectos y estudios técnicos así como a montajes eléctricos (instalaciones eléctricas para viviendas y fábricas, líneas de alta tensión, subestaciones, redes de distribución, etcétera).
En los años siguientes, Abengoa tomó parte activa en las subastas de obras públicas que se llevaron a cabo desde los distintos ministerios para la reconstrucción nacional. Realizó instalaciones eléctricas para la Dirección General de Puertos y se introdujo en las obras que se promovieron en el marco de la política hidráulica del momento. Pero sobre todo, consiguió participar en el plan de electrificación de RENFE de 1946, cuyos primeros concursos de suministro y montaje se aprobaron a partir de 1948. Un año antes, su tío, el conde de Guadalhorce, había llegado a la presidencia de la empresa ferroviaria y allí permaneció hasta su fallecimiento en 1952. Abengoa proporcionó e instaló para RENFE señalización y tendido de catenaria, actividad que adquirió gran importancia en los años cincuenta.
Para entonces, la empresa de Javier Benjumea había adquirido un envidiable fondo de comercio en el mercado nacional, que incluía a numerosas e importantes empresas públicas y privadas, clientes cuya fidelidad durante las décadas siguientes constituyó un pilar fundamental de su crecimiento. Éste se había iniciado decididamente en el segundo lustro de los años cuarenta. En 1945, Abengoa estableció delegaciones en Huelva, Cádiz, Córdoba y Málaga y al año siguiente en Madrid. En 1946 creó Comercial Abengoa con la finalidad de vender material eléctrico, si bien más tarde sirvió de entrada al mercado español de firmas extranjeras con las que estableció acuerdos, como los suscritos con la suiza Sulzer Hermanos y con la americana Minnesota Mining and Manufacturing Company (3M). En este acuerdo jugó un papel decisivo Carlos Sundheim Díaz-Trechuelo, que sería vicepresidente ejecutivo de Abengoa. Sundheim, descendiente de una familia de origen alemán que se instaló en Andalucía para explotar las minas de piritas ferrocobrizas de Herrerías (Huelva), era por entonces uno de los españoles mejor conectados con empresarios europeos y americanos.
Con estos cimientos, Abengoa encaró en excelentes condiciones su expansión nacional en el marco del crecimiento económico de los años cincuenta y sesenta. Durante los primeros, intervino en numerosos proyectos y obras de generación, transporte y distribución de energía eléctrica, en la construcción de instalaciones eléctricas para las más diversas industrias (naval, automoción, frío industrial, agroindustria, etcétera) y en instalaciones electromecánicas para riegos (Plan Badajoz, Plan Jaén, Instituto Nacional de Colonización), abastecimiento de poblaciones y usos industriales. Se abrieron nuevas delegaciones territoriales y se crearon nuevas empresas especializadas. En 1953 se fundó Negocios Industriales y Comerciales (NICSA), dedicada a la fabricación e instalación de señales para el tráfico ferroviario y de carretera; y en 1960 Accesorios Preformados (APRESA) ¿en colaboración con la americana Preformed Line Products Co.¿ y Realizaciones Técnicas (RETESA), dedicada al estudio y realización de equipos mecánicos especiales, estudios de mantenimiento e ingeniería de instalaciones.