Por Swaha Pattanaik
Pero no tiene mucho margen para resistir la fortaleza del euro y los políticos europeos que rompen lanzas pueden acabar en peleas que no van a ganar.Un día después de que el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, empujara al dólar a mínimos de tres años contra el euro al señalar que un dólar débil era bueno para su país, Draghi tenía preparada su respuesta.
Sin nombrar expresamente a EEUU, el jefe del BCE condenó una retórica que violaba el compromiso internacional de no agitar los tipos de cambio con fines competitivos.
El presidente del BCE incluso dio a entender que una subida tan pronunciada del euro podría tener consecuencias en la política monetaria.
El fortalecimiento de la moneda única, al arrastrar el precio de los bienes importados, frena los esfuerzos de Draghi para devolver la inflación hacia el objetivo de cerca pero debajo del 2 por ciento,
Draghi podría por ejemplo llevar el programa de recompra de bonos más allá de septiembre, o mantener los tipos de interés en mínimos históricos durante más tiempo de lo previsto.
Nada de esto fue lo bastante potente como para impresionar a los operadores de divisas, que reaccionaron llevando al euro a nuevos máximos de tres años por encima de los 1,25 dólares.
Estos saben que es poco probable que el BCE se embarque en otra ronda de flexibilización monetaria cuando la economía está creciendo más rápido de lo esperado, sobre todo teniendo en cuenta la postura contraria de Alemania a los tipos de interés por debajo de cero.
De acuerdo, Draghi no es el único que puede entrar en la pelea. La canciller alemana Angela Merkel o el presidente francés Emmanuel Macron podrían, si así lo quisieran, seguir el ejemplo de Mnuchin y empezar a vender las bondades de un euro débil.
Uno de los predecesores de Macron, Nicolas Sarkozy, no tuvo reparos en afirmar que la moneda única estaba demasiado fuerte cuando estaba en el cargo. Pero comentarios similares podrían provocar que la administración estadounidense considere formas más drásticas de ayudar a su sector exportador, como los aranceles.
Las guerras de divisas son complicadas de ganar cuando los oponentes están dispuestos a emplear armas más destructivas que los tipos de cambio.