Qué fácil es hacer periodismo sectario o de partido. Se muestra a unos cuantos jubilados diciendo que les han subido 2 euros al mes (como mucho) en sus nóminas, y uno se queda tan contento. Es un argumento fácil de comprar. Pero todo es mucho más complejo. Debe criticarse al partido del Gobierno, pero no para caer en la simpleza y la demagogia barata.
Como críticas al Gobierno de Rajoy, cabría apuntar su entusiasmo con los planes de pensiones privados. Pueden estar bien para una parte de la población, pero pedir a todo el mundo que ahorre es una falta de consideración para los salarios más bajos o, directamente, para los parados.
Además, como ya hemos comentado en estas mismas páginas tendría que haber más libertad para ahorrar en otros productos financieros o bienes con iguales ventajas. No tiene sentido primar al sector financiero frente a otros, además sin exigir ninguna garantía para un dinero finalista de tantísima importancia. O sea, no podemos dejar las pensiones a la marcha de los mercados financieros por muchos estudios y teorías que hablen de sus bondades en los plazos largos. No es así, además.
Y este entusiasmo por fomentar el sector privado del ahorro para las pensiones recuerda muy mucho al ímpetu privatizador de la sanidad pública que tan bien atajada fue por las manifestaciones de miles y miles de españoles. Sinceramente, desde Madrid estamos muy agradecidos todos a esos movimientos contra la privatización que escondía sin rubor el hacer negocio con amigos y allegados. A medida que vamos conociendo la calaña de los personajes políticos que fomentaban esa gestión privada, más nos damos cuenta del acierto de la protesta.
Hasta aquí, las críticas al Gobierno y, después, la realidad. Ha sido solo este año cuando las pensiones públicas perderán poder adquisitivo y, si no recuerdo mal, también cuando las congeló Zapatero hace unos años. En el resto de ejercicios, subidas moderadísimas eran suficientes para sobresalir respecto a una inflación negativa. Por lo tanto, es el primer año de pérdida real de poder adquisitivo. Un esfuerzo no muy grande en comparación con el que han hecho los asalariados ante la crisis.
Como paréntesis, habría también que ver las grandes diferencias entre pensiones de jubilación y apostar claramente por subir las más bajas, estableciendo un mínimo vital. Sé que no es del todo justo, pero es necesario favorecer a los que menos perciben para garantizarles una mínima calidad de vida.
Y también dentro de la realidad, se encuentran los 18 millones de personas que trabajan en España los más de tres millones de parados, y los 9 millones de pensiones que se pagan todos los meses. Estas son las grandes cifras que hay que barajar junto con la riqueza que genera cada trabajador en activo, su salario y su posibilidad de pagar las pensiones de sus mayores y su cuantía. Aquí, es donde tenemos que mover. Cuánto ganamos, cuántos trabajamos y con ello saber cuánto cobrarán los jubilados.
A simple vista, se aprecia que es muy fácil salir en televisión quemando una nómina de enero en la que te han subido la pensión poco más de un euro, y lo complicado de manejar ese cóctel de trabajadores, jubilados, parados, sueldos y riqueza generada. Una riqueza que para el futuro dependerá mucho de la economía que tengamos y donde la educación de los jóvenes será la clave.
Una sociedad con altísimo abandono escolar, que está lejos de producir productos de altísimo valor añadido (no en todos los casos, por supuesto) tendrá trabajadores poco cualificados y poco remunerados que no podrán permitir a sus padres pensiones muy elevadas. Esto es lo que hay que cambiar. Lo demás, es farsa pre electoral.