Era cuestión de tiempo que llegara hasta aquí. De hecho, hasta se ha demorado más de lo previsto. En 2013, sólo con el aviso del entonces presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, de que se acercaba la hora de que la entidad retirara los estímulos más extraordinarios, la rentabilidad del bono estadounidense a 10 años superó el 3% tras una oleada de ventas que evidenció que el mercado estaba enganchado a los bancos centrales. A comienzos de 2014, ya con la Fed reduciendo esos estímulos, el bono tocó de nuevo el 3%.
Y ahora han tenido que pasar seis subidas de los tipos de interés ¿una en 2015, otra en 2016, tres en 2017 y una por ahora en 2018-, sumadas a que la Fed viene reduciendo su balance desde octubre del año pasado, para que el rendimiento, que en el verano de 2012 marcó su mínimo histórico en el 1,44%, haya regresado al 3%. Pero el ritmo al que ha vuelto a esta cota no importa. Lo relevante es que asusta. Y es así por cinco motivos principales.
1. La sombra del pasado. El 3% no posee poderes sobrenaturales. No se activa ningún `botón rojo¿ de destrucción por su superación. Pero sí intimida. Porque evoca crisis pasadas, en las que primero se subieron los tipos de interés oficiales, luego repuntó el rendimiento de los bonos soberanos, esos mayores costes se filtraron a la economía real, aparecieron los impagos y posteriormente la caída fue inevitable¿
"Los puntos de giro en los tipos de interés desempeñan un papel clave en los escenarios desastrosos de quienes predicen el colapso, porque pueden conducir a la ruina a los prestararios públicos y privados y sacudir en última instancia a todo el sistema financiero", subraya Bert Flossbach, cofundador y gestor de Flossbach von Storch. Es decir, tras el 3% emerge una suerte de `profecía autocumplida¿, impresión que se potencia tras una crisis con la envergadura de la desatada en 2007, entre cuyas herencias figura la de generar `cisnes negros¿ por doquier y extremar la sensibilidad hacia determinados hitos, como el del 3%.
Entonces, ¿es o no es importante? Lo es, pero no tanto por el 3% en sí, sino por el aviso de lo que puede estar por venir: un mundo, ahora sí, con costes de financiación más altos.
2. La fiesta de los bonos¿ Y esos mayores costes constituyen un cambio importante porque el mundo viene de unas condiciones monetarias históricas, con los tipos de interés oficiales en el 0% -e incluso por debajo- y con billonarias inyecciones de liquidez por parte de los bancos centrales. Y todo ello, en conjunto, ha generado una fiesta extraordinaria en la deuda pública. ¿Nos encontramos ante la mayor burbuja de bonos soberanos de la Historia¿, advirtió ya Ignacio de la Torre, de Arcano, a finales de 2016.
El 3% ejerce ahora de frontera entre ese `viejo mundo¿ de tipos al 0% y compras de bonos y el `nuevo mundo¿ de intereses más altos y ventas de bonos. Con lo que eso supone, porque quienes tengan esos bonos en sus carteras, como los fondos de inversión, sufrirán las pérdidas derivadas de unos precios más bajos. Y porque como la caída de los precios se traduce en unos rendimientos más altos, los emisores de deuda tendrán que afrontar ya unos costes más altos para financiarse.
3. ¿y de la bolsa. No sólo ha habido fiesta en la renta fija. También en la variable. Por eso da tanto miedo el 3%. Porque un rendimiento más alto del denominado activo libre de riesgo, como es el bono estadounidense a 10 años, exigirá un mayor rendimiento al activo con riesgo, como es la bolsa. Ese 3% ya será, además, un rival considerable para los dividendos. Y una losa cada vez más pesada para las empresas más endeudadas o más sensibles a los cambios en los tipos de interés. Un escenario, en resumen, en el que habrá que recalcular los múltiplos de valoración, en el que no será tan fácil ganar en bolsa como en los últimos años y en el que el ciclo alcista iniciado en Wall Street en marzo de 2009 será puesto a prueba. Ya se pudo comprobar este mismo martes, una jornada en la que el retorno del bono al 3% 'coincidió' con caídas notables en los principales índices bursátiles estadounidenses.
4. Más deuda que nunca. El 3% también mete miedo por los volúmenes de deuda pública y privada con los que EEUU carga. La deuda pública, en los 21,5 billones de dólares y subiendo, equivale ya el 107% del Producto Interior Bruto (PIB) norteamericano y, según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI), engordará hasta el 117% del PIB en 2023. Seguirá creciendo porque las previsiones apuntan a que EEUU sufrirá un déficit público del 5% al año hasta 2023.
Pero la deuda no es sólo pública. También es privada. La de los hogares superó el listón de los 13 billones de dólares por primera vez en la historia en el último trimestre de 2017. Con mayor detalle, la deuda hipotecaria alcanza los 8,9 billones de dólares; los préstamos universitarios llegan hasta los 1,38 billones; los préstamos para comprarse coches, los 1,18 billones; y el volumen de las tarjetas de crédito se sitúa en los 0,8 billones.
En el caso de las empresas, camina hacia los 9 billones de dólares, una suma equivalente al 45% del PIB, según los datos de la Fed. O lo que es lo mismo, una proporción que no se veía desde 2008, el año clave de la última crisis financiera, y similar también al existente en la recesión de 2001.
EEUU, por tanto, afronta las futuras subidas de los tipos y el incremento de los costes de financiación, encarnado simbólicamente en esta superación del 3% en los bonos a 10 años, con un histórico volumen de deuda. No toda es sensible a los cambios en los tipos y al repunte de la rentabilidad de los bonos, pero no por eso deja de preocupar. Porque pondrá a prueba la frase que siempre surge en momentos así: `Esta vez es diferente¿. La mayor economía del mundo tendrá que demostrar si esta vez será, en efecto, distinto. O si, como la historia demuestra, los altos niveles de deuda, combinados con unos tipos y unos costes financieros al alza, casan mal. Y acaban mal.
5. Esperando la recesión. Mayores costes de financiación para el Estado, las empresas y los hogares pronostican complicaciones para el crecimiento. En el caso estadounidense, el actual ciclo expansivo comenzó en julio de 2009, otro ingrediente más para alimentar la `profecía autocumplida¿ de que toca una recesión más pronto que tarde. Con el bono en el 3%, con la Fed dispuesta a subir los tipos al menos dos veces más en 2018 y otras tres en 2019, la recuperación afronta una auténtica reválida para medir su consistencia. Y por eso también da miedo el 3%. Por si la economía estadounidense no está preparada para soportar el mundo que anticipa.
Hay mucho en juego por encima del 'Rubicón del 3%'. De ahí la opinión de Bert Flossbach: "Un sostenido aumento de los rendimientos a niveles significativamente superiores al 3% generaría fuerzas que rápidamente actuarían para revertir esos incrementos".
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