El contraste resulta más colosal al producirse en un mundo en el que la mayoría de las potencias económicas aún conviven con unos tipos de interés en el 0% o próximos a este nivel. Por eso impacta tanto que Argentina, en su tercera vuelta de tuerca en apenas una semana, elevara el pasado viernes el precio del dinero del 33,25% al 40%. ¡Al 40%!

Un día antes lo había pasado ya del 30,25% al 33,25%. Y una semana antes, del 27,25% al 30,25%.

Ningún banco central acomete medidas de esta magnitud, y tan consecutivas, por gusto. Si actúa así se debe a una situación crítica ante la que entiende que conviene reaccionar antes de que se agrave aún más. Y justo eso es lo que ha obligado al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a mostrarse tan decidido.

La alarma la ha encendido el peso argentino, cuya notable caída ha refrescado la memoria de un pasado demasiado reciente en Argentina. El de la hiperinflación, la salida de capitales, el `corralito¿¿ El peso, que ya viene de años de fuertes pérdidas de valor contra el dólar estadounidense, se hundió el jueves hasta los 22,5 pesos por dólar. O lo que es lo mismo, casi un 17% por debajo del cambio al que despidió 2017, aunque casi toda la caída -un 10%- se ha producido en el último mes.

El problema no se reduce a esta depreciación, sino a lo que trae consigo. Y a lo que puede traer. El peso está cayendo porque el dinero está saliendo de Argentina, y si sigue perdiendo valor alimentará la escalada de los precios, cuando la inflación ya está por encima del 25%, claramente por encima del objetivo del banco central de dominarla este año hasta el 15%..

De ahí la contundente respuesta de la entidad presidida por Fernando Sturzenegger. Por un lado, con esa subida de los tipos; y por otro, con el empleo de las reservas internacionales para intentar contener la caída de la divisa. Además, el Gobierno ha reforzado estas medidas con otras de calado fiscal, puesto que se ha comprometido a reducir su déficit primario más de lo previsto, del 3,2% al 2,7%, para este año.

Pero no es fácil parar una maquinaria como la del mercado cuando se ha puesto en marcha. Argentina, que, según los datos del BCRA, poseía un escudo de reservas de 55.000 millones de dólares a finales de 2017, que luego elevó hasta casi 64.000 millones en enero, ha `quemado¿ ya 6.500 millones en defensa del peso. Es decir, cuenta con unas reservas de 56.000 millones, aún importantes, pero que en las últimas semanas están menguando a un ritmo importante.

Por eso, además de recurrir a las reservas, Sturzenegger está disparando los tipos. Pretende así que el dinero no salga del país y que se detengan las ventas de pesos. Por el momento, el viernes contuvo la sangría y el mercado dio una tregua al peso, que se apreció hasta las 21,8 unidades por dólar, un cambio en torno al que se mantiene este lunes.

Pero, claro, con los tipos al 40% no es fácil crecer. El presidente argentino, Mauricio Macri, indicó en marzo que el crecimiento rondaría este año el 3%, en línea con el 2,9% de 2017. Sin embargo, en sus Perspectivas Económicas Mundiales de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó su pronóstico para Argentina en 2018 del 2,5% al 2%. Tampoco espera el FMI que la inflación se sitúe en ese 15%, sino que la ubica en el 19,2%. Y todo ello antes de los acontecimientos de las últimas semanas, que incrementan los riesgos tanto sobre el crecimiento como sobre la inflación.

LA FED COMO TRASFONDO 

El desencadenante de estos furiosos movimientos viene del norte. De EEUU. La posibilidad de que su banco central, la Reserva Federal (Fed), acelere la subida de los tipos ha deparado un incremento de la rentabilidad de los bonos estadounidenses a 10 años, que ha superado el umbral del 3%, y una considerable reacción alcista del dólar. A su vez, estas consecencias han provocado cambios en las carteras que han afectado no sólo al peso y a la deuda argentina, porque también se refleja en otras divisas como la lira turca. 

"La debilidad del peso argentino se inscribe en un momento de debilidad de las monedas de los países emergentes y frontera contra el dólar desde principios de febrero", explica en su newsletter diaria el analista financiero Juan Ignacio Crespo. "Argentina seguirá estando exigida por un entorno de mayores rendimientos de los bonos estadounidenses y un dólar más fuerte, pero las últimas medidas deberían ayudar a revertir algo de la debilidad vista en los bonos argentinos la semana pasada", apuntan desde Julius Baer.