En concreto, en sus divisas, que es donde suelen manifestarse las consecuencias en estas situaciones. Porque abundan los precedentes. Como la gran crisis desatada en el Sudeste Asiático en jullio de 1997 con la devaluación del baht tailandés y que en 1998 llegó a Latinoamérica y, sobre todo, Rusia. O como la sacudida más reciente, y mucho menos dañina, de comienzos de 2014, cuando varias divisas emergentes se estremecieron de nuevo al unísono.
Como entonces, para encontrar la mecha que lo ha prendido todo hay que mirar hacia EEUU. La posibilidad de que su banco central, la Reserva Federal (Fed), acelere la subida de los tipos de interés ha actuado como desencadenante. Primero, aumentando la rentabilidad de los bonos estadounidenses, con el bono a 10 años por encima del 3% para alcanzar su nivel más alto desde 2011, y reactivando la apreciación del dólar, que en febrero llegó a caer hasta los 1,255 dólares por euro y que esta semana se ha cambiado a menos de 1,18 dólares por euro. Y segundo, alentando los movimientos de capitales con destino a EEUU y procedencia de distintos mercados emergentes.
Esta segunda oleada es la que pasa factura a sus divisas. Y los casos se agolpan. El más sonado es del peso argentino. En lo que de año, ha perdido un 23% de su valor contra el dólar estadounidense y ha llegado a hundirse hasta las 25 unidades por dólar, cuando despidió 2017 en los 18,6 pesos. El grueso de esa caída se ha sustanciado en último mes, en el que el peso se ha desplomado un 16% contra el dólar.
Pero no es la única divisa emergente que está sufriendo. Otra es la lira turca. En mayo se deja un 10% contra el dólar y desde finales de febrero, casi un 16%. El real brasileño también ha perdido casi un 11% de su valor contra el dólar desde marzo. La lista continúa con el rand sudafricano, que acumula una depreciación del 7% desde finales de marzo; con el zloty polaco, que cae un 6% en el mismo periodo; o con la rupia india, que se deja un 4%.
CAUSAS GENERALES¿ Y PARTICULARES
Estos impactos evidencian lo conectados que están los mercados y la rapidez con la que los flujos de capitales cambian de bando, sobre todo cuando todo gira en torno a la divisa reina, el dólar. "Un dólar desencadenado causa estragos en el mundo de las monedas de mercados emergentes al aumentar los rendimientos, y un dólar más caro pone en peligro la rentabilidad de los 'carry trade', donde los participantes del mercado venden el dólar estadounidense y compran divisas con una tasa de interés más alta [estrategia que se da la vuelta cuando el rendimiento de la deuda estadounidense sube]", exponen los expertos de Monex Europe. "Con los intereses en ascenso y si los diferenciales de tipos de interés resultan ser el factor dominante en el mercado de divisas, todo esto podría traer más viento en contra para las acciones, los bonos y las monedas de los países emergentes", avisa Stefan Scheurer, de Allianz Global Investors.
Es decir, el castigo ha sido generalizado entre las divisas emergentes porque los grandes inversores han tenido que cambiar el paso para incluir en sus ecuaciones -y en sus estrategias- la subida del rendimiento de los bonos estadounidenses y un dólar más vigoroso. Pero la penalización general no oculta que también existan causas particulares, que son las que explican por qué unas divisas están sufriendo más que otras.
Sobresale el caso de Argentina. El país soporta una inflación del 25% y un elevado endeudamiento que ha crecido con fuerza en los dos últimos años para financiar unos déficits públicos superiores al 6% del Producto Interior Bruto (PIB), con lo que la caída de la divisa abre la puerta de par en par a una dura crisis. De ahí que las autoridades argentinas primero intentaran detener la caída de la divisa con medidas drásticas, como el aumento de los tipos de interés del 27,25% al 40% en una semana, y luego, ante la imposibilidad de contener la depreciación del peso, pidieran asistencia financiera al Fondo Monetario Internacional (FMI) para soportar este terremoto cambiario e intentar evitar una crisis mayor.
También destaca Turquía, en su caso porque la caída de la lira se mezcla con la incertidumbre política que sufre el país y las consecuencias que puede provocar en el ámbito económico y monetario. El presidente turco, Recep Tayyip Ergodan, declaró en una entrevista a `Bloomberg¿ que, tras los comicios del 24 de junio, controlará más al banco central del país. Erdogan manifiesta así su malestar con la institución monetaria, que a finales de abril subió del 12,75% al 13,5% los tipos de interés que aplica en la ventana de liquidez que ofrece a los bancos en una medida con la que intentaba frenar una inflación que supera el 10% y la caída de la lira. La intromisión que promete Erdogan suscita los recelos entre los inversores, de ahí el considerable descenso de la lira.
El mercado, por tanto, discrimina. Y los castigos arrecian en los países en los que la inflación, las finanzas públicas y la balanza por cuenta corriente ofrecen un peor aspecto. Vamos, en los países con mayores vulnerabilidades. Como en aquella ocasión de comienzos de 2014, con las contundentes caídas de la lira turca, el peso argentino o el real brasileño. Entonces, fue la reducción gradual ¿`tapering¿- de las compras de activos por parte de la Fed la que causó los temblores en las divisas emergentes y la que, además, constató que la retirada de los estímulos por parte de los bancos centrales podría generar efectos secundarios en determinados países o segmentos del mercado.
Cuatro años después, la Fed actúa de nuevo como detonante. Pero esta vez ya está disparando de verdad. Con subidas de los tipos y retirando liquidez mediante la paulatina reducción del tamaño de su balance. En 2014, la situación se terminó encauzando. En 2018, el veredicto final dependerá de dos claves. La primera, los cimientos económicos reales de los emergentes. Y la segunda, la evolución que protagonice el dólar. Si los primeros aguantan y el segundo afloja, el episodio será pasajero. Pero si los primeros fallan y el segundo aprieta... el 'baile' será inevitable. El dólar y los países emergentes, de nuevo danzando juntos. Al son del 'billete verde'.
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