En concreto, este miércoles ha marcado un mínimo de 1,168 dólares, para luego moverse en torno a los 1,17 dólares. En los tres últimos meses, su corrección roza ya el 7%. Si no cambia esta inercia bajista en las próximas sesiones, encadenará su sexta semana bajista consecutiva contra el dólar.
La última ración de ventas de euros encuentra sus causas en los decepciones datos de la actividad (PMI) del sector privado que se han conocido este miércoles. El índice de actividad manufacturero ha caídio de los 56,2 a los 55,5 puntos en mayo, su dato más bajo en 15 meses. En el caso del sector servicios, ha bajado de los 54,7 a los 53,9 puntos, su mínimo en 16 meses. Además, índice de actividad compuesto desciende de los 55,1 a los 54,1 puntos, por debajo de los 55 esperados y la lectura más reducida en 18 meses.
Estos débiles datos han refrescado las palabas que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, pronunció en la última cita monetaria de la entdad, celebrada a finales de abril. En ella reconoció que el crecimiento se estaba moderando, aunque lo achacó a "factores temporales".
A la espera de que las próximas estadísticas confirmen o desmientan la temporalidad del 'bache' admitido por Draghi, lo cierto es que ambas divisas encaran el trascendental mes de junio en una posición bien distinta. Mientras la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, afrontará su reunión de política monetaria del próximo mes convencida de que subirá otra vez los tipos de interés, para llevarlos del 1,5-1,75% al 1,75-2%, el BCE llegará a su cónclave monetario de junio lleno de dudas. Mientras una parte de sus miembros preferirá tomarse con calma la futura retirada de los estímulos a la espera de ver cómo se comporta la economía, otra parte podría presionar más para desmantelar los estímulos precisamente porque la debilidad del euro, conjugada con la subida del petróleo, nutrirá las presiones inflacionistas.