Su nombre, Pablo Hernández de Cos. Su perfil técnico, con diferentes cargos en el Banco Central Europeo (BCE) entre 2000 y 2015 y desde este año como director general de Economía y Estadística del Banco de España (BdE), y su edad, 47 años, alimentan esa esperanza. Savia nueva para una institución que, sin duda, la necesita.

Hernández de Cos sustituirá al actual gobernador, Luis María Linde, a partir del 11 de junio. Y afronta esta nueva etapa con tres retos principales.

1. Restaurar la reputación y la moral del Banco de España. La entidad no sólo se ha visto vaciadas de sus principales funciones, las monetarias y supervisoras, en favor de la construcción de la Europa del euro, sino que durante la crisis su reputación ha sido vapuleada no ya por su incapacidad para prevenirla, sino sobre todo por las erráticas y tardías decisiones que se fueron adoptado bajo el mandato de Miguel Ángel Fernánez Ordóñez, entre 2006 y 2012, que agravaron los problemas del sector y la gravedad de la crisis. Los cruces de acusaciones en los 'pasillos', las denuncias de los inspectores o el estallido de escándalos como las preferentes o la salida a bolsa de Bankia jalonan esa época. Más recientemente, en junio de 2017, la resolución de Banco de Popular y su venta posterior a Banco Santander un simbólico euro constataron que la influencia del organismo dentro y fuera de España estaba bajo mínimos.

Lo terminó evidenciando que el candidato presentado por el Gobierno para la vicepresidencia del BCE no salió del Banco de España, como suele ocurrir entre los miembros del euro, que 'tiran' de la cantera de sus bancos centrales nacionales para posicionar a sus candidatos para llegar a Fránfcort, sino que el elegido fue el hasta entonces ministro de Economía, Luis de Guindos. España y Guindos consiguieron lo que buscaban, la vicepresidencia del BCE, pero el golpe moral para el Banco de España fue importante.

Hernández de Cos hereda el desafío de reparar esta situación. Elevar la 'moral de la tropa' y recuperar la credibilidad del BdE. En España, en Bruselas y en Fráncfort.

2. Ganarse la autoridad del sector bancario. Precisamente por varios de los episodios vistos en los últimos años, el BdE también ha perdido capacidad de influencia en el sector bancario. Y no sólo porque haya cedido la supervision bancaria al BCE, sino por otros motivos. Las acusaciones mutuas sobre quién ha tenido más culpa en la crisis o la sensación de que 'nadie' defendía al sector en Bruselas o Fráncfort de los ataques o críticas de otros países cuya banca tampoco estaba mejor han pesado lo suyo. 

Hernández de Cos debe hacerse respetar entre los entidades financieras. Vigilándolas y previniéndolas, pero también escuchando sus reclamaciones, sus preocupaciones y sus críticas y evaluando de qué modo el BdE puede ser útil en el saneamiento que el sector aún está realizando para que la economía española cuente con una banca más sólida y solvente. El BdE no es -ni debe ser- una de ellas, pero ellas tampoco deben ver en el BdE al 'enemigo', sino al 'árbitro' cuya función resulta clave en un buen funcionamiento del juego.

3. Aplicar pedagogía a los mensajes económicos. Hernández de Cos es un experto en macroeconomía y ha dirigido en los últimos años el servicio de estudios de la entidad. Desde esta posición, sus conocimientos están fuera de toda duda. Pero no basta con eso.

Hernández de Cos haría bien en aplicar un mayor sesgo pedagógico a los mensajes y las recomendaciones que el BdE, con su potente servicio de estudios, emite. Que no parezca que está 'abroncando' al personal -en ocasiones, da esa sensación- ni queriendo amargar la existencia a la ciudadanía. No se trata de que deje de decir lo que tenga que decir, por duro que sea, pero se echa en falta que precisamente los que más saben también realicen un mayor esfuerzo por explicarse, para que la sociedad entienda mejor asuntos tan complejos como las pensiones públicas, la dualidad del mercado laboral, la financiación autonómica, los impuestos o la inflación.

Si el Banco de España debe ejercer un papel vigilante y poco complaciente sobre la situación de la economía española y los peligros que aguardan, que lo haga. Será muy bienvenido. Pero no sólo importa lo que diga, sino también cómo lo diga. Si los que saben, y en el Banco de España abundan los que saben, no lo hacen, dejan el camino despejado para que esa labor la hagan otros... que a lo peor no saben tanto.