La `R¿ de Rusia representa a la economía más pequeña de los BRIC, las siglas que agrupan a los países emergentes más punteros, formado además por Brasil, India y China. En 2017, el Producto Interior Bruto (PIB) chino alcanzó los 12 billones de dólares; el indio, los 2,6 billones; el brasileño, los 2,05 billones; y el ruso, los 1,52 billones. En el ranking mundial, ocupa la duodécima posición. Es decir, dos por encima de España, con 1,31 billones de dólares en 2017.

Alcanza ese volumen y esa posición gracias a que en 2017 logró dejar atrás la recesión. Tras contraerse un 2,5% en 2015 y otro 0,2% en 2016, el pasado ejercicio creció un 1,5% y para este año el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica un crecimiento del 1,7%. Es decir, todavía lejos de los registros de los que venía Rusia antes de la crisis, puesto que su crecimiento medio entre 2000 y 2009 alcanzó el 5,7%, pero el caso es que la economía rusa llega a tiempo para encarar la cita mundialista, que se abre oficialmente este jueves, fuera ya de la recesión.

En su reacción tiene mucho que ver la escalada del petróleo. ¿El incremento de los ingresos por las exportaciones de petróleo, la mayor confianza empresarial y una política monetaria más expansiva ayudaron a Rusia a regresar al crecimiento en 2017¿, explicó el FMI en las perspectivas mundiales que anunció en abril.

UNA INFLACIÓN SORPRENDENTE

En esa ecuación expuesta por el FMI, lo sorprendente no es el impacto positivo del petróleo ni el repunte de la confianza empresarial cuando eso ocurre, sino el tercer elemento: que el Banco Central de la Federación de Rusia, gobernado por Elvira Nabiullina, ha podido ir reduciendo los tipos de interés y aplicando unas condiciones monetarias más ventajosas gracias a la sorprendente baja inflación.

La rusa era una economía acostumbrada a convivir con tasas de inflación de doble dígito, que obligaban al banco central a mantener los tipos altos. Ahora, sin embargo, la inflación se encuentra por debajo del 3% y el objetivo de la entidad monetaria en 2018 se sitúa en el 4%. En este contexto, Nabiullina ha podido recortar ya los tipos hasta el 7,25%, cuando a finales de 2014 subieron al 17% como medida extrema para contrarrestar la fuerte caída que el rublo estaba sufriendo entonces.

Con la economía rusa en recesión y el petróleo incluso por debajo de los 40 dólares a finales de 2015, el rublo, que cerró 2013 en los 33 rublos por dólar, se hundió en 2014 hasta los 58 rublos y en 2015 hasta los 73. Ahora, pese a que no es ajeno al temblor que están sufriendo las divisas emergentes y acumula una depreciación del 8% contra el `billete verde¿ este año, se cambia a 62,8 unidades por dólar. Contra el euro, se cambia a cerca de 74 rublos.

Otro signo de cómo han cambiado las cosas en la vertiente económica de la Rusia de Vladimir Putin, que hoy inaugura el Mundial de Fútbol. No es mal escaparate. Y la economía llega a la cita en mejor forma de lo previsto.